No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

domingo, 27 de marzo de 2011

El espejismo nuclear de Marcel Coderch y Núria Almiron y, ¿Nuclear? No sé, gracias.

El espejismo nuclear fue editado por Los libros del lince en 2008, pero desgraciadamente los acontecimientos acaecidos estas últimas semanas en Japón lo han devuelto a las mesas de novedades de muchas librerías. Y el motivo no es menor, porque este libro a pesar de estar escrito tres años antes del terremoto nipón contiene frases como estas:
Todas ellas (las centrales nucleares) están ubicadas cerca del mar o en la orilla de un río, de donde extraen el agua que necesitan para su refrigeración; esto las hace especialmente sensibles a tsunamis, terremotos o problemas hídricos como la sequía o el recalentamiento del agua”.
O esta otra referida al uso de la energía nuclear por Japón: “El terremoto que ha paralizado durante un año la mayor instalación nuclear del mundo en Kashiwazaki-Kariwa puede suponer una seria advertencia  para un país en el que los seísmos son muy frecuentes”.
El motivo de traer estos textos aquí no es otro que destacar que autores y activistas que en su día fueron tratados como “apocalípticos y conspiranoicos”, no lo eran tanto. Y El espejismo nuclear va en esta línea, porque desde criterios científicos y contables pero al mismo tiempo sencillos y didácticos nos desarrolla la historia y motivaciones de tales usos energéticos  incluidos sus detalles de tipo ecológico, social o económico tanto a escala global como nacional. El libro, desde una filosofía “típicamente” ecologista no falta de sus habituales prejuicios justifica su nombre atribuyendo a la energía nuclear el carácter de espejismo solo justificable bajo la premisa de que podemos seguir creciendo y consumiendo como en el pasado alejando así la posibilidad de un cambio cultural imprescindible para realizar una transición no traumática hacia un futuro realmente sostenible. Son cinco apartados donde se niegan presupuestos hasta ahora indiscutibles por los “pro nucleares” que van desde los costes a la seguridad, pasando por la proliferación y desde luego sobradamente explicadas “las claves” de las posiciones opuestas a esta energía como son los residuos, las radiaciones…
La cuestión económica parece especialmente interesante, porque la conclusión de Marcel Coderch y Núria Almiron es que la energía nuclear no es viable sin el sostén económico del Estado, lo que deja la paradoja de tener un sector eléctrico privatizado, pero que requiere que lo Público garantice y proteja sus negocios nucleares. No digamos ya su seguridad, claro.
Mucho más discutible y quizá la parte más débil de la obra es la conclusión voluntarista (común a la gran parte del mundo ecologista, ver en este mismo blog la entrada dedicada a El Planeta de los estúpidos de Juan López de Uralde (http://elpolemista.blogspot.com/2011/02/el-planeta-de-los-estupidos-de-juan.html) por la cual las soluciones pasan por lo deseable y no por lo posible. Y es aquí donde había algunas preguntas pertinentes desde el más puro realismo: Suponiendo que los países occidentales entráramos “en razón” (la de los autores) y dejáramos de construir centrales nucleares cerrando progresivamente las actuales y asumiendo las consecuencias de ello (cosa hoy por hoy poco creíble en lugares como Francia que produce el 80% de su electricidad con reactores nucleares) , ¿qué posibilidad tenemos de paralizar los planes energéticos de potencias como China o India con opiniones públicas no solo proclives a estos recursos energéticos si no que además en caso de no estarlo tampoco podrían paralizarlos?. La Globalización para bien o para mal hace imposible abarcar este asunto desde criterios ideológicos, nos sitúa en un marco donde la geoestrategia juega un papel mucho más importante que las ideas. El consumo de electricidad de las potencias emergentes se multiplica anualmente y parece imposible encontrar una solución a estas necesidades que no pase por las tecnologías y sus capacidades generativas disponibles ahora.
Desde un punto de vista de defensa del medio, ¿Cómo abordar la cuestión del programa nuclear iraní y de otros países de Oriente Medio?
El debate nuclear no solo es necesario si no que además es el momento de hacerlo en contra de lo que sus partidarios defienden. Sin embargo está cundiendo un clima de “optimismo antinuclear” ante la cuestión que lamentablemente está abocado a la decepción una vez que pasen los efectos psicológicos de la tragedia nipona que por cierto, visto el secretismo que acompaña a este tipo de suceso podría pasar mucho tiempo antes de que la opinión pública mundial y japonesa tuviera datos completos de sus causas y consecuencias.
El espejismo nuclear se escribió y editó en un momento en el que plasmar realidades como las que contiene era poco menos un atentado contra el sentido común. Una sola catástrofe natural (y algún fallo humano en la gestión de la central de Fukushima que deja muchas dudas sobre quien y como debe asumir la seguridad de estas instalaciones) han abierto la puerta de la evidencia a muchas de las cuestiones que en él se plantean, por lo que la soberbia y el secretismo con el que diversos grupos afines a la actividad nuclear han actuado hasta la fecha tiene que dejar paso a la autocrítica y al diálogo. Otro motivo para el pesimismo en lo que se refiere a nuestro país donde la ideologización del asunto y su absurda asociación de la izquierda con lo antinuclear y la derecha con lo pro, me hace temerme que las soluciones que se adopten van a depender del momento político o de las directrices europeas mucho más que las voluntades populares (que por cierto, en cada país de la Unión Europea varían enormemente los porcentajes de opinión sobre el asunto, siendo España una de las naciones donde más división hay al respecto frente a Alemania claramente en contra, o Francia, claramente a favor).
De ahí que a pesar de lo divulgativo de este libro y otros que comparten su posición o la contraria sigo respondiendo a la pregunta de: ¿Nuclear? No sé, gracias.
Seguiremos leyendo buenos textos como este.

