No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

jueves, 26 de enero de 2012

Blanco bueno busca negro pobre de Gustau Nerín, La globalización de las inversiones en África de Adams Bodorno, Historia del Congo de Isidore Ndaywel è Nziem, y presente y futuro de África.

Gustau Nerín en este Blanco bueno busca negro pobre (Ed. Roca) no deja títere con cabeza aunque advierte ya en la introducción que su libro no es una crítica a los cooperantes, lo es al sistema de cooperación. ¡A partir de aquí sálvese quien pueda!:
“El continente africano es un inmenso cementerio plagado de proyectos abandonados: hospitales que nunca llegaron a ser inaugurados, letrinas que no se utilizaron, granjas de pollos que han durado tanto como las subvenciones, guarderías en ruinas que jamás han visto un niño, ordenadores viejos parados por falta de electricidad…”
Y es que mientras nos sentimos cada vez más orgullosos del papel de nuestras ONG (aunque no deberíamos) somos incapaces de sentir vergüenza por las políticas exteriores de nuestros países, denuncia el autor.
Cooperantes en núcleos urbanos gozando de excelentes chalets ajardinados con grandes medidas de seguridad o en zonas rurales disfrutando de las mejores casas de la comarca mientras los modernos todo terrenos de los organismos humanitarios se amontonan por las noches en los aparcamientos de los mejores restaurantes, son una parte esencial de este libro. Y no es una cuestión solo del cooperante, llega también al misionero:
 “Los conventos religiosos tienen cocinera, y los de monjas, chófer. Gastan lo que sea necesario (de las donaciones de los católicos o las subvenciones de alguna institución occidental) para disponer de un buen pozo con agua potable y un generador de luz. Mientras los lugareños permanecen a oscuras y cargan cubos de la fuente del pueblo hasta su casa para aprovisionarse de agua, a las mojas europeas, a pesar de su voto de pobreza, no les falta la electricidad y siempre pueden ducharse cómodamente.”
La lectura de este libro es trepidante, se realiza a una gran velocidad, casi tanto como el asombro que provoca su incontestable denuncia carente de toda corrección. Hay apartados que ilustran cada tema, como el que dedica al prototipo de cooperante que sitúa en José María Mendiluce, un personaje al que define en el “sentimentalismo llorica” que en su obra El amor armado (Ed. Planeta) plasma la reflexión intelectual basada en que los cooperantes son los protectores del sur legitimados por la bondad, ellos son los buenos, frente a los enemigos de siempre, los malos.
Durante la época colonial, los europeos pensaban que los africanos necesitaban médicos para el cuerpo, maestros para la mente y misioneros para el alma. Para lo demás, estaba la administración colonial. Pero una vez pasado todo aquello han proliferado las asociaciones “sin fronteras” dispuestas a dotar a África de todo lo que ellas producen convirtiendo la cooperación en un maravilloso negocio. Y es que por ejemplo, el 57% del presupuesto de las ONG españolas procede de fondos públicos, así que es fácil imaginar el mercadeo de puestos a “afines” que eso plantea, pero peor aun, a nivel planetario estas organizaciones suman diecinueve millones de asalariados y las diez primeras disponen de un presupuesto superior al de 65 países. Así no es difícil entender que los europeos están más interesados en hacer cooperación que los africanos en recibirla. Otra vez apunta Nerín a los misioneros cuando describe el comportamiento de un destacado directivo de los hermanos de La Salle en un país centroafricano repartiendo alimentos en su escuela tan solo cuando está presente la cámara. Pero ojo, hay para todos, el autor no duda en calificar a caravanas como la vinculada al Ayuntamiento de Barcelona secuestrada en noviembre de 2009 en el desierto mauritano como “caravanas de desvergüenza”. O peor aun respecto a los casos de corrupción en el mundo de la cooperación: “La tentación de robar es demasiado grande, especialmente cuando sabes que tu sociedad renuncia a controlarte porque te considera buena persona.” Demoledor, ¿no? Pues sigan leyendo.
“Más de dos tercios del dinero destinado a la ayuda oficial al desarrollo lo aportan cinco países: Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y Gran Bretaña. Estos utilizan la ayuda como una herramienta de política exterior: tratan de que les ofrezca el máximo de beneficios, a veces incluso a costa de crear perjuicios en los países que reciben su cooperación.” Sí, sí, Gustau Nerín le da al primer mundo, pero no duda en calificar a la cooperación latinoamericana como prepotente por sentirse en África la “élite del subdesarrollo”, y en ese grupo destaca a los cubanos a los que les sobra personal pero les faltan medios y así gestionan hospitales donde no hay una sola aspirina o peor, organizan sistemas de salud de todo un país sin haber pisado el terreno por falta de carburante para sus vehículos.
Pues bien, si la cooperación es un fenomenal negocio económico para los occidentales, también lo es político: armamento, golpes de Estado o intervenciones mercenarias a menudo van a las partidas de cooperación. Por no hablar de las reuniones, cursillos y seminarios donde se alecciona, cuando no corrompe, a los gobernantes y funcionarios africanos para que actúen como los Estados del Norte quieren. Y por cierto, también la acción de organizaciones internacionales como la ONU están plagadas de abusos e impunidad en el continente africano, por no hablar de la cooperación bilateral de los Estados del Norte: cuando los recursos de un país africano interesan al de Norte, la cooperación oficial obvia cualquier problema político interno o de violación de derechos humanos.
Aunque anecdótico, no me resisto a mencionar el apartado donde se cita la campaña anual del Domund que tan popular se hizo en España durante el franquismo y años posteriores. Pues bien, para asombro del lector, la diócesis española que más aportó por habitante en 1953 fue la de Guinea española, por no contar el importantísimo papel que tuvieron en las recaudaciones pro-Valencia de 1957 y pro-Barcelona de 1962. Ver para creer, la colonia hacía de cooperante.
También hay cifras, algunas vergonzantes, sacamos de África mucho más de lo que damos, como por ejemplo la salida de 148.000 millones de dólares en fugas de capital frente a los 25.000 millones en ayuda, y como no, la crítica se extiende a los abusos que los propios africanos se hacen entre si, que van desde brutales dictaduras a expolios generalizados.  
“A los países pobres solo se les ofrece una única posibilidad de futuro: imitar a Occidente. No se trata solo de extender el sistema sanitario, construir pozos o universalizar la enseñanza, es necesario reforzar el Estado, cambiar los modelos familiares, incrementar las exportaciones, alterar las redes de solidaridad, difundir nuevas creencias, estimular la productividad…”. “La estrategia del desarrollo constituye una agresión en toda regla contra las sociedades africanas. Y esta agresión se hace en nombre de la tecnocracia y de la ciencia del buen gobierno.” Yo no podía decirlo más claro.
En fin, Gustau Nerín en este Blanco bueno busca negro pobre llega a la conclusión de que cualquier intento de superar los problemas africanos va asociado a una reforma en profundidad de las relaciones Norte-Sur, y desde luego no al cambio de África en base a las doctrinas occidentales.

