No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

jueves, 10 de febrero de 2011

La Santa Ignorancia de Olivier Roy y las revueltas en el mundo árabe.

Hace unos meses la editorial Península publicaba en nuestro país La santa ignorancia: El tiempo de la religión sin cultura de Olivier Roy. En este libro el islamólogo francés ahonda en la tesis que ha defendido en los últimos años para explicar los fundamentalismos religiosos: Estos no son una reacción defensiva de culturas que se sienten atacadas sino, por el contrario, la reconstrucción de una identidad religiosa en una situación de distanciamiento de la cultura provocada por la globalización. Frente a la comúnmente asumida visión de Max Weber de que las culturas son esencialmente religiosas, Roy propone la autonomía de lo religioso frente a lo cultural, lo que explica que un fundamentalismo es precisamente una ruptura con la cultura de origen. Muy recomendable para ampliar este tema, el librito que la Editorial Complutense editó en su día El Islam en Europa del mismo autor.
Pero el hecho de haber traído aquí esta obra es fundamentalmente una excusa para abordar los acontecimientos que estos días se están dando en el mundo árabe (de momento aunque amenazan con extenderse a otros países musulmanes) y reflexionar sobre si guardan o no relación con los fenómenos religiosos que tanto preocupan en Occidente. La santa ignorancia no trata el tema pero su autor sí y es una de las voces más escuchadas al respecto. En opinión de Olivier Roy no tienen nada que ver unos con otros. En el artículo titulado ¿Dónde han ido a parar los islamistas? (El País, 05/02/11) el académico galo afirma que la nueva generación árabe no está motivada por la religión o la ideología, sino por la aspiración a una transición pacífica hacia un Gobierno decente, democrático y "normal". Y desde luego no es el único especialista en apuntar en esa dirección, incluso autores como Tariq Ramadan (nieto de Hasan Al Bana, fundador de los Hermanos Musulmanes) y gran parte del Islam más próximo a Occidente mantienen esa postura y critican la ambigüedad con la que EEUU y Europa están tratando el asunto al no apoyar de manera decidida las supuestas ansias democráticas de aquellos pueblos.
Pues bien, desgraciadamente no comparto la “euforia” democrática que parece se está imponiendo en una parte de los analistas y percibo con cierto asombro como las simpatías que nos generan los enfrentamientos entre elementos populares frente a la tiranía amenazan con hacernos perder la objetividad a la hora de valorar la situación, hasta el punto que estamos asistiendo estos días en diversos medios a comparaciones que van desde la Bastilla francesa a la algo más moderada similitud entre las revueltas tunecina, yemení y especialmente egipcia con las acaecidas en los países del Este europeo en 1989. En una dirección muy diferente apuntaba el magnífico artículo de André Glucksmann titulado El fin de la fatalidad (http://www.elpais.com/articulo/opinion/fin/fatalidad/elpepuopi/20110208elpepiopi_4/Tes) donde de una manera mucho más pausada llamaba a la cautela. Y en ello quiero ahondar:
Para empezar podemos estar todos de acuerdo en que las protestas egipcias contienen tres elementos básicos: Son de naturaleza económica, reivindican cambios políticos y están protagonizadas fundamentalmente por jóvenes. Y es justamente en esa combinación similar a otros episodios de cambio europeo donde se hace la lectura comparativa. Y sin embargo ni el elemento político, ni mucho menos el juvenil son comparables a los nuestros, e incluso los económicos tienen sus particularidades que los hacen diferentes como la existencia de oligarquías corruptas de difícil desarticulación.
Para empezar el estado de opinión del pueblo egipcio es un misterio para nosotros, pero de los pocos datos de los que disponemos podemos deducir que “el clima” de opinión en el país hace más que probable un predominio claro del islamismo en caso de un proceso electoral limpio. Lo deducimos porque a pesar de que aplicar criterios sociológicos occidentales para sondear a la población de estos países es discutible, tenemos ejemplos demoledores como el de Pew Global Attitudes Project (http://pewresearch.org/pubs/1874/egypt-protests-democracy-islam-influence-politics-islamic-extremism) donde podemos comprobar como para los egipcios la relación entre religión y política supera con mucho cualquier baremo compatible con la democracia. Evidentemente nadie plantea dudas sobre el derecho de cualquier pueblo a dirimir sus diferencias políticas en las urnas, pero los pasos a seguir para llegar a ello con unas mínimas garantías para evitar el caos y la inestabilidad crónica exigen cautela, no solo por la situación geoestratégica del país que tampoco es posible pasar por alto como por la propia seguridad de los egipcios. Desgraciadamente tendemos a relacionar elecciones libres con democracia y tenemos suficientes experiencias históricas que demuestran que esto no siempre es así. Egipto entre otros datos importantes posee unas tasas inferiores al 65% de alfabetización en hombres y la mitad en mujeres, o que uno de cada cinco egipcios vive por debajo del umbral de la pobreza.
Se ha hablado mucho de los Hermanos Musulmanes en estos días, pero se tiende a olvidar que estos grupos tienen perfiles muy diferentes según se trate de sus elementos universitarios o rurales (donde tienen mayor influencia en el caso egipcio). Por cierto, no deja de ser un eufemismo su programa basado en una “democracia civil con identidad islámica”. Ciertamente líderes actuales de la organización como Essam el-Erian o Saad el-Katatni no tienen nada que ver con anteriores como Ayman al-Zawahri (número dos de Al Qaeda), o los fundadores de Hamas, pero Los Hermanos Musulmanes son una organización muy compleja que controla aspectos muy diferentes de la política como por ejemplo gran parte de la red benéfica del país (esto es común a casi todo el mundo musulmán) a través de su “filial” Gamia Charia y que les garantiza una enorme capacidad de movilización social. No en vano, pasados los primeros días de la revuelta el control de la misma ha quedado en manos casi exclusivamente del grupo, lo que da idea de quien saldría beneficiado de una situación de caos generalizado.
Respecto al protagonismo juvenil de la revuelta también se han hecho análisis precipitados, ya que los porcentajes de población joven de estos países son muy superiores a los de Europa al igual que sus tasas de desempleo juvenil (solo España las supera) y miseria. De ahí que no podamos hacer la misma lectura de las protestas egipcias que de las griegas, por poner un ejemplo donde juventud y situación económica convergen en el conflicto.
Es evidente que una situación de inestabilidad y revuelta generalizada en el mundo musulmán plantea problemas de muy compleja situación con consecuencias posiblemente decisivas en la seguridad y economía mundiales, y es por ello que soy pesimista respecto a la capacidad de los países susceptibles de sufrirlas de concluir el proceso en algo parecido a lo que los occidentales llamamos Democracia y que se asienta sobre premisas ilustradas que a su vez han necesitado de mucho más que revueltas, revoluciones o protestas como las que se están produciendo en Egipto. Ojalá este equivocado y expertos en la cuestión como Olivier Roy acierten a la hora de pronosticar un cambio positivo, pero hasta entonces creo que lo mejor es tomar cierta distancia frente a los acontecimientos y valorar seriamente los pasos a seguir. La guerra civil argelina de principios de los noventa, la toma del control de Líbano por parte de Hezbolá hace escasos días por medios convencionalmente democráticos o la llegada de grupos como Hamás (partido vinculado directamente a la Hermandad Musulmana) al poder en Gaza por la vía electoral merecen una reflexión más allá de la bien intencionada simpatía por toda lucha de la rebeldía frente a la tiranía.