domingo, 20 de marzo de 2011

2011, La Revuelta árabe en Vanguardia Dossier(nº39) y el estado de la cuestión.

2011, La Revuelta árabe es el nombre que el monográfico trimestral Vanguardia Dossier ha dado a su último número. De esta forma esta revista dedica más de una decena de artículos de grandes especialistas a analizar diferentes aspectos de los acontecimientos que en estos últimos meses estamos viviendo en el mundo árabe y más concretamente en Egipto.
Fawaz A. Gerges y Rashid Khalidi comienzan el dossier analizando lo sucedido en sintonía más o menos con la “euforia” democrática que ha cundido en una buena parte de los especialistas y que considera que el móvil de las revueltas no difiere de los que contribuyeron a la transición democrática en Europa Oriental, América Latina y Asia. Los países árabes estarían viviendo un “despertar” de las libertades en su concepto más universal y estas serían las que explicarían los acontecimientos. Como ya comenté en este mismo blog (http://elpolemista.blogspot.com/2011/02/la-santa-ignorancia-de-olivier-roy-y.html) dicha teoría me provoca enormes dudas por bien intencionada que sea, primero porque no creo en el panarabismo ni siquiera en lo sentimental (la realidad de cada uno de estos países difiere tanto de uno a otro que sacar conclusiones comunes para todos parece complicado) y segundo porque si bien la juventud es un factor común a todas las protestas no hay en ningún caso una reclamación o ideal común ni tampoco actores sociales o políticos iguales.
Especialmente interesante me resulta el artículo El poder militar en Egipto de Robert Springborg. En él, el autor a parte de describir el estado real del ejército de aquel país y su “independencia” de los demás poderes del Estado, concluye que el resultado final de la crisis egipcia podría estar en un acuerdo que permita a los militares conservar poderes y privilegios tras una fachada civil y así esperar a que en el futuro los equilibrios cambien. Sin duda parece mucho más realista aunque una solución como esa podría llevar al país a una situación similar a la actual a largo plazo.
Los cuatro siguientes textos tratan de explicar la realidad social, política y económica de Egipto. Aquí aparecen los Hermanos Musulmanes indultados de las acusaciones de terrorismo, las elevadas y preocupantes tasas de crecimiento poblacional con la consiguiente presión sobre los recursos disponibles, el conflicto entre coptos y musulmanes como fenómeno más propio de ámbitos rurales que del mundo urbano y la realidad de la mujer egipcia. Este último, firmado por la politóloga egipcia Rabat el-Mahdi tiene un especial interés por cuanto denuncia la mentalidad orientalista (tal como la definió Edward Said) que subyace bajo los prototipos de mujer egipcia, mujer musulmana o mujer árabe. La autora defiende un feminismo con fuerte carga cultural donde convive la reivindicación clásica de la igualdad entre sexos con la defensa del uso de prendas identitarias como el velo y la denuncia al tratamiento que sufre su uso en algunas sociedades europeas.
Tampoco se debe pasar por alto lo escrito en este 2011, La revuelta árabe por Mohammad Abdel Raouf sobre el agua y el Nilo, una de las grandes amenazas para la paz en el mundo árabe en caso de no lograr acuerdos y consenso en su uso por los países ribereños del “río de la vida”. La iniciativa etiope con financiación china e italiana de levantar la presa de Tekeze son un ejemplo de los peligros medioambientales y económicos que podrían desencadenar problemas más graves en el futuro.
