No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

viernes, 29 de junio de 2012

México en la encrucijada en Vanguardia Dossier (nº 44), y, ¿hacia delante o hacia atrás?

Un número más de Vanguardia Dossier en El Polemista, y ya son varios, pero es cierto que resulta difícil no darle el interés que tiene.
Esta vez es México el país que merece el estudio, y tiene su lógica cuando aquel país se enfrenta a un proceso electoral que sin duda marcará un antes y un después.
No comienza optimista Soledad Loaeza en el artículo que da nombre al monográfico, porque, dice, que los problemas acuciantes de México están pendientes desde las dos últimas décadas. Estos serían la debilidad de aparatos de seguridad pública, la mediocridad de las tasas de crecimiento económico, la pobreza en más de 50 millones de personas, las tasas de paro juvenil y la legislación laboral, el mal sistema educativo y la corrupción. Es por eso que los mexicanos necesitan reconstruir su Estado, aunque los viejos actores del régimen autoritario ejercen una férrea resistencia a ello, y pone como ejemplo los grandes sindicatos como el de trabajadores petroleros o el magisterial que han logrado defender sus privilegios sin modificar sus estructuras antidemocráticas tan tendentes a la corrupción. Peor aun, las reformas liberalizadoras han contribuido a generar su propia clase de empresarios, incluidos los inversionistas extranjeros que intervienen activamente en el proceso de decisiones en defensa de sus propios intereses.
La autora ve con preocupación la actual lucha electoral, ya que considera que “ha exacerbado las diferencias políticas de la sociedad y ha hecho que aumenten las dificultades para resolver, a través del acuerdo y la negociación, los múltiples problemas que aquejan a los mexicanos”. Y es que si las encuestas se confirman el Partido Revolucionario Institucional, el viejo y autoritario PRI, estaría a punto de volver al poder a causa del creciente descontento de la ciudadanía con los gobiernos del régimen democrático. Termina eso sí con una mínima esperanza: “La movilización estudiantil es la única luz que se ha encendido en el túnel”.
A cuenta de esta muy probable vuelta del PRI al poder Denise Dresser apunta en la misma dirección y compara al candidato priista, Enrique Peña Nieto con Putin, una especie de solución de estabilidad y control frente a las sensaciones de anarquía, debilidad e inseguridad que han ofrecido los anteriores gobiernos democráticos.
“El PRI y sus bases son, por definición, el “partido del no” porque constituyen la principal oposición a cualquier cambio que entrañaría abrir o remodelar el sistema que ellos mismos concibieron y del cual viven.” Y es que estos beneficiarios del statu quo tienen un pacto tácito para que nada cambie. Tampoco la opinión de Dresser es mucho mejor respecto al resto de candidatos.
El analista Sabino Bastidas Colinas sitúa entre 1977 y 1994 el asiento de las bases de una democracia plural en México que permitieran en aquel 1994 la celebración de las primeras elecciones abiertas y democráticas. Sin embargo: “las oligarquías económicas, el corporativismo y las tres burocracias partidistas concentran el poder político y son los verdaderos gestores de una democracia que no avanza y que los mexicanos la viven con un poco de acidez.”
Desde la Ciencia Política el análisis de Francisco Valdés Ugalde incide en la permanencia de estructuras del régimen autoritario anterior en el constitucional vigente con perversas consecuencias sobre la democracia electoral. “Mientras que el ciudadano se vuelve una figura actuante en el sistema electoral y de partidos, sus representantes electos, una vez que llegan al ejercicio de sus cargos quedan presos de un régimen construido para gobernar autoritariamente.”
La estructura política del Estado Mexicano es el objeto del artículo que firma José María Serna de la Garza. La crítica se basa en la centralización política que desde el siglo XIX ha ido en aumento hasta nuestros días dando como resultado un Estado formalmente federal pero realmente muy centralizado donde las instituciones federativas tienen muy poco margen de maniobra, un patrón que se repite entre estas y sus municipios.
La segunda parte de este numero 44 de Vanguardia Dossier está dedicado a la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) que con sus más de 20 millones de habitantes acoge al 18% de la población del país.
Rolando Cordera Campos explica como la desigualdad marca la historia mexicana, y es que en aquel país el 10% de la población concentra el 41,3% de la renta nacional. El autor aboga por una reforma social del Estado como condición esencial para el desarrollo y la consolidación democrática.
Un especialista en interculturalidad y asuntos indígenas como Juan Pablo Vázquez Gutiérrez trata los dilemas del multiculturalismo, asunto inexcusable en este México en la encrucijada porque los cerca de 16 millones de indígenas integrados en 64 grupos étnicos son la mayor población amerindia de toda América Latina. Y comparados con el conjunto de la población del país, los indígenas no solo son los más pobres, también son los más discriminados. Del 11,2% de los mexicanos que se encuentran en situación de pobreza multidimensional extrema, el 75% son indígenas. Y el alto grado de conflictividad que presenta la problemática indígena quedó patente en 1994 con el levantamiento armado de Chiapas. Y es que como dice el autor: “en México sigue prevaleciendo una cultura discriminativa que no se reconoce a si misma como racista y etnocéntrica.”
