No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

miércoles, 3 de octubre de 2012

Diccionario Akal de la Homofobia dirigido por Louis-George Tin, y, el lastre de la intolerancia.

“Lo que plantea el problema no es deseo sexual, es el miedo a la sexualidad; hay que explicar por qué esta simple palabra desata temores y odios.
Hay que preguntarse, por tanto, por el modo en que el mundo heterosexual piensa y fantasmea sobre la homosexualidad.”
La frase corresponde a Le Désir homosexuel de Guy Hocquenghem y sirve como encabezado de la introducción de Louis George Tin, el director de este Diccionario Akal de la Homofobia (Ed. Akal). En ella, básicamente se destila el concepto de “homofobia” para situarlo en el contexto de la obra y se concluye que el origen profundo del odio a la homosexualidad se encuentra en la concepción de la heterosexualidad como única experiencia sexual legítima y pensable, una construcción psíquica particular y previa a toda idea de la sexualidad humana. Es por ello que las personas condicionadas por este heterosexismo consideran que la simple existencia de los homosexuales, aunque no supongan amenaza alguna para ellos, sí la constituyen para el edificio psíquico construido durante tanto tiempo sobre la exclusión. Así, las teorías teológicas, morales, jurídicas, médicas, biológicas, psicoanalíticas, antropológicas… no serían más que razones inventadas para justificar la homofobia.
La introducción precederá al Florilegio, que aunque normalmente debería servir para recoger versos con más o menos gracia, en este caso se trata de una selección de frases que a lo largo de la historia y en determinadas categorías se han vertido desde la perspectiva homófoba. Un par de ejemplos:
“El hombre que se acuesta con un hombre como con una mujer: es una abominación que cometen los dos, deben morir, su sangre caerá sobre ellos” (Levítico, 18,22)
“Los homosexuales son peores que los perros y los cerdos.” (Robert Mugabe, actual Presidente de Zimbabue).
“En algunos ámbitos no es una discriminación injusta tener en cuenta la tendencia sexual, por ejemplo en la actitud que deben adoptar los niños y su puesta en guardia, en el compromiso de los profesores y de los entrenadores deportivos, y en el reclutamiento militar.” (Benedicto XVI).
En fin, solo citar estos ejemplos, la lista les aseguro que es digna de ser leída con atención, todo un florilegio a la ignominia.
A partir de aquí el diccionario propiamente dicho: 165 entradas realizadas por más de 70 especialistas de una quincena de países donde se han tenido en cuenta las teorías que han podido ser utilizadas para la justificación de la actividad homofóbica, se han evocado algunas figuras que han sido agentes o víctimas del hecho, hay también entradas donde se trata la homofobia en países o zonas concretas del planeta, instituciones donde se ha practicado (ejército, familia, escuela…), y los temas normales de la retórica homófoba, (esterilidad, SIDA, desenfreno…), en fin, les aseguro que no falta de nada en una obra que sin ningún lugar a dudas es un referente desde su primera edición francesa de 2003 y que ha sido actualizada hasta nuestros días siendo un libro que nadie interesado en el tema debería pasar por alto.
Pero dada la riqueza del asunto quiero comentar alguna entrada a modo de ejemplo que pueda interesar al lector de El Polemista. Es el caso de la realizada por André Fernández donde se analiza la homofobia