4 comentarios:

  1. Supongamos que el pueblo egipcio aspira a una transición que le lleve a la democracia y supongamos que esto no tiene nada que ver con los fundamentalismos religiosos.
    Hay algo que no me acaba de encajar: si en países democráticos, como por ejemplo España, todavía se mezclan los argumentos religiosos con los políticos, ¿por qué pensamos que en Egipto esto no es así?
    Si todos los que desde fuera han apoyado la “revuelta” supieran lo que estos jóvenes egipcios piensan acerca de lo que hay que hacer con las mujeres adúlteras, de lo que hay que hacer al que roba, al que cambia de religión, etc…igual ya no se ponían tan contentos……..y esto, por supuesto, no justifica en absoluto ninguna tiranía.
    Por eso pienso que hay que ir paso a paso, despacio, y no creer que el planeta entero debe ser democrático tal y como nosotros lo entendemos ni que, en el caso de nacer nuevas democracias, éstas deban seguir el mismo proceso de otros países como Francia, Estados Unidos o Gran Bretaña.

    ResponderEliminar
  2. Desde hace varios años tenemos la suerte de conocer la opinión de gentes que provienen del mundo árabe y que incluso han echado raíces en España. En Occidente creemos que nuestro modelo de mundo basado en estados elegidos de forma democrática por el pueblo y que se basan teorícamente en su laicismo, igualdad y mismos derechos de todos los ciudadanos, libertad religiosa y otros muchos aspectos del derecho que consideramos fundamentales, es exportable directamente al resto de la humanidad. Pero me recordaban ya compatriotas incluso de nacionalidad española y de origen árabe... "es que os creeis que vuestro modelo debe ser el del resto del mundo"... y no.. el globo es muy grande y lo que es bueno para vosotros puede no serlo para el mundo musulmán.
    En mi convalecencia ayer en el hospital se acercó una enfermera a la habitación diciendome en un español castizo "ponte el termómetro", y una indumentaria que solo le dejaba el rostro al aire libre. Está claro, si aquí en un país donde existen teóricamente todas las libertades no las utilizan, ¿para que les sirve la democracia?
    En mi opinión, las revueltas son solo para derrocar líderes y para instaurar una democracia ´"a su manera". Yo pensaría que antes que instaurar una democracia habría que modificar otros aspectos de la vida cotidiana en el mundo musulmán, pero hay que entender que el mundo es extenso en hombres,razas y culturas.
    saludos

    ResponderEliminar
  3. El Polemista: La revuelta árabe (Vanguardia Dossier):http://elpolemista.blogspot.com/2011/03/2011-la-revuelta-arabe-en-vanguardia.html

    ResponderEliminar
  4. También en EL POLEMISTA:
    La próxima década de George Friedman y el futuro inmediato del mundo.
    http://elpolemista.blogspot.com/2011/10/la-proxima-decada-de-george-friedman-y.html

    ResponderEliminar