Un libro duro y polémico, con mucho de “antropología-boxeo”, tan cargado de razón como de generalidades, donde se echan en falta algunos actores importantes en las relaciones con África como China, pero que desde luego llama a la reflexión y a la movilidad crítica respecto a un mundo, el de la cooperación y las misiones, que goza de un alo mítico de buenas intenciones que no siempre se ajustan a la realidad.

El segundo libro que merece comentario es  La globalización de las inversiones en África (Ed. Los libros de la Catarata y perteneciente a la serie Casa África) de Adams Bodomo, (director del Programa de Estudios Africanos en la Universidad de Hong Kong, cito este dato porque es importante a la hora de entender algunas de sus tesis).
El autor parte de la premisa de que el control y regulación de la inversión extranjera en África se debe plantear desde una política bilateral en lugar de establecer relaciones multilaterales de inversión. Después de analizar el proceso histórico de las inversiones en África, advierte el cambio radical de paradigma que ha supuesto la presencia masiva de China en el Continente en un contexto de globalización.
Bodomo se pregunta por qué, después de tantos años de inversiones económicas directas de Europa en África el continente sigue siendo el más pobre del mundo. Su conclusión es que la causa está en la gestión de esas inversiones, en las fuertes condiciones socioeconómicas y sociopolíticas que han puesto los europeos y que han terminado por beneficiar al inversor en detrimento de los africanos. La solución pasa porque la Unión Europea separe política de inversión: “El camino a seguir es que Europa mitigue o incluso abandone completamente sus poco realistas condicionalidades de compromiso político y se dedique exclusivamente a la inversión en África”
China satisface en África más de un tercio de sus necesidades de petróleo, y a través de ello se ha introducido y cambiado por completo el escenario inversor del Sur. Y con éxito, sostiene el autor: “La negociación de condiciones simétricas, en lugar de la imposición de condicionalidades asimétricas; la creación de un nuevo lenguaje sobre la hermandad y la equidad de las relaciones; y más inversiones que ayuda.” Por el contrario se lamenta de la excesiva concentración en el petróleo y le pide diversificar para que estas inversiones supongan algo más que el 10% en las totales del gigante asiático.
El tercer inversor al que analiza es a la India, a la que reclama una mayor apuesta por la tecnología y la formación. Se lamenta que al igual que chinos, es habitual que las empresas de estos países lleven a sus propios trabajadores no formando y empleando a trabajadores nativos. Brasil, Rusia, Turquía, Indonesia, Venezuela, Cuba… entre otros también son analizados en el contexto de la globalización,  en algunos casos con una sorprendente ingenuidad.

En fin, Bodomo analiza el futuro económico africano desde un voluntarismo en el que se echa de menos el realismo de los análisis que se realizan sobre la misma cuestión desde Occidente. Y resulta curioso, porque debería ser al revés, pero sin embargo es valioso aporte una visión tan diferente y aunque la “amabilidad” con la que en este libro trata a China merecería una revisión, sería muy deseable que estos mensajes llegaran a un público lo más amplio posible.