La delincuencia es otro grave problema de la realidad mexicana. Lo trata Luis Astorga. Allí, el tráfico de drogas ilegales ha ido de la mano de la política desde los tiempos de la Revolución Mexicana y así continuó durante varias décadas en el Estado post-revolucionario. Los traficantes fueron de esta forma simultáneamente contenidos, extorsionados, controlados y protegidos por la seguridad del Estado, pero el desmantelamiento del aparato político-policiaco en los años 80 y el proceso de democratización y la reconfiguración del poder político junto con el crecimiento del mercado de drogas en todo el mundo provocó un cambio en la relación de subordinación y los traficantes empezaron a adquirir una mayor autonomía respecto al poder político. Así surgieron las posibilidades para el crecimiento del mercado interno y la consiguiente violencia entre las organizaciones criminales y de estas contra el Estado y la sociedad civil. Astorga concreta: “Los partidos políticos con posibilidades de poder tienen tres opciones frente a las poderosas mafias: hacer frente común para aplicar la ley, establecer relaciones estratégicas con los grupos criminales o simplemente no hacer nada.” El autor rechaza las dos últimas por suponer la consolidación de las relaciones autoritarias y la corrupción en detrimento de la población.
El crimen organizado, una amenaza descomunal, un Estado rebasado es el descriptivo título del análisis de Jorge Chabat. El análisis del proceso histórico que ha llevado a México a su situación actual tiene bastantes puntos de coincidencia con el anterior, aunque no tanto la conclusión. Partiendo de una realidad tan problemática como es la corrupción de un gran número de autoridades locales y de parte importante de la población a través de la combinación de amenazas y sobornos afirma que los instrumentos institucionales deficientes con los que se ha contado hasta ahora no funcionarán a corto plazo. “En el largo plazo, si las reformas institucionales en proceso funcionan, el crimen organizado podrá ser regresado a su etapa predatoria en un plazo de ocho o diez años. Mientras tanto, México y la comunidad internacional tendrán que acostumbrarse a convivir con esta amenaza a la seguridad.”
Más optimista es Manuel J. Molano a la hora de tratar la economía mexicana. Y es que a pesar de que la tasa de crecimiento promedio no ha sido superior al 3% en las tres últimas décadas, México presenta una perspectiva brillante comparable a sus competidores los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). En efecto, con una productividad mayor que la de los países emergentes (aunque no crece a la velocidad que lo hace en estos) México salió relativamente bien librado de la recesión 2009-2011 a pesar de su dependencia del mercado estadounidense. Pero no todo son luces:
“A corto plazo, los riesgos para la economía mexicana están en la resolución de la crisis de crecimiento y deuda pública por las que atraviesa Europa y que plantean posibles vías de contagio al otro lado del Atlántico.” La primera de ellas sería la posibilidad de los bancos españoles, BBVA y Santander que tienen operaciones relativamente sanas en el país tuvieran que “repatriar utilidades”. La segunda estaría en una hipotética venta de operaciones de los bancos europeos en México, con la lógica incertidumbre respecto al valor real de los mismos, y la tercera vía de contagio estaría en una posible “expansión del crédito” de los bancos europeos que operan en el país.
De cualquier forma, superando entre otros los problemas de regulación, la debilidad del gobierno a nivel local y su incapacidad para recaudar, el bajo nivel educativo de la mayor parte de la población económicamente activa… y una propuesta, la del autor tan neoliberal como discutible, “cambiar sustancialmente la tasa de crecimiento si el ímpetu del Estado le da aliento a los segmentos de la sociedad que no viven de las rentas y si la política pública hace que las rentas sigan reduciéndose hasta ser irrelevantes”, México, a juicio de Molano, podrá seguir creciendo.
Además de las habituales secciones de Vanguardia Dossier de historia, libros, viajes, cine… las relaciones internacionales del país son debidamente tratadas.
Jorge A. Schiavon analiza la “relación especial” que les une con Estados Unidos, y es que como dice su autor, la mayoría de los asuntos mexicanos están directa o indirectamente ligados a su vecino:
“La asimetría de poder ha marcado la agenda de las relaciones entre EEUU y México, que se ha visto obligado a contener la hegemonía del norte para poder maximizar su soberanía nacional.” Y es que las diferentes percepciones e intereses que se tienen sobre ciertos temas –migración, narcotráfico, soberanía y seguridad entre otros- hacen que sea la relación difícil. Y aunque la cooperación es inevitable, Schiavon aboga por regularla para asegurarse el beneficio para ambos países y el respeto a las leyes mexicanas. Se trata pues de maximizar los espacios de autonomía soberana y contener la hegemonía norteamericana.
El papel de México en América Latina lo trata Leonardo Curzio para concluir que deben asumir la pérdida de peso en la región a causa de la combinación de aciertos externos e inmovilismo nacional, y aunque posee una balanza comercial de primer orden está concentrada en Estados Unidos.
Por último, María del Consuelo Dávila Pérez hace recuento histórico de las relaciones entre mexicanos y españoles desde la independencia de los primeros en 1821 aunque no reconocida por los segundos hasta 1836. Tras el repaso a grandes trazos de lo que ha sido la relación hasta nuestros días la autora cierra con una sentencia que comparto en el deseo aunque no soy tan optimista dada la situación por la que me temo varias multinacionales españolas van a padecer en el continente americano:
“Se trata de dos naciones hermanadas por la fuerza de sus lazos históricos y unidas culturalmente, que poseen un espacio sólido en común que permitirá la continuidad de sus relaciones bilaterales a largo plazo.”