Said Aburrís repasa el legado de Mubarak como precisamente la falta del mismo, William Polk y Nur Yalman repasan la historia de las ambiguas relaciones americano-egipcias donde los primeros han desarrollado políticas nefastas en periodos como los de Eisenhower y Bush que fueron heredadas por Kennedy y Obama y lo segundos esperan que la actual administración estadounidense sea capaz de abandonar las políticas de apoyo a las dictaduras que todavía controlan gran parte de la región.
Cierran este Vanguardia Dossier el Profesor George Joffé y el político pacifista israelí Yossi Beilin. El primero apunta a los “injustificados” prejuicios occidentales respecto a las posibilidades de una evolución democrática en la zona aunque es optimista respecto al respaldo final a estas y el segundo muestra su escepticismo ante el futuro de las relaciones árabe-israelíes una vez el mapa posterior a las protestas quede configurado.
Vanguardia Dossier además viene bien ilustrada con esquemas y datos de gran valor didáctico que desde luego se agradecen.

Abríamos el presente año 2011 con los disturbios tunecinos que acababan con la salida del país de Ben Ali después un cuarto de siglo en el poder. Un mes después asistíamos a la caída del régimen de Mubarak que incluso llevaba más tiempo controlando los destinos de su país. Poco después el pueblo libio se echaba a la calle para reclamar la salida de su Dictador y a estas horas varios países árabes sufren graves convulsiones políticas que a día de hoy resulta imposible saber como acabarán. Sin embargo tres meses han sido suficientes para comprobar que tanto los escenarios como los actores y públicos son completamente diferentes en cada caso y que los primeros análisis que daban una lectura comparativa entre lo que sucede en parte del mundo islámico y lo que ocurrió en Europa Oriental a finales de los ochenta eran por lo menos discutibles. Creo que se ha cometido el error de interpretar los acontecimientos en clave de voluntarismo político sin prever protocolos de actuación para lo que nos queda por ver y que eso agravará la situación a corto plazo, y sí, desgraciadamente soy pesimista en cuanto a que tengo serias dudas del afán democrático de las sociedades que parcialmente se han movilizado, pero más aun, pongo en cuestión la posibilidad de regímenes democráticos en países donde no solo no existen sociedades civiles capaces de desarrollar movimientos fundamentados en la ciudadanía, es que tampoco las clases medias llamadas a ello cuentan con los recursos para lograrlo.
Comparto con Robert Springborg la tesis de que todo futuro inmediato de un Egipto estable pasa por mantener la primacía del Ejército egipcio sobre cualquier otra institución del Estado. De ser así la crisis se cerraría en falso para cualquier tipo de voluntad democrática, y este análisis temo que sea válido para la gran parte de los países implicados que no encontrarán en sus militares a revolucionarios como el Ataturk turco que cambien el rumbo de sus naciones. De ahí que intentar trasladar el modelo de Turquía  a otros países musulmanes resultará muy complicado.
Por otra parte es verdad que cierto sentimiento de reclamación y reivindicación ciudadana frente a los poderes estatales ha cundido por el mundo árabe hoy y que es previsible que se extienda a otros lugares del mundo como puede ser África o Asia. De ser así, sí podríamos estar ante un cambio histórico de impredecibles consecuencias, pero no necesariamente democrático.

domingo, 13 de marzo de 2011

Belgistán de Jacobo de Regoyos, y el nacionalismo que viene.