Isidore Ndaywel es el autor de Historia del Congo, como el libro anterior editado en Catarata y en la serie Casa África. En realidad es una versión reducida de Nueva historia del Congo (con motivo del cincuenta aniversario de la independencia de la República Democrática del Congo),  y aunque los libros de historia fruto de la cooperación internacional y con visto bueno oficial puedan ofrecer reparos, este merece una mención, porque tendemos a ver el pasado de “nuestros patios traseros” con ojos occidentales y son necesarias las visiones autóctonas.
Historia del Congo es un extraordinario ejemplo práctico de mucho de lo que hemos leído anteriormente en este artículo, no solo por el repaso breve pero muy esclarecedor de la historia de aquella tierra (es difícil hablar de país en términos históricos aunque este libro lo intenta por todos los medios, a veces acientíficos) desde sus orígenes hasta hoy, que abarca desde los primeros asentamientos humanos hasta la actualidad. Por aquí pasarán los reinos de la cuenca del Zaire y sus relaciones con la lejana Europa, el descubrimiento de la región de los Grandes Lagos, por supuesto el brutal periodo de Leopoldo II, las guerras de ocupación, el mandato y martirio de Lumumba, “la ejecución fue el resultado de una metódica política de Bruselas, Nueva York y Washington que había contado con la complicidad de Kinshasa”, o las recientes e igualmente sangrientas dictaduras de Mobutu y los sucesivos conflictos que siguen manteniendo en la más absoluta inestabilidad al país.
Por motivos de espacio y por lo que nos ocupa, me limito a invitar al lector a un viaje que pasa por la creación de determinadas entidades identitarias, hasta la más cruda realidad histórica. Respecto al periodo que abarca desde el siglo XVIII a la primera mitad del XX:
“En primer lugar, la apertura de costas, que sentó las bases del desarrollo de la trata negrera. Después, la toma de posesión de los espacios del continente y, por tanto, de la cuenca del Congo. Y, finalmente, la iniciativa de construir un Estado autónomo en el corazón de la cuenca del Congo, que conduciría a la cesión de su gestión al reino de Bélgica. El Congo contemporáneo es fruto de esa trayectoria”.
A este libro le faltan aspectos críticos, pero merece la pena acercarse a la historia de uno de los países más emblemáticos del continente africano.

África merece una reflexión especial de los occidentales. Más allá de los espacios reservados a la responsabilidad colonial y la culpabilidad por siglos de expolio y explotación hay una realidad que supera con mucho las cuestiones humanitarias y que no puede ser abordada desde el paternalismo o la hipocresía que se esconden detrás de muchas de nuestras acciones. La presencia cada vez más evidente y voraz de China e India en el Continente, o la posible expansión de países emergentes como Brasil o Turquía abren el futuro a un mapa geoestratégico totalmente diferente al actual y donde África podría tomar protagonismo, aunque desgraciadamente me temo que no será para bien y que los próximos años no resolverán el orden caótico de unas fronteras impuestas por motivos coloniales, el imperialismo aderezado de paternalismo de gran parte de la cooperación internacional por no citar la insaciable pugna de intereses foráneos que mantienen y fomentan las luchas y los conflictos que asolan, destruyen y empobrecen todas las expectativas de cambio africanas.


TEMAS RELACIONADOS TRATADOS EN EL POLEMISTA:


El estado del mundo 2012 (Anuario Akal), y como entender el mundo actual.

http://elpolemista.blogspot.com/2012/01/el-estado-del-mundo-2012-anuario-akal-y.html

La próxima década de George Friedman y el futuro inmediato del mundo.


China, poder y fragilidad en Vanguardia Dossier (nº40), y las dudas sobre su futuro.


11-S, El mundo diez años después en Vanguardia Dossier (nº41), y ¿en qué hemos cambiado?


EN EL POLEMISTA HASTA 2012. (ÍNDICE COMPLETO 2011)







miércoles, 18 de enero de 2012

El paradigma digital de Manuel Gil y Joaquín Rodríguez, y el futuro del libro.