En fin, este último número de Vanguardia Dossier es un medio excelente para acercarse a la realidad de un país tan fascinante como México, máxime cuando en los próximos días va a afrontar un reto político de la trascendencia como es devolver el poder a un partido que nunca lo obtuvo democráticamente y que aun arrastra numerosas rémoras del pasado.
Por otra parte es difícil prever el futuro de un país tan dependiente del exterior en lo que a la economía concierne, pero lo que es seguro es que la cuestión es apasionante y no conviene perder detalle de lo que ocurre en tan entrañable país.




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jueves, 21 de junio de 2012

La energía después de Fukushima de Cristina Narbona y Jordi Ortega, y, el debate que no se puede posponer.

Sin duda es el momento de hablar del futuro energético a pesar de que un año después de la catástrofe nuclear de Fukushima seguimos sin saber las consecuencias reales de aquel desastre. En realidad, las de su antecesor, Chernóbil, tampoco las conocemos casi tres décadas después, y no deja de ser curioso que si entonces los silencios y los secretos se explicaban por la naturaleza totalitaria del régimen soviético, hoy, una democracia moderna y absolutamente consolidada como la japonesa evidencia que la cuestión nuclear es inseparable de la ocultación sistemática de la realidad.
Dejo por delante que mi posición al respecto se sigue basando en la duda y que como ya sostuve en su día en El Polemista al comentar el excelente El espejismo nuclear de Marcel Coderch (http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/03/el-espejismo-nuclear-de-marcel-coderch_27.html) este asunto hay que empezar a tratarlo abiertamente y sin prejuicios.
La energía después de Fukushima (Ed. Turpial) es todo un alegato antinuclear y una apuesta decidida en defensa de las energías  renovables.
Después de abrir con una útil cronología los autores intentan desmontar los argumentos que habitualmente sirven para justificar la energía nuclear: Ni barata, ni limpia ni segura. Respecto a cual es su coste: “incalculable. Porque incalculables son los costes asociados a garantizar la seguridad del funcionamiento de las plantas y el mantenimiento de los residuos radioactivos generados por las mismas; salvo que sigamos aceptando que la reparación de los efectos devastadores de un eventual accidente, a lo largo del prolongadísimo ciclo de vida de esta energía, debe ser asumida por el conjunto de los ciudadanos, es decir, socializada.”
Tampoco es limpia según Cristina Narbona (ex Ministra de Medio Ambiente de España) y Jordi Ortega (reputado especialista en Cambio Climático y Sostenibilidad). Mientras que los defensores de lo nuclear sostienen que esta energía no emite CO2 y así contribuye a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, los autores sostienen que tanto la extracción de uranio como el transporte y el almacenamiento son emisores de CO2 entre otros gases contaminantes, pero sobre todo generan residuos radioactivos de altísima peligrosidad, ya que los isótopos radioactivos son la forma de contaminación más destructiva y duradera conocida.
Y respecto a la seguridad los hechos tienen nombres y apellidos, Three Mile Island, Chernóbil y Fukushima. Y los riesgos potenciales hoy ya nadie puede negarlos.
El terremoto que el 11 de marzo de 2011 sufrió Japón y las consecuencias que el posterior tsunami generó en la central nuclear de Fukushima cubre un espacio importante en este libro, como no podía se otra manera. Y algunas de las conclusiones podrían generar discusión: “En realidad, la causa del accidente nuclear de Fukushima no fueron el terremoto y el tsunami. Estas catástrofes naturales provocaron una pérdida prolongada de suministro eléctrico, algo que hubiera podido producirse por otras razones, naturales o humanas: un atentado terrorista, un fallo técnico debido a errores en la gestión de la planta, un sabotaje, una inundación causada por tormentas…”, y tampoco falta el mensaje ideológico no menos discutible: “ Los mismos ingenieros financieros que sostenían haber dominado los riesgos mediante sofisticados productos financieros y que han desarrollado una estrategia de minimización de los riesgos idéntica a la de la catástrofe de Fukushima, frente a la que los ingenieros nucleares se esforzaron en mostrar que todo estaba bajo control, a pesar de las evidencias.” Los autores no dudan en calificar a Fukushima como un “Chernóbil a cámara lenta”  aunque esperan de ello que sirva para un cambio de paradigma ahora que hay alternativas renovables que ya no son una utopía.
Y es que justamente lo que ha cambiado tras el desastre nipón no es el riesgo en sí, sino la percepción que la sociedad tiene de él. Aun así esa percepción no es igual en todas partes, de hecho en los países emergentes la ciudadanía no tiene la misma información ni la capacidad de influir en las decisiones públicas que en las sociedades democráticas, y ese, a juicio de Narbona y Ortega, junto a la debilidad de las instituciones añade riesgo a la opción nuclear, y por supuesto, no solo a su uso pacífico, también y de especial manera a su utilidad militar.
Un ejemplo del cambio de las sensaciones en la población que genera el debate nuclear lo tenemos en Alemania. Si bien en los setenta el movimiento antinuclear se llegó a considerar un peligro para el desarrollo del país y las posiciones políticas al respecto se han ido alternando, tras la catástrofe japonesa, la antes pro-nuclear Angela Merkel cambia de postura radicalmente y el 17 de marzo de 2011 el Bundestag aprobaba una moratoria a la política energética en favor de las nucleares: “Con esta decisión Alemania demuestra que no es incompatible mantener el liderazgo industrial y prescindir de la energía nuclear”. Los autores califican a la Canciller alemana con la asombrosa afirmación de “Se la podrá acusar de todo menos de inmovilismo”. Me temo que aquí la pasión antinuclear se ha cobrado una mala pasada en Ortega y Narbona.
En fin, que mientras Reino Unido y Francia se mantienen como valedores absolutos de la energía nuclear, Alemania, Italia (tras referéndum), Bélgica y Suiza han cambiado radicalmente sus políticas estratégicas.
Y por fin este La energía después de Fukushima llega a España, y lo hace con un dato a tomar en cuenta, y es que Zorita, nuestra primera central nuclear, se inaugura solo trece años después que Calder Hall (Reino Unido), la pionera a nivel mundial. Y es que la cooperación entre España y EEUU en esta materia dio frutos desde el primer momento como no podía ser de otra forma en las pretensiones autárquicas de carácter militar del régimen franquista. Y avanzamos: “A pesar del frenazo al Plan Energético Nacional (1978) tras la moratoria de 1983, la energía nuclear en España llegó a representar en 1986 el 35% de la electricidad consumida, porcentaje que ha ido reduciéndose hasta situarse en el entorno del 20% durante los últimos años, inferior a la aportación del conjunto de las energías renovables y por debajo también del porcentaje de electricidad generados por los ciclos combinados.”
Y bien, aquí entramos en un debate que se traslada al ámbito puramente político, porque si bien los informes de la fundación FAES (adscrita al Partido Popular) abogan por una reducción del apoyo a las energías renovables y la prolongación de la vida de las centrales nucleares excusándose en el llamado déficit tarifario, Narbona y Ortega (izquierda sin complejos), se lanzan al desmontaje de tales tesis: Nuestra importación de recursos energéticos es el 90% de los combustibles utilizados. Esta dependencia exterior comporta ya más del 80% de nuestro déficit comercial. Así podemos entender las consecuencias sobre nuestro demonizado déficit de cada aumento del precio del petróleo. O sea, que no es difícil entender que tal intensidad energética en términos de PIB debería hacer evidente la necesidad de ahorro y eficiencia como prioridad en la política energética. Muy al contrario, nuestro modelo energético es ruinoso y se traduce en pérdida de competitividad agravado como consecuencia del oligopolio dominante y la regulación inadecuada. Esto nos lleva al déficit de tarifa, que resumiéndolo, es la diferencia entre los ingresos de las empresas eléctricas y los costes reconocidos del sistema. Actualmente se cifra en 24.000 millones de € y aumenta cada año entre 3.000 y 5.000 millones de €. Según los autores la causa radica en “el reconocimiento de costes muy superiores a los reales a las empresas que producen electricidad a partir de centrales nucleares e hidroeléctricas, y que resultan retribuidas al coste marginal, marcado por las centrales de carbón y de ciclo combinado.” En este sentido no puedo más que asombrarme ante el silencio que Cristina Narbona mostraba cuando era miembro de un gobierno (el de José Luis Rodríguez Zapatero), que aceptaba este tipo de prácticas. Toda denuncia es necesaria, pero si cuando la responsabilidad política no la hace práctica, puede perderse entre las páginas de un libro como este.
Pues bien, el actual -cualquiera lo diría- gobierno de Mariano Rajoy paraliza el avance de las energías renovables suspendiendo sus primas y adopta medidas como la prolongación hasta 2019 de la central nuclear de Garoña (a Narbona se le olvida que su gobierno también decidió alargar la vida de la misma aunque no tanto, o sea, que en tal caso sería una cuestión cuantitativa y no cualitativa, aunque es indiscutible la diferencia de concepto energético del anterior gobierno socialista y el actual conservador): “Es un auténtico disparate tomar una medida con tan importantes consecuencias negativas y hacerlo además en nombre de la austeridad de las cuentas públicas, puesto que el coste de las energías renovables no tiene ninguna incidencia sobre el déficit público.” En este sentido, los autores afirman que “es perfectamente viable avanzar a medio plazo hacia la producción de electricidad 100% de origen renovable.”
No faltan antes de las conclusiones finales en este La energía después de Fukushima las menciones a las consecuencias que tendrán las medidas adoptadas por el Gobierno Rajoy de reducción drástica de inversión pública en ciencia e investigación entre tantas medidas antisociales y que sin duda a la hora en la que escribo estas líneas no son más que la punta de un iceberg que de manera siniestra asoma sobre el bienestar de nuestra sociedad.
“Las lecciones de lo acaecido en Fukushima servirán de poco si no se traducen en una aproximación diferente, más exigente y más responsable, de los ciudadanos, desde un nuevo enfoque de los conceptos de bienestar, seguridad, prosperidad y progreso. Todo un desafío, por cierto, para las fuerzas políticas que se proclaman comprometidas con las construcción de un mundo mejor.”
No puedo estar más de acuerdo con la última afirmación y espero que Cristina Narbona sea capaz de convencer a su partido de estas tesis, hasta ahora no lo ha sido.