Belgistán, el laboratorio nacionalista (Ed. Ariel) es un libro oportuno. Lo es porque no solo supone un fiel retrato de la Bélgica actual, es que además realiza una lectura de lo que en aquel país está ocurriendo en clave de las repercusiones que para otros nacionalismos comunitarios pueda tener. El libro, a pesar de dividirse en doce capítulos que van desgranando diversos aspectos del tema se podría dividir en dos partes bien diferenciadas; una puramente descriptiva y otra valorativa. En la primera se encuentra lo mejor de Belgistán, la segunda es más débil.
El pecado original de Bélgica fue ser un Estado oficialmente unilingüe en sus comienzos, y por culpa de ello se ha pasado todo el siglo XX haciendo penitencia”, podría ser la frase del autor que da génesis a la explicación histórica que hace del conflicto belga. Y esto se explica de manera sintética y clara, con un lenguaje que durante todo el libro deja a un lado las “correcciones políticas” para llamar a las cosas por su nombre. Curiosamente eso ha hecho que el resultado resulte de la objetividad exigible a un buen periodista y es de agradecer para el lector que si lo que desea es saber el qué y el porqué de lo ocurre hoy en Bélgica habrá dado con un buen medio para hacerlo. En Belgistán se retrata la relación imposible entre dos comunidades que desconfían tanto la una de la otra que han entrado en una dinámica en las últimas décadas donde el Estado solo se reforma para vaciarlo cada vez de competencias. Una Valonia desconfiada y tozuda ante realidades socioeconómicas cuantificables asiste a la agresividad de Flandes que no tiene ningún reparo en incumplir la legislación europea tratando como inmigrantes a los francófonos en Bruselas o trabajando sin ningún disimulo en la destrucción del sistema federal belga para convertirlo en una confederación dentro de una Europa confederal donde ambas estructuras queden superpuestas y camufladas. Esa es la idea de Bart De Weber, el independentista flamenco ganador de las pasadas elecciones belgas, capaz de romper la norma no escrita por la cual el Primer Ministro belga es un flamenco simplemente a cambio de las concesiones que los valones dirigidos por Elio Di Rupo sean capaces de realizar (de momento sin éxito). Por cierto, en la obra tanto los personajes individuales como los colectivos quedan magníficamente retratados haciendo que este ensayo en ocasiones sea realmente divertido (a pesar de que cae en alguna frivolidad como esta: “Los flamencos de hoy no guardan ningún rencor a los ocupantes en tiempos de Felipe II: los españoles suelen caerles bastante bien. En el encuentro Holanda-España de la fase final del Mundial de Fútbol de 2010 iban con España: eso lo dice todo”. ¡Sorprendente!
De notable interés es la explicación política al cambio que supuso para los cristianodemócratas flamencos (CD&V) la perdida del poder a finales de los noventa y como para recuperarlo decidieron alimentar las brasas nacionalistas prometiendo la ansiada reforma confederal y escindir Brussel-Halle-Vilvoorde (BHV) convirtiendo Bélgica en un país ingobernable y para colmo haber amamantado al actualmente mayoritario N-VA de Bart De Weber. Por cierto, también a la difícil explicación del fabuloso lío de BHV (distrito dentro de Flandes formado por varias localidades donde sus habitantes tienen derecho a votar y ser juzgados en francés) sale Jacobo de Regoyos con éxito, y puedo asegurar que no es nada fácil, máxime cuando un asunto menor ha alcanzado una trascendencia que supera cualquier intento de solución razonada y probablemente acabe con el país.