Hace cuatro años, Manuel Gil y Fco. Javier Jiménez hacían un verdadero ejercicio de “funambulismo editorial” con El nuevo paradigma del sector del libro (Ed. Trama) al diseccionar y analizar cada una de las partes que conviven en el universo editorial español. Ya entonces resultaba su propuesta tan novedosa como arriesgada, de hecho revisando hoy el texto sigue sin dejar indiferente más allá de la cantidad de cosas que han sucedido en el sector desde entonces.
Ahora aparece El paradigma digital de Manuel Gil (reincide) y Joaquín Rodríguez en la misma editorial y sin duda con similar vocación renovadora -y también provocadora- de su antecesor. Y es que si en el primero se advertía sin tapujos de la llegada de un tiempo nuevo para la edición en España que exigía grandes cambios, ahora se plantea de manera igualmente clara que la actual situación de dicha actividad no es tanto un mero cambio como una crisis estructural y sistémica: “La industria del libro en nuestro país adolece de opacidad e incomunicación, de ocultamiento y secretismo, síntomas todos, en general, de las industrias y sectores en retroceso y decadencia.”
Y es que El paradigma digital gira en torno a la idea de que la transformación de la era analógica a la digital no es tanto un mero cambio de formato en el producto libro (de hecho los autores  sostienen que ambos formatos, el digital y el papel convivirán pacíficamente cada uno en su espacio), sino que se trata de una transformación tecnológica absoluta que obligará a la reconfiguración total del mundo de la edición.
Ante el reto proponen la creación de nuevas formas de mediación entre autor y lector tomando en cuenta que ya no será el mediador tanto la editorial como Internet. El principio hasta ahora inamovible del editor que edita, el distribuidor que distribuye y el librero que vende ha llegado a su fin, el éxito de la editorial en la nueva era consistirá en su capacidad de influir en la Red y generar comunidades de interés y no tanto por su tamaño o facturación. En este sentido jugarán un papel determinante las redes entendidas como espacios de intercambio y no como mercados. Se puede entender así que el mundo actual de la distribución tiene menos futuro aun que el de las librerías, que tampoco se habrá llevado una alegría con la lectura de este libro:
“De los grandes mercados de masas, las librerías serán barridas en un plazo de tiempo más breve del que pensamos. Su futuro pasa por la especialización en mercados nicho de alta segmentación, y por la asociación con la edición independiente.” Y es que Manuel Gil y Joaquín Rodríguez no caen en la más mínima corrección al afirmar rotundamente que frente a los grandes libreros digitales la librería tradicional no tiene nada que hacer: mejores catálogos, sistemas de búsqueda superiores, capacidad de intercambio de opiniones y comentarios, métodos de envío, ojeo virtual previo del producto…en suma, “El Apocalipsis de las librerías no lo traerá la edición digital, sino su obstinación en vender productos de alta rotación que inevitablemente se desplazan hacia las grandes cadenas, que poseen un poder muy superior para canalizar y distribuir ese tráfico de vertiginosa velocidad y rotación.” “Las librerías que no se agrupen en cadenas y centrales de compras, y se apoyen en la edición independiente, desaparecerán.” Como ven, era mejor transcribir que contar.
Un punto esencial de la obra (aunque no por el espacio que ocupa) está en el tema del precio del libro, y no es un asunto menor puesto que Manuel Gil es un especialista en la cuestión además de un defensor a ultranza de grandes cambios al respecto (no hay más que seguir su blog antinomiaslibro). Respecto al precio del libro digital plantean los autores que debe bajar puesto que el abaratamiento del coste ronda el 30%, pero más interesante aun resulta la posición respecto a la política vigente de precio fijo del libro en España  (simplificando, que el mismo libro sea vendido al mismo precio en todo el territorio nacional, en todos los puntos de venta, ya sea una librería, una gran superficie o un quiosco o en cualquier época del año). Dicen Rodríguez y Gil: “En un escenario donde el usuario se verá invadido de contenidos, en muchos casos gratuitos y de enorme calidad, parece evidente que los sistemas de precio fijo carecerán de sentido y de valor, ni para el usuario ni para el punto de venta.”
Respecto al impacto sobre los derechos de autor y la propiedad intelectual la cuestión se hace espinosa cuando la reflexión gira en torno a la compensación justa que los autores deben recibir de la venta de un producto que se ha abaratado tanto en sus costes. Los autores apuestan claramente hacia arriba, en los máximos que la edición anglosajona estaría ahora pagando, en torno al 25% en el reparto de ganancias entre editor y autor.
De la piratería también podemos encontrar una perla que no sé como sentará a nuestro nuevo Ministro de Cultura: "El temor del editor no debe ser la piratería, sino la invisibilidad. De hecho, si te copian, estás haciendo algo bien."
Y no quiero pasar por alto la llamada que este libro hace a la sostenibilidad medioambiental de la industria editorial, las artes gráficas y la impresión, la distribución y la comercialización del libro: “Los editores nos abastecemos de tintas y papel, que convertimos en objetos que se reproducen industrialmente y se distribuyen mediante energías fósiles, yendo y viniendo sin sentido ni control de la imprenta al punto de venta y de allí al almacén.” Y el tema no es menor porque la industria papelera de la que se abastecen es la cuarta más contaminante entre todas las industrias y resulta esperanzador ver como en textos profesionales como este se llama la atención al respecto y además se incorporan, como es el caso, toda una gama de eco-herramientas para la edición verde.

En fin, al plantearme esta entrada de El Polemista pensé en añadir el delicioso Mario Muchnik, oficio editor (Ed. Aleph). Finalmente no lo he hecho por motivos de espacio y por que a pesar de versar sobre la edición, ambos plantean visiones casi antagónicas. Este lo dejaré para otra ocasión, pero no me resisto a citar sus soluciones como una llamada al idealismo editorial (extractos sacados de su conversación con Robert Laffont):
“Uno: ningún editor tiene en sus manos la posibilidad de pararle el carro a los grandes grupos editoriales, cada vez más grandes, cada vez más burros…
Dos: la literatura, y esto es un hecho, no una opinión, interesa a cada vez menos gente.
Tres: para dar de alta al buen libro, hoy en cuidados intensivos, hay que liberarlo de la economía…
Cuatro: la única vía de salida para el buen libro es que todos los agentes que intervienen en mantenerlo vivo trabajen sin afán de lucro, tanto el autor cuando lo escribe, como el editor cuando lo edita, el impresor cuando lo imprime, el distribuidor cuando lo entrega a los libreros y el librero cuando lo vende…
Un idealista apocalíptico, ¿verdad? Sigo siéndote sincero. Ya ni siento ganas de contar cómo va mi editorial. Va mal. Pero ya ves, aun sin ganas sigo siendo un editor.”