No dejen de leer este libro, más allá de la posición al respecto del lector se encontrará con un elemento práctico de uno de los debates que nuestra sociedad no puede dejar de lado por más tiempo. ¿Queremos nucleares o no? ¡Empecemos por informarnos!



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A favor de los toros de Jesús Mosterín, y la tauromaquia.

Toros sí de Salvador Boix, y la defensa de la tauromaquia.













miércoles, 13 de junio de 2012

Para entender la cultura vasca de Bruno Camus Bergareche, y, conocer para comprender.

Uno de los mayores problemas que arrastramos tradicionalmente los españoles es el desconocimiento y la incomprensión entre nosotros mismos. Pues bien, este Para entender la cultura vasca (Ed. Catarata) es todo un ejemplo de como combatir tópicos y prejuicios con el mero conocimiento. Y mejor aun, se trata de un libro que aúna lo divulgativo y ameno con la rigurosidad científica, así que el resultado no ha podido ser mejor.
De inicio nos advierte el autor, los elementos culturales vascos y con ellos las personas que se identifican como tales han ido cambiando a lo largo del tiempo, por lo cual sería más correcto hablar de culturas e identidades vascas.
La principal seña de identidad vasca: “La formidable diversidad de sus manifestaciones culturales, lo que es algo inesperado en tan reducido espacio y tan pequeña masa crítica de gente.”
Y es que los primeros cuatro capítulos de la obra están dirigidos a definir lo vasco. Empezando por el territorio que abarca la cultura o identidad vasca el autor lo sitúa en lo que hoy forman las tres provincias de la actual Euskadi, Navarra, y el País vasco-francés. También podremos ver como el término Euskadi es una invención nacionalista del propio Sabino Arana que a finales del siglo XIX inventa toscamente el neologismo Euzkadi que tras la Guerra Civil se transformará en la palabra que es hoy.
Sin duda, y dado que el catedrático Bruno Camus Bergareche es un especialista en la cuestión, el capítulo dedicado a la lengua vasca tiene un especial interés. Para los vascoparlantes el territorio que habitan es Euskal Herria, (“el pueblo, el país vasco”), que ya aparecía en la literatura en euskera en el siglo XVI. Del origen de la lengua el autor desmonta las teorías anteriores para afirmar que tiene parentesco con el aquitano -la lengua que hablaban las poblaciones situadas entre el Garona y los Pirineos en la Galia a la llegada de los romanos en el siglo I-. Esa es la única certeza que hay al respecto. Y será entre los siglos VI y IX cuando se fragua lo que hoy llamamos vasco. No obstante, “mientras que la cultura popular se ha desenvuelto, dependiendo de épocas y territorios, tanto en castellano como en euskera, la alta cultura en el País Vasco peninsular se ha limitado hasta muy recientemente al español.(…) más allá incluso del hecho excepcional de que se conserve una lengua prerromana de filiación desconocida en condiciones ciertamente desfavorables, la cultura vasca presenta desde antiguo una complejidad y variedad lingüísticas que están en la base de su fuerte y rica personalidad frente a las culturas vecinas.”
Y ya que es complicado establecer una identificación inequívoca de lo vasco a través del territorio o la lengua Camus se adentra en el plano histórico-político, y sin duda es un hecho propiamente vasco la pertenencia a una comunidad que comparte desde la Edad Media un sistema de organización institucional de principios idénticos: el sistema foral. Y es que ciertamente, el ordenamiento foral condicionó las relaciones entre los grupos sociales, alimentó un fuerte proteccionismo demográfico y económico que aisló a la población campesina de su entorno español y europeo y reforzó los modos de vida más conservadores y tradicionales.  La gran diferenciación en la sociedad vasca del Antiguo Régimen entre los dueños del poder político, la pequeña nobleza rural propietaria y las masas de campesinos encontrará en el sistema foral una fuente de legitimación que fomentará una nobleza con acceso a la instrucción y por tanto con dominio oral y escrito del castellano frente a un campesinado monolingüe en vasco y analfabeto completamente aislado que aceptaba la protección material y espiritual a terratenientes y párrocos. Y si bien es cierto que en otras zonas de España se daban situaciones similares y que la realidad vasca no era todavía singular, sería la llegada al trono español de los Borbones y la supresión por parte de Felipe V de los fueros de Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña la que convertirá a Navarra, Guipúzcoa, Álava y Vizcaya en entidades singulares con una especificidad capaz de generar una naciente identidad política aun vigente en nuestros días.
Los distintos avatares políticos provocarán una importante reforma del régimen foral en el siglo XIX que darán como resultado un considerable aumento del poder de las diputaciones forales, verdaderos gobiernos autónomos con competencias fundamentales como la educación, obras públicas, sanidad…, “las que con más claridad encarnen la particularidad vasca y son, por ello, las instituciones que mejor representan la imagen de la foralidad para los españoles del siglo XX. Así, este fuerismo impregnará la vida pública vasca en el siglo XIX hasta hacer crisis durante la Restauración y dar paso al nacionalismo de Arana. El ideal fuerista se vendrá abajo con la segunda guerra carlista y la ley canovista de abolición de los fueros. Aun así y pese a las reformas el régimen foral, especialmente en los conciertos-convenios económicos sigue en vigor de manera significativa para horror de quienes los consideran una flagrante discriminación respecto al resto del país.
Llegamos así a las relaciones vascas con España. El fuerismo al igual que el carlismo vasco se alimentaba de las mismas mistificaciones ideológicas (mito tubalista, vascoiberismo, vascocantabrismo), pero “en la medida en que los fueros se respetaran, el pacto de los vascos con la Corona y su vinculación a España estaban absolutamente fuera de discusión”. Pero el fin de la segunda guerra carlista y la “abolición foral” de 1876 generaría un descontento importante en la sociedad vasca y dejará lugar a un Sabino Arana que fundando en 1895 el Partido Nacionalista Vasco sobre una base mitológica, integrista y radical reclamará la vuelta a un orden político original entre los vascos basado en una república independiente no corrompida por la industria y el comercio donde imperaría un catolicismo vasco sin la contaminación de la inmoralidad española representada en los mineros y los trabajadores industriales con pretensiones igualitarias. Semejante memez, (esto lo añado yo), se verá acompañado de toda una simbología e iconográfica capaz de encuadrar a la población en una comunidad nacionalista omnipresente. Y claro, la ikurriña en el conjunto:
“Según dejó escrito el mismo, en ella se incluía la referencia a Vizcaya en el fondo rojo, igual al del escudo del señorío; los fueros quedaban simbolizados por el verde de la cruz de San Andrés, como el roble de Guernica; y, por último, la cruz blanca representaba a Dios y a la religión.” Su adopción por el Gobierno autónomo vasco en 1936 generalizaría el uso del que hoy goza. Y por supuesto la lengua formaría parte esencial de ese imaginario aunque siempre en un lugar secundario respecto a la raza y la genealogía.
En 1958 una escisión de las juventudes del PNV (EGI) formarán Euskadi ta Askatasuna (País Vasco y libertad, ETA). A lo largo de los años 60 desarrollará su propia ideología donde habrá elementos claramente diferenciados del nacionalismo inicial como el marxismo o la aconfesionalidad y en 1968 pondrá sobre la mesa su primer asesinato reconocido, el de José Ángel Pardines. (Constatar que el 28 de junio de 1960, una niña de un año, Beatriz Urroz, moría a causa de una bomba colocada en las vías férreas de San Sebastián. Nadie reivindicó el atentado pero es más que probable que fuera la primera víctima de estos asesinos). -Sobre ETA, en este blog dediqué una entrada al impresionante Allí donde ETA asesinó de Willy Uribe, no se lo pierdan, es todo un homenaje a las víctimas de tan salvaje y repugnante ritual como el que implica el terrorismo etarra: http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/04/alli-donde-eta-asesino-de-willy-uribe-y.html -
Los años han pasado, con la llegada de la democracia las distintas opciones políticas han dado lugar a partidos políticos y organizaciones donde algunas de ellas, las vinculadas a la llamada izquierda abertzale han participado muy activamente en elementos como la difusión del euskera a través de una gran actividad editorial, prensa, literatura, música…, no es ilógico pues que sus mayores apoyos los obtengan en Guipúzcoa, zona con mayor porcentaje de euskaldunes.
A partir de aquí este Para entender la cultura vasca se desliza por un delicioso análisis de la literatura, el arte, la música la gastronomía, los juegos, el paisaje… en fin, todo aquello que podría aportar claves al concepto de cultura vasca y por el que pasaré con menos detalle.
Hasta el siglo XVIII una mayoría de la sociedad vasca se expresaba en euskera por lo que hasta entonces la literatura popular se produce en esa lengua. Los primeros textos de cierta entidad datan del siglo XVI y aunque muy reducidos, son “la base de una historia y una tradición literaria contemporánea de características bien distintas de la española en general.” Pero si bien el desarrollo posterior, ya a mediados del siglo XIX será importante aunque la coincidencia de planteamientos entre la cultura en euskera y en castellano será casi total, a finales de siglo la ruptura será evidente. Mientras la literatura en vasco se quedaba limitada y obsesionada con el mundo rural y tradicional, los Unamuno, Pío Baroja o Ramiro de Maeztu –literatura vasca en castellano- se subían al carro de la modernidad y se abrían a la influencia exterior. Todo intento posterior de renovación quedaría abortado por la Guerra Civil y el franquismo. Solo recientemente parece acercarse un panorama de normalidad a la literatura en euskera, sin duda marcada por el acceso a un público más numeroso.
Muy interesante igualmente el estudio del paisaje vasco, con la conclusión de que una vez más la definición de lo vasco se ramifica, porque no lo hay específico, podemos encontrarlo atlántico y continental-mediterráneo, de caseríos y de valles y aldeas, campesino y marinero, rural y urbano, agrícola e industrial.
Por cierto, respecto a la gastronomía déjenme mostrarles como la lectura de estos libros es tan deliciosa como necesaria, y es que la gran parte de los productos que hacen de la cocina vasca un referente indiscutible se implantarían en el siglo XIX y no antes cuando la alimentación en la vertiente atlántica era lamentable:
“El triste panorama de la Edad Media y la Edad Moderna da un salto decisivo, pues, a principios del siglo XIX y especialmente en la segunda mitad de esta centuria se sientan las bases de la tradición que conduce a la actual opulencia gastronómica.”
Por último, Bruno Camus Bergareche nos hará un viaje a través de los estereotipos que han marcado a los vascos. Desde la imagen que desde el siglo XV y XVI y que cuajarán en el XVII donde la lengua (bárbara y por tanto estigmatizada como inculta) o la indumentaria: “Las mujeres casadas de sus clases altas se adornaban con altos tocados de formas cónicas que causaban asombro a sus contemporáneos. Era una moda medieval que todavía se mantuvo hasta el siglo XVIII en Vizcaya o Guipúzcoa, pero que, fuera de algunas áreas atlánticas como el norte peninsular o el suroeste francés, era ya perfectamente desconocida para los europeos del siglo XV. Las autoridades políticas y religiosas la consideraron obscena a finales del siglo XVI y persiguieron y prohibieron su uso. Veían en ella una clara representación fálica y se explicaban su presencia entre los vascos a partir de la naturaleza ciertamente dudosa de su cristianismo.”
En el Siglo de Oro el primitivismo vasco era sinónimo de candidez y cortedad intelectual.  La imagen del vasco cambiará decisivamente en el siglo XIX con intervenciones decisivas como la de Wilhelm von Humbolldt que pintará a los vascos como gentes sencillas celosas de su independencia y sus costumbres respecto a otras naciones.
Respecto a los tópicos relacionados con la Iglesia y la mujer en el mundo vasco, hoy los datos son concluyentes respecto a su superación, pero podrían tener base en que hasta finales del siglo XIX donde al igual que en el resto de la España cantábrica, eran normales los matrimonios a edad muy tardía y altas tasas de soltería femenina, se trataba de controlar el aumento de población en un territorios pobres. Así, en los caseríos de la vertiente cantábrica el entorno dominado por mujeres, -abuelas, madres y tías solteras- era lo habitual. En este tipo de cultura agraria, el trabajo de las mujeres era fundamental y, aunque siempre por debajo del hombre, su influencia era muy importante.
En cuanto a la Iglesia, es curioso que el tópico de la religiosidad vasca fuera el contrario al que se impusiera en el siglo XVI. Entonces eran la magia y la brujería las que dominaban mientras que posteriormente sería la extrema religiosidad. El autor debe esta sublimación de la religiosidad vasca al papel central que la Iglesia tiene en la historia del país desde hace siglos y el papel que los vascos han ejercido en la evolución de dicha institución.
En fin, Para entender la cultura vasca termina con una reflexión respecto al presente de lo vasco:
“La cultura vasca del siglo XXI se encuentra sólidamente asentada en el centro del mundo globalizado contemporáneo y sobre los cimientos que proporciona una larga tradición propia y original, que es, además, de gran interés histórico. (…)Por encima de cualquier otra característica, es esta diversidad su activo más prometedor con vistas a la evolución futura.”
La edición presenta una escueta aunque práctica bibliografía pero carece del necesario índice alfabético en estos casos.