En Belgistán además la europeísima Bruselas aparece en todo momento como el punto esencial a toda explicación de lo que en futuro pueda ocurrir. Una región donde una aplastante mayoría francófona es tratada como extranjera en su propio país sufriendo discriminaciones que van desde lo inmobiliario, educativo o lo lingüístico (los que crean que en alguna autonomía española se discrimina alguna lengua deberían leer este capítulo).
En fin, el libro en cuanto a descripción de la Bélgica de hoy es imposible resumirlo por la cantidad de datos y el detalle con el que se describen, insisto que en este sentido se trata de una lectura imprescindible a poco que se esté interesado en el tema, aunque eso sí, siendo su gran virtud la actualidad de Belgistán, está condenado a ser superado por el tiempo porque se trata de un relato en tiempo real.
Otro aporte fundamental es el estudio de las posibles salidas para las tres comunidades belgas. Una por una el autor desgrana las opciones y las ventajas e inconvenientes de todas las soluciones, aunque desgraciadamente este análisis está tan supeditado a las circunstancias actuales que en pocos meses podría quedarse en un mero ejercicio retórico aunque muy ilustrativo. Más aun la parte dedicada a la economía, donde el coste de las “independencias” es una incógnita a día de hoy completamente indespejable a futuro. ¿Cuánto cuesta independizarse y quien paga la factura?
Comentario aparte merece la parte valorativa del texto, y con ello me refiero a lo que tiene carácter general, no a la que atañe al caso belga. Jacobo de Regoyos sin manifestarlo de manera clara parece querer llegar a la conclusión de que a mayor descentralización del Estado menor capacidad de este para sobrevivir. Se apoya en ello en los estudios de Mnookin y Verbeke sobre el caso belga o de Rafael Calduch Cervera sobre los nacionalismos (con tesis tan discutibles como que todo nacionalismo lleva el germen del totalitarismo). Y este asunto es esencial porque compartiendo la tesis de que Bélgica en este momento es el laboratorio de donde van a salir las pócimas de las que los nacionalismos comunitarios se van a nutrir en un inmediato futuro (ver en este blog http://elpolemista.blogspot.com/2011/01/la-nacion-inventada-de-arsenio-y.html) no comparto en absoluto la visión negativa de toda ideología tendente a la reclamación de la identidad colectiva desde criterios territoriales, étnicos, lingüísticos…). Casos como el español donde fórmulas federalizantes han dado como resultado el mayor periodo democrático de nuestra historia son menores aunque muy esclarecedores por no citar a otros como el alemán o el norteamericano de evidente éxito y con la descentralización como elemento fundamental del mismo. El modelo de reparto de competencias pues, no tiene que ser ni resultar como el yugoslavo o el belga, sin olvidar que en diversas ocasiones la no cesión de parcelas de poder por parte del Estado se debe a la posición dominante de un nacionalismo centralista frente a otros periféricos. En este sentido el capítulo comparativo entre Bélgica y España no está exento de prejuicios y valoraciones por lo menos discutibles.
En suma, Belgistán, el laboratorio nacionalista, es un libro que no debe pasar desapercibido porque supone un notable aporte al conocimiento de la realidad belga y sus repercusiones además de ser un texto directo y divertido que no deja indiferente.
¡Ah!, y un motivo más para leerlo: A veces observar lo grotesco en lo ajeno nos permite detectarlo en lo propio.
Y por cierto, no deja de provocarme una enorme curiosidad saber cual ha sido la respuesta a esta publicación del entorno familiar (flamenco, como indica en el libro) del autor.

domingo, 6 de marzo de 2011

¡Indignaos! de Stéphane Hessel y los últimos coletazos del siglo XX.

Terminada la II Guerra Mundial, Francia iniciará una ambiciosa resurrección a todos los niveles que permitirá grandes avances sociales entre los que se encuentran la Seguridad Social, la prensa libre o el modelo educativo republicano, todo ello en una organización racional de la economía que garantizaba la subordinación de los intereses particulares al interés general. Así comienza ¡Indignaos! De Stéphane Hessel (Ed. Destino) para reclamar la reacción de las masas frente a lo que él considera retrocesos en la humanidad de nuestros sistemas políticos.
Padecemos una dictadura de los mercados financieros al igual que las generaciones anteriores sufrieron el fascismo como reacción de los propietarios a la posibilidad de una revolución bolchevique, sostiene el autor, y ante ello solo queda la resistencia indignada aunque pacífica. La Historia como sucesión de etapas para la conquista de libertades es el concepto hegeliano en el que se basa  Hessel para a través del compromiso individual y colectivo abordar la reducción de las desigualdades y la defensa de los Derechos Humanos. Posteriormente el autor plantea la cuestión Palestina desde una encendida defensa de los derechos del pueblo palestino frente a los abusos del Estado de Israel. Comprende los motivos que puedan llevar a la violencia a los oprimidos aunque rechaza por completo el terrorismo por ser una forma de exasperación, y como tal, carente de toda esperanza y por tanto incapaz de obtener resultados.
“Crear es resistir. Resistir, es crear” es la llamada final con la que Stéphane Hessel reclama que frente a importantes logros de la segunda mitad del XX como la descolonización, el fin del apartheid o la destrucción del Imperio Soviético, la primera década del XXI ha resultado un desastroso periodo de retrocesos.
La verdad es que una vez leído este librito uno no puede dejar de pensar en el magnífico Años de vértigo de Philipp Blom (Ed. Anagrama) donde se plasma de manera magistral el aturdimiento y la confusión que supuso para los europeos el cambio de siglo XIX al XX y las consecuencias del mismo. Pues bien, el alegato de Hessel bien podría ser analizado como la incomprensión y sorpresa que la llegada del XXI está generando en los hombres del pasado siglo. ¡Indignaos! no se entiende sin una carga ideológica muy notable que se resiste a aceptar que las mentalidades actuales están mucho más basadas en la inmediatez y la rapidez de los conceptos que en la reflexión y la profundidad de las ideas, de ahí que aunque el libro haya tenido una enorme repercusión en Francia tengo serias dudas de su utilidad para explicar los fenómenos de hoy y mucho menos para alterarlos. De mucha más utilidad y profundidad para ahondar en la nostalgia de la centuria anterior me resulta Algo va mal del recientemente fallecido Tony Judt que editó hace unos meses Taurus. Se trata de un lúcido ensayo donde se analizan y sostienen todos los progresos de los que Hessel se hace eco en una encendida defensa (no carente también de críticas) de los modelos socialdemócratas y la denuncia de cómo la juventud de las últimas décadas ha renunciado a cambiar la realidad a través de la acción política. Pero es en este punto en el que la posición de ambos autores me resulta muy discutible, porque la desmedida nostalgia y el juicio tan negativo de la última etapa les impide ver los avances que en algunos campos como los derechos de la mujer, de los homosexuales, la conciencia ecológica… se han logrado y son importantes. Quizá se esté equivocando determinada izquierda al reclamar la vuelta a la ideología y a actitudes que es muy probable que hoy hayan sido superadas por cambios tecnológicos (por tanto de formas de vida) y sea ello una parte fundamental de lo que explica la sensación de vacío y derrota  que una parte del progresismo padece ante la evidencia de perdida de poder en todo el orbe occidental. Sin embargo la pregunta sigue siendo pertinente: ¿Qué es lo que nos ha llevado a una sociedad neoliberal que desde la absoluta desregulación y el culto a lo privado ha cosechado fracasos como las actuales circunstancias económicas que vivimos? Tengo serias dudas de que tan solo desde la ideología o la indignación podamos darle respuesta a esta pregunta, aunque sí que tengo la convicción de que la no indiferencia y la profundidad de las creencias son un sanísimo aunque insuficiente ejercicio para afrontar los cambios que inevitablemente van a acelerarse en detrimento de aquellos que no sean capaces de adaptarse.