Definitivamente El paradigma digital se presenta como un libro necesario aunque solo sea como reflexión de la actualidad y del futuro del libro. Pudiera parecer esta obra un ejercicio de realismo pero no siempre lo es, abundan las buenas intenciones y una fe desmedida en el futuro, como si el progreso fuera algo imparable, pero lo que es seguro es que Manuel Gil y Joaquín Rodríguez van a molestar al establishment del mundo editorial y a ofrecer una alternativa diferente al sector de la edición que vive los últimos días de un tiempo pasado. Precisamente la temporalidad es el punto débil de este libro, la volatilidad y la velocidad de todo lo que acontece a la edición hacen de El Paradigma digital una lectura aquí y ahora.



Temas relacionados tratados en EL POLEMISTA:








miércoles, 11 de enero de 2012

El estado del mundo 2012 (Anuario Akal), y como entender el mundo actual.

Un año más (y van casi tres décadas) la editorial Akal nos trae el que probablemente es el mejor de los anuarios editados en España (originariamente francés). Más allá de la utilidad de disponer de todo dato o estadística para analizar la realidad, esta verdadera enciclopedia de la actualidad aporta toda una serie de artículos desde donde diversos especialistas desglosan todos los aspectos del mundo actual. Y más allá de ser evidente la posición ideológica de los analistas –claramente situados en la izquierda- el interés de estos artículos es indiscutible para cualquiera que quiera leer una explicación y su consiguiente reflexión sobre el tiempo que vivimos.
El estado del mundo 2012 ha sido dirigido por Bertrand Badie y Dominique Vidal, y cuenta con casi una treintena de artículos aclaratorios sobre diversos aspectos del mundo actual previo al análisis pormenorizado continente por continente y país por país. Dada la imposibilidad (por motivos de espacio) de referirme a todos ellos destacaré algunos:
Cuando lo social desafía a la política y estremece lo internacional es el descriptivo título con el que Bertrand Badie inicia la serie. En el analiza las llamadas primaveras árabes y el papel que en ellas han tenido sociedades allá donde se creían desmovilizadas, impotentes y fragmentadas. “Así, pues, se agrava la distancia entre el tiempo social y el tiempo político, entre una exigencia creciente de participación y un juego político que ya no está en contacto con la realidad social.” Si bien el análisis en ese punto es impecable desde una visión hegeliana de la sucesión en la lucha por las libertades no lo es tanto en la conclusión de Badie que se muestra claramente optimista en ese sentido. Como ya he escrito en varios artículos de El Polemista sobre el asunto no comparto esa extrapolación de conceptos del mundo occidental al islámico y soy pesimista por cuanto creo que la movilización árabe acabará siendo un rechazo de lo político en favor de lo religioso. Más radical resulta el artículo de Jean-Marie Cléry que celebra la llegada de la democracia a países como Egipto por la oposición que ello supondrá al que él denomina “yihadismo de Israel” patrocinado por EEUU. Los hechos han dejado claro que la revuelta egipcia y tunecina han servido para algo tan antidemocrático como la inminente aplicación de la sharia a manos de grupos como Hermanos Musulmanes o Tabligh.
Otro artículo de notable interés lo escribe Dominique Vidal. Se trata de un repaso al estado de los diferentes grupos de la extrema derecha europea. Respecto al caso del apoyo que Marine Le Pen goza entre las clases trabajadoras y que podría ser válida para otros países la reflexión no tiene desperdicio. Respecto de las clases más desfavorecidas: “De ahí el sufrimiento insoportable, que engendra un repliegue en si mismo, en el que solo subsiste la identidad primitiva, resultado de los lazos primarios, familiares, comunitarios. Así se explica que pueda surgir el otro, el enemigo (o el traidor) de mi comunidad, de mi grupo cultural, simbólico o humanitario.” Así, la manipulación de los miedos y las dudas que en grandes sectores de la sociedad ha suscitado la fluctuación de las identidades y la aparición de minorías es la forma en que la extrema derecha ha conseguido calar políticamente y ahora además cuenta con la ventaja del descrédito de todo discurso político.