Ya lo han visto, un libro que hay que leer si quieren hacer una aproximación real y necesaria a la particularidad vasca. Es desesperante la distancia y los prejuicios que nos separan a los españoles y no parece que la situación actual del país vaya a trabajar en la mejor dirección, así que para mitigar los efectos secundarios de otras dolencias será una buena terapia la lectura de textos como este.






lunes, 4 de junio de 2012

Los días que vivimos peligrosamente de Mariano Guindal, y, profundizando en el desastre.

Ya nos dejó boquiabiertos Mariano Guindal el año pasado con El Declive de los Dioses cuando destapó todos los detalles de la Transición económica, el periodo en el que España se transformó desde el subdesarrollo al país del AVE en menos de dos generaciones. En aquel libro nos enteramos de multitud de detalles y secretos que se escaparon en su día a la información general y que me dejaron dos conclusiones fundamentales: la primera, que la democracia española fue posible gracias al cambio generacional y que este se debe dar de nuevo en un par de años, así que según esta tesis nos tocará asistir a la caída de los dioses actuales que han manejado el nuevo capitalismo del pelotazo. Y la segunda, y en realidad más inquietante: “las grandes familias que configuraron la derecha económica durante el franquismo siguen siendo las mismas en la democracia, si bien supieron adaptarse a los nuevos tiempos y sus hijos se adaptaron a un mundo liberal y globalizado. Los ricos de 1973 siguen siendo con algunas excepciones los ricos de 2011 con una fortuna similar pero en vez de tenerla en pesetas ahora la tienen en euros.”
Pues bien, editado también por Planeta, llega ahora Los días que vivimos peligrosamente, toda una radiografía de la crisis española y que abarca del periodo que va desde la caída de Lehman Brothers hasta el 22 de abril de 2012 y que a día de hoy parece llamada a pulverizar gran parte de los logros alcanzados años atrás.
Mariano Guindal, una de las cumbres del periodismo económico español le pone intensidad al relato ya desde el prólogo, donde cuenta la conversación que tuvo con el actual Ministro de Economía, Luis de Guindos, cuatro días antes de ser nombrado para el cargo y donde ya le hablaba sin tapujos de la quiebra de España. Con ese dato ya no puede quedar duda alguna sobre el fraude que se escondía tras las promesas del programa electoral del Partido Popular y la posterior excusa del incumplimiento a causa de la “herencia recibida”.
En 2006 el Banco de España advierte por escrito al Ministro Pedro Solbes de la gravedad de la crisis financiera ya por entonces, pero este hace caso omiso y decide ignorarlo (dos años después malvendería el 32% de las reservas de oro de España, ¡por no ser una inversión rentable!). Un año después estallaba la crisis financiera internacional donde los bancos centrales de EEUU, Europa y Japón se ven obligados a inyectar enormes cantidades de capital a los mercados financieros. Era el comienzo de la Crisis. En España la banca dio un frenazo a la concesión de créditos provocando el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. El Gobierno también pinchaba: “Los socialistas decidieron mentir a los españoles para ganar las elecciones generales del 2008: negaron la crisis y mantuvieron contra viento y marea que todo iba bien y que los problemas eran turbulencias sin importancia. La decisión fue tomada por el entonces número dos del PSOE y secretario de organización, José Blanco, durante una de las reuniones de maitines que celebraban a diario los dirigentes socialistas.”
¡Y los ricos!, que nos cuenta el autor como las grandes fortunas emanadas del crédito barato salieron del ladrillo y se las llevaron al extranjero, por cierto, operación que continúa en marcha. Paradojas e inmoralidades de esta crisis, mientras el gobierno Rajoy premia a los defraudadores por volver con su dinero estos sacan lo que les queda. Y es que como dice Guindal en este libro fascinante, un 70% de los ricos apostaron por la especulación inmobiliaria. Aquí, como ya ocurriera en El declive de los dioses, no falta ni un solo nombre ni apellido, anécdota o confidencia que haga que la lectura de este texto sea trepidante. Y también comprometido, el autor no duda en calificar como confabulación y conjura el pacto de silencio que banca, gobierno, medios de comunicación y grandes catedráticos de economía llevaron a cabo por motivaciones poco recomendables y no por evitar el catastrofismo como posteriormente adujeron.
Por cierto, de lo que sucedía en aquellos días en la prensa y que ha tenido como consecuencia el que de la ruina para el sector se haya pasado a la quiebra y el descrédito, no me resisto a citar textualmente: “La publicidad no llegaba y las plantillas se reducían continuamente para rebajar costes como fuera. No solo era un grupo aislado de profesionales el que lo estaba pasando mal; eran todos y a la vez. El kilo de carne de periodista económico, que había llegado a estar por las nubes, se había puesto a precio de ganga. Nadie parecía dispuesto a pagar ni la experiencia ni la inteligencia. Lo único que contaba era que los redactores fuesen baratos, y a los recién llegados era a los que menos se les pagaba.” Esto explica mucho del vergonzoso estado de lo cualitativo y cuantitativo de la prensa española.
Pedro Solbes no tardaría en perder posiciones. La Ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado, en cumplimiento con el acuerdo alcanzado con los sindicatos y antes de sustituirle al Ministro en Economía reclama la subida del salario de los funcionarios un 5%. Solbes se niega, y aquella bronca ganada por Salgado tuvo como consecuencia que mientras se perdía empleo en España de manera dramática se mejoraran las condiciones de quienes lo tenían asegurado disparando los costes laborales en el país que acabarían por ajustarse recortando plantillas.
Estamos en 2010, Zapatero ve en la Presidencia española de la UE una magnífica oportunidad para recuperar fuelle, y en ese contexto resulta muy curiosa la anécdota de la Ministra Salgado (ya de Economía), que sufriendo lo que Guindal denomina “delirios de grandeza” que antes tuvieran antecesores en el cargo como Solchaga o Rodrigo Rato  pretendería alcanzar la Presidencia del Gobierno a sabiendas que las presiones familiares aconsejaban al Presidente no intentar la reelección: “Pero eso exigía neutralizar a sus tres contrincantes: la muy odiosa María Teresa Fernández de la Vega, Trinidad Jiménez y Carme Chacón. Y para ello, tenía que contar con la estrecha colaboración de Alfredo Pérez Rubalcaba…” La cosa acabó mal, claro. Y en estas, Financial Times destroza las expectativas de Zapatero en su presidencia europea al advertir: “El nivel de deuda y el déficit presupuestario de Grecia han ocupado recientemente el centro de la escena. Pero en España se gesta un drama en potencia aun mayor.” Estas cosas vistas con un par de años de perspectiva dan que pensar, en aquellos días generaban hilaridad en España, hoy solo dudas.
Los ataques especulativos en los mercados contra la deuda española se suceden y Zapatero llega a pedirle al Centro Nacional de Inteligencia que investigue quien está detrás de ello. Eran días de paranoia que recibieron la decepcionante respuesta: “los servicios secretos españoles descubrieron que lo único que estaba detrás de esos ataques especulativos era la codicia.”