Contra la omnipotencia de los agentes privados en el orden económico carga Jean-Christophe Graz. Después de lamentar las nulas reformas llevadas a cabo para mitigar el problema llega a una inquietante conclusión: “Dada la situación, la torpeza financiera puede transformarse fácilmente en resistencia activa. En esta ocasión, la silenciosa revolución islandesa se ha hecho a expensas de los todopoderosos agentes privados del orden económico mundial”. Resulta evidente que Graz no es uno de los muchos ahorradores y pensionistas que han visto como el impago de sus depósitos o planes de pensiones les ha dejado en la ruina. La ocurrencia de “seguir el modelo islandés” ha tomado inexplicablemente forma en cierta parte de la izquierda radical y corresponde más al auge de los populismos que a ninguna lógica económica.
No hay ningún tema que se quede fuera de este anuario. Paul Jobin y A.Thébaud-Mony denuncian como las empresas del sector nuclear han huido hacia delante de las catástrofes acaecidas justificándose en los empleos que proporciona la energía nuclear y la menor dependencia energética del petróleo, cuando, matizan, los desplazamientos, operaciones de transporte, enfriamiento y explotación lo contradicen. Todo un alegato antinuclear. Y en la misma línea ecologista Nicolas Haeringer celebra que ante el hundimiento de las diferentes cumbres sobre la cuestión climática, se están produciendo nuevas vías de negociación y creación de movimientos con la aparición de nuevos agentes ecológicos capaces de organizar foros paralelos a las mega cumbres donde no hay posibilidad real de acuerdo. Destaca CJN! (Climate Justice Now!) y CAC (Campamentos para la Acción por el Clima).
Como no podía ser de otra forma los artículos sobre la situación económica abundan; Stéphane Paquin advierte de lo insuficiente de las reformas que el Fondo Monetario Internacional ha acometido para lograr la confianza de las economías emergentes por culpa del veto de facto que conserva EEUU y el exceso de representación europea, y Jacques Le Cacheux desde el más puro keynesianismo previene de las consecuencias de la austeridad presupuestaria sobre el crecimiento, y respecto a los costes del endeudamiento público es pesimista: “Así, la amenaza que pesa sobre los acreedores privados –bancos e instituciones financieras, en su mayor parte- (esos mismos responsables del sobreendeudamiento) los vuelve más desconfiados y los incita a exigir primas de riesgo aun más elevadas, lo cual, al debilitar un poco más a los prestatarios, contribuye a hacer crónica la debilidad del sistema.”
Los malabares peligrosos de las relaciones internacionales son importantes también en este libro, por citar una:
Regís Genté analiza los de Turquía, por un lado en su acercamiento político a Rusia con la finalidad de imponerse como agentes regionales ineludibles, el comercial con el Caúcaso y Asia Central, o el energético donde intenta equilibrar su dependencia de Rusia con sus apoyos occidentales y sus negociaciones con Irán e Irak.
En fin, esta es solo una mínima muestra de lo que puede dar una obra como esta que cada año deja más espacio al análisis y menos a la estadística, pero no por no aportar en ese sentido, si no por enriquecer un anuario que además acompaña unas claves que harán al lector acceder a una página Web donde podrá consultar los datos, gráficos o estadísticas de los últimos años.
Muy útil pues está herramienta a la que, más allá de su posicionamiento con el que se puede estar más o menos de acuerdo, solo ponerle el “pero” de su formato, originariamente pensado para el análisis por países y que ahora obliga a una lectura intensa en un tamaño que ofrecerá dificultad al lector que no disponga de plenas facultades en su vista.


TEMAS RELACIONADOS TRATADOS EN EL POLEMISTA:


 2011, La Revuelta árabe en Vanguardia Dossier(nº39) y el estado de la cuestión.


China, poder y fragilidad en Vanguardia Dossier (nº40), y las dudas sobre su futuro.



11-S, El mundo diez años después en Vanguardia Dossier (nº41), y ¿en qué hemos cambiado?



La próxima década de George Friedman y el futuro inmediato del mundo.



La revolución del Tea Party de Kate Zernike, y el auge de los populismos.




EN EL POLEMISTA HASTA 2012. (ÍNDICE COMPLETO 2011)



lunes, 2 de enero de 2012

El declive de Occidente en Vanguardia Dossier (nº42), y el ¿nuevo? orden internacional.

El declive de Occidente es el título que los responsables del monográfico Vanguardia Dossier han decidido ponerle a su último número. Y lo resalto porque el tema es tan controvertido y está tan poco claro que puede llevar a engaño porque un cambio de ciclo no necesariamente implica un ordenamiento del poder completamente distinto.
Ian Morris abre la revista explicando como siendo las mismas diferencias genéticas las que el Homo sapiens presenta en todo el planeta y por tanto no hay causa biológica alguna en el porqué del dominio actual de Occidente sobre el mundo, sí hay una causalidad basada en la geografía: “Si bien el mundo se calentó al final de la edad de hielo, en una franja de latitudes afortunadas que se extendía a través de Eurasia desde el Mediterráneo hasta China se desarrolló la agricultura antes que en otras partes del mundo.” Este hecho es fundamental, porque será en esas latitudes afortunadas donde se crearán ciudades, estados e imperios. “Hasta alrededor del año 500 de la era cristiana, el extremo occidental de Eurasia se aferró a su ventaja inicial, pero después de la caída del imperio Romano y de la dinastía Ham, el centro de gravedad se desplazó  hacia el este, a China, donde se mantuvo durante más de un milenio.” Morris sostiene que hasta 1700 no se regresó de nuevo hacia el oeste donde los occidentales crearon una economía atlántica que les llevaría a una revolución científica, una Ilustración y una revolución industrial que los haría dominadores del mundo. Sin embargo la geografía está “perdiendo significación” porque a finales del siglo XX la economía global dominada por EEUU varió la valoración de los recursos asiáticos. Japón primero, pero después los “tigres asiáticos” y finalmente India y China pasaron a ocupar lugares muy importantes en la economía mundial. Es por esto por lo que el autor sostiene que de seguir los cambios al ritmo del siglo XX el dominio global del Este mundial llegará en el año 2100, aunque lo sitúa en el 2050 de seguir acelerándose el proceso. Este artículo, aunque muy discutible en alguna de sus premisas resulta de un enorme interés.
También lo tiene el que el historiador Niall Ferguson despliega en torno a la pregunta: “¿Por qué Occidente llegó a dominar no solo China sino el resto del mundo a lo largo de cinco siglos después de que fuera construida la Ciudad Prohibida?” Y ha llegado a la conclusión de que son seis las innovaciones revolucionarias que lo explican:
La competencia, en el seno de cada estado existían múltiples entidades corporativas  que competían entre sí.
La revolución científica, desde el XVII todo gran descubrimiento se ha hecho en Occidente.
El gobierno de la ley y el gobierno representativo basado en los derechos de propiedad y su representación.
La medicina moderna prácticamente copada en los últimos siglos por occidentales.
La sociedad de consumo, el aumento a través de la tecnología de la productividad y demanda de productos.
La ética del trabajo, la combinación de labor intensiva y extensiva con el ahorro para así permitir la acumulación de capital.
Sin embargo en los años 50 del siglo XX un creciente grupo de países asiáticos sigue a Japón en su imitación del modelo industrial de Occidente y, aunque la competencia y el gobierno representativo no destacaban en ellos, sí lo hacía la atención prioritaria a la ciencia.
El autor no se atreve a dar un pronóstico a futuro pero sí advierte que China ya no es un aprendiz y que su modelo se resume así: “Consumir más, importar más, invertir más en el extranjero e innovar más”. Como decía antes es un análisis de gran interés pero como el anterior pasa por alto elementos esenciales de la geoestrategia que sin duda serán determinantes en el devenir histórico.
Joseph Samuel Nye, Jr. tiene una visión más práctica de la cuestión, no en vano cumplió en su día como vicesecretario de defensa de EEUU más allá del impresionante bagaje como académico y especialista en relaciones internacionales que presenta. Su tesis es fácilmente resumible por él mismo: “Estados Unidos no se encuentra en un declive absoluto, y en términos relativos, existe la razonable probabilidad de que es posible que siga siendo un país más poderoso que cualquier Estado concreto por sí solo considerado en las próximas décadas. Al propio tiempo, EEUU habrá de hacer frente a un aumento de instrumentos de poder de muchos otros países –tanto de estados como de actores de la escena internacional que no son estados- . Hará frente a un número creciente de cuestiones en las que obtener nuestros resultados preferidos requerirá tanto ejercer el poder con otros como sobre otros.”
Sigue analizando los procesos actuales que vive el país norteamericano Walter Laqueur para concluir que el Tea Party, aun siendo un movimiento que se basa en una lectura integrista de la Constitución y un gobierno de mínimos que nunca llegará por su radicalidad a formar un movimiento de masas, sí es parte de la corriente de carácter mundial que conecta con los indignados contra el sistema. Laqueur tiene una visión más o menos comprensiva con estos movimientos populistas de derechas y de izquierdas (también trata al Occupy Wall Street) que desde luego no comparto, la generalización del sentimiento de descontento sin matices como explicación a estos fenómenos no es más que una posición comprensiva hacia el populismo como solución.