Comenzaba por entonces en España una creciente incomodidad hacia la Alemania merkeliana que utilizaba a su Ministro de Finanzas, Wolfgang Scháuble, para aleccionar a un Rajoy incapaz de convencer a un Zapatero que se negaba a cambiar de rumbo y sucumbir a la austeridad reclamada por los germanos. Así llegamos a uno de los momentos más intensos de este Los días que vivimos peligrosamente, a la noche del 9 de mayo de 2010. Esa noche Elena Salgado logra un acuerdo en el Consejo Europeo por el cual España acepta un recorte del 1,5 del PIB para 2010 y 2011. Obama llamó a Merkel y Sarkozy para decirles que además de las cuestiones fiscales estaban las de competitividad, por lo cual España tenía que complementar los recortes con una profunda reforma laboral y de pensiones. Aquel fue el momento en el que España perdió definitivamente su capacidad de decisión en materia económica. Después Obama tendría esta conversación con Zapatero:
 “—Tengo muy buena información sobre lo que está ocurriendo en la economía española —le espetó Obama—. Y si España no consigue financiación de inmediato está en quiebra.
— ¿Cómo...?
—No le queda más remedio que anunciar un plan lo suficientemente contundente como para devolver la calma a los mercados, por lo que debe contener profundas reformas. A partir de ahí, entre todos vamos a ayudar a España a salir de ésta.”
¡Pero esperen! Es que hacer reseña de un libro con tanto contenido es difícil si uno se propone no perder el norte del espacio y acabar aburriendo.
Viene la convalidación parlamentaria del plan de ajuste que acabará definitivamente con el zapaterismo, y a un “irresponsable” -para el autor- como Rajoy se le ocurre dejar caer al país contando con que CIU seguiría el mismo camino y votará en contra. Afortunadamente para los españoles nuestro actual Presidente fracasaría en el intento de forzar un rescate a España y CIU junto con Coalición Canaria se abstendrían. No me resisto a reproducir las palabras que hace muy pocos días la líder de esta segunda formación plasmaría en sede parlamentaria (que nadie ha desmentido), y que confirma por completo el relato de Mariano Guindal: “gracias a CiU y a los nacionalistas canarios que nos abstuvimos…, a pesar de las presiones, y siento que no esté don Cristóbal Montoro, que me dijo: «que caiga España, que ya la levantaremos nosotros» (...) Gracias a la abstención de CiU y Coalición Canaria este país no fue intervenido”. Hoy, Rajoy preside el Gobierno de España y Cristóbal Montoro es su Ministro de Hacienda.
Terminaba aquel año e intervenidas Grecia, Irlanda y Portugal, por su parte Italia y España resistían contra las cuerdas. No lo hacía un Dominique Strauss-Kahn que después de plantear la posibilidad de que EEUU renunciara parcialmente a su papel hegemónico en las finanzas mundiales en favor de los países emergentes se veía aplastado por un complot organizado por los servicios secretos franceses, alemanes y la CIA. El dato sale de confidencias que el autor da por buenas.
Y así alcanzamos el final de Zapatero, a juicio de Mariano Guindal un mal gestor de la Crisis que escuchando a Miguel Sebastián (Ministro de Industria) mucho más que Pedro Solbes, no fue capaz de evitar la debacle tras el legado de José María Aznar , una “bomba de relojería al haber apostado, tras la entrada de España en el euro, por la construcción y el turismo como motores del crecimiento económico, postura que nos acercó a un agujero negro que se tragaría una buena parte del sistema financiero y más de dos millones de empleos.”
No le haría bien tampoco al socialismo español la protesta de los indignados de la Puerta del Sol que mientras no fueron capaces de generar la más mínima afección en la derecha española sí consiguieron contagiar su protesta a una izquierda que cambiando su comportamiento electoral entregaría el mayor poder de la democracia española a la máxima expresión de aquello por lo que decían protestar.
El 5 de agosto de 2011 le llega una carta “secreta” a Zapatero firmada mancomunadamente por Jean-Claude Trichet y por el ahora en desgracia Miguel Ángel Fernández Ordóñez. En ella aparecen las ocho medidas que se deben adoptar por el gobierno español (pueden encontrar el imprescindible texto en el libro) y que generarán el adelanto electoral del pasado 20 de noviembre de 2011. Pero antes, una deslealtad más de Mariano Rajoy al que Antonio Sáinz de Vicuña, abogado general del BCE, le filtró dicha carta y así hace facilísimo el infumable pacto de cambio exprés de la Constitución y la introducción del límite del déficit.
El cambio estaba servido aunque al precio de un programa electoral del Partido Popular fraudulento y una victoria aplastante carente del mínimo brillo : “Mariano Rajoy, hasta ese día considerado por los suyos como un líder sin carisma, un hombre sin personalidad, un timorato, y hasta un tonto de baba, se convirtió en el héroe de los conservadores al lograr una mayoría aplastante, frente a la izquierda en general y sobre los socialistas en particular. Nunca antes en la historia de la nueva democracia española un dirigente político acumuló tanto poder para poder cumplir las exigencias europeas.
A José María Aznar le pareció poca la abultada derrota del PSOE: «Se tenían que haber quedado en cuarenta diputados en vez de en los ciento diez que han obtenido. Sólo así se podría empezar a arreglar esto de verdad».” ¡Toda una muestra de su concepción de la democracia!
Los días que vivimos peligrosamente termina en la más reciente actualidad, aunque decir esto en estos días resulte altamente discutible, pero a mediados de abril Guindal ya define los que a su juicio son cuatro graves errores de Rajoy:
“en primer lugar, desafió a las autoridades europeas al cambiar unilateralmente el objetivo de reducción del déficit público en 2012, elevándolo del 4,4 al 5,8 por ciento; en segundo lugar, no disimuló el déficit heredado del gobierno socialista revisándolo al 8,5 por ciento; en tercer lugar, aplazó la aprobación de los presupuestos (y con ello la mayor parte del ajuste) hasta después de las elecciones andaluzas. Y, por último, fue incapaz de dar una salida a Bankia que se terminó convirtiendo en un problema sistémico.”
Bueno, cuando el autor escribía estas líneas la catástrofe de Bankia y los déficits ocultos de algunas Comunidades Autónomas como Madrid todavía no se conocían y la prima de riesgo no llegaba a los 370 puntos – ahora estamos en la decena de días por encima de los 500- y la amenaza de alguna forma de intervención exterior es casi una certeza. 
En fin, por último comentar la denuncia que Juan Luis Cebrián hacía en un almuerzo de la Asociación de Periodistas Europeos de un complot contra la Corona por parte de la extrema derecha y que también aparece contada en el libro.
En definitiva, no se pierdan la obra, les aseguro que con su lectura, van a salir mucho mejor informados de los días que sufrimos además de disfrutar de un texto trepidante. Para mayor motivo, la edición incluye una excelente cronología, bibliografía, referencias cinematográficas e índice alfabético. Desde luego un volumen imprescindible en toda biblioteca sobre esta Crisis.

Ha pasado un mes y medio desde que Mariano Guindal terminara Los días que vivimos peligrosamente y el lector puede tener la sensación de estar leyendo un libro de historia. La misma sensación tengo yo respecto a esta reseña de El Polemista, porque en efecto, han pasado muchas cosas desde entonces y la certeza de que los próximos días van a ser memorables (y no para bien) es demasiado grande como para atreverse a pronosticar nada. No obstante, se impone la necesidad de abordar la calamitosa acción de gobierno que ha sufrido este país en los últimos años y el desastre cualitativo y cuantitativo que está siendo la acción de un Gobierno –el de Mariano Rajoy- que a estas horas deambula absolutamente incapaz en la única certeza a la que ha llegado España: el total desconocimiento del camino a seguir, de saber qué queremos hacer con nuestro futuro y ser capaces de llegar a consensos para lograrlo. Así, y para nuestra vergüenza, quedan en un segundo plano las carencias morales y políticas que nuestros dirigentes lucen sin el más mínimo recato.


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¡Acabad ya con esta crisis! de Paul Krugman, y, una propuesta para ello.
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El gentil monstruo de Bruselas de Hans Magnus Enzensberger, y la deriva europea.
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Europa al borde el abismo de Economistas Aterrados, Más allá del Crash de Santiago Niño-Becerra, y la crisis insondable.
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Manifiesto de economistas aterrados (VVAA), Las voces del 15M (VVAA), y el otoño indignado.
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Peridis, los mejores dibujos publicados en El País 2004-2011, y una historia gráfica de la Era Zapatero.
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