Un sociólogo de la talla de Michel Wieviorka siempre es de agradecer en sus análisis. En su línea más o menos habitual de dura crítica a los sistemas políticos europeos denuncia que si bien la crisis ha sacado a la luz un aberrante sistema de créditos en bancos e instituciones hay una serie de problemas anteriores que empezaron a perfilarse hace varias décadas; se trata del agotamiento de una dinámica dominada por el neoliberalismo y el rechazo de la regulación y la reglamentación de todos los sectores. Advierte además de cómo la crisis exacerba tensiones asociadas a las identidades, especialmente las religiosas y nacionalistas y concluye: “Al tiempo que la crisis crea un clima de aliento a quienes desean la vuelta al proteccionismo, el fin de los estados nación, el repliegue sobre ellos mismos o, en términos más nuevos, una desglobalización, ofrece una ocasión para pedir en un mismo impulso una apertura mundial y más regulación en materia económica, financiera, pero también jurídica.” Artículo este de gran interés aunque personalmente veo difícil encaje en el contexto internacional los conceptos de apertura y regulación tal y como los plantea Wieviorka.
Al borde es el título del artículo de Robert Skidelsky. En él, este gran economista plantea abiertamente la “quiebra del paradigma dominante de la escuela de Chicago” (esto no sé si al neoliberalismo dominante le hará mucha gracia) y vuelve a situar en primer plano el debate de los años treinta entre Hayek y Keynes. El autor plantea que adaptando la visión del primero a nuestros días, la crisis sería consecuencia de haber financiado la “mala inversión” con crédito y no mediante ahorro. La caída sería pues la liquidación de las inversiones poco seguras. Al contrario, Keynes sostendría que la insuficiente inversión es la causa del desastre y el endeudamiento es una consecuencia de ello, no la causa. El autor no toma partido, pero en las diferencias descritas subyace el debate entre austeridad y estímulo. Skidelsky expone con claridad como una política económica basada tan solo en los recortes impide el crecimiento, la única vía de prosperidad económica, pero los escenarios son diferentes según países y si bien para China la base de su crecimiento está en el bajo consumo y la alta exportación -este último punto lo comparte con Alemania a la que el autor considera responsable del fracaso de la euro zona -, en el caso americano el ajuste requiere romper con la economía basada en el crédito. En resumen, que mientras EEUU deberá consumir menos y exportar más, China y Alemania deberán exportar menos y consumir más. Este economista es moderadamente optimista y espera que se imponga la sensatez para evitar la retirada desordenada y amarga de la globalización que pudiera despertar los fantasmas políticos y económicos de los años treinta con las consecuencias conocidas por todos.
Otro historiador que aparece en este número de Vanguardia Dossier es el estadounidense Marc Levinson: el contrato social firmado después de la II Guerra Mundial basado en el Estado de bienestar y la economía social ha caducado, por lo que es necesario redactar uno nuevo que se ajuste a la velocidad de los cambios tecnológicos, la intensa competencia, la elevada movilidad de los trabajadores y la disminución de la población.
Preocupado por el desarrollo tecnológico se muestra Ian Brinkley, que sostiene que en la innovación se encuentra el camino de la recuperación aunque también se pregunta si Occidente está preparado para exportar servicios basados en la tecnología del conocimiento y dejar de depender de las importaciones de productos elaborados.
Dos artículos más: Minxin Pei es el autor de El capitalismo de Estado y la democracia de mercado en China. Tan interesante como inquietante: en los años 60 y 70 países como Taiwán, Corea del Sur y Singapur aplican este sistema que supone una mezcla de represión, intervención del gobierno y crecimiento centrado en la inversión y las exportaciones. China se suma a este grupo en la década de los 90 con evidentes resultados. Sin embargo si bien el modelo impulsado por la inversión ofrece un crecimiento económico más rápido, no se puede sostener ya que genera costos sociales, medioambientales y desequilibrios macroeconómicos insostenibles. Y curiosamente en China ese rápido crecimiento ha alimentado, no reducido, las tensiones sociales y políticas. El autor sostiene que estancado Occidente, China tendrá que encontrar demanda para sus productos en el propio país, y este crecimiento espectacular del consumo implica una revolución económica a base de creación de redes y sistemas de seguridad social, privatizaciones, aumento de salarios, cambios en el sistema financiero… que si bien asegurarán el crecimiento chino en las próximas décadas, pero significará también el final del capitalismo de Estado autocrático, toda una tragedia para el Partido Comunista. En este artículo se echa de menos una consideración sobre las consecuencias de una inestabilidad política en un país con las desigualdades y complejidades de todo tipo como China y si estas no podrían suponer un estancamiento cuando no un retroceso en su crecimiento.
A parte de las secciones habituales de la revista de libros, viajes, cine… y de los más que interesantes gráficos que a lo largo de sus páginas se suceden, destaca el último de sus artículos a manos de uno de los mejores y más originales historiadores españoles: José Enrique Ruiz-Domènec. La comparación, breve aunque detallada de las similitudes entre el actual periodo histórico y el de la última etapa del imperio romano no tiene desperdicio e incluye desde los acontecimientos históricos propiamente dichos (Adrianópolis sería la primera agresión real al interior del imperio como lo ha sido nuestro 11 de septiembre neoyorquino), hasta las políticas económicas (el besante sería lo que hoy es el dólar y solidus aureus nuestro euro), como aquellos persas sasánidas que gozaban de un prodigioso crecimiento económico sería un fenómeno similar al que hoy vivimos con China. En ambos casos, termina el autor, la producción avanza por encima del consumo. “Ambos colosos tienen los pies de barro”.
Indiscutiblemente Vanguardia Dossier es uno de los mejores monográficos de la prensa española y este número lo demuestra fielmente.


TEMAS RELACIONADOS TRATADOS EN EL POLEMISTA:

2011, La Revuelta árabe en Vanguardia Dossier(nº39) y el estado de la cuestión.


China, poder y fragilidad en Vanguardia Dossier (nº40), y las dudas sobre su futuro.



11-S, El mundo diez años después en Vanguardia Dossier (nº41), y ¿en qué hemos cambiado?



La próxima década de George Friedman y el futuro inmediato del mundo.



La revolución del Tea Party de Kate Zernike, y el auge de los populismos.



Catalunya, España. Encuentros y desencuentros de José Enrique Ruiz-Domènec, y la desafección creciente.



EN EL POLEMISTA HASTA 2012. (ÍNDICE COMPLETO 2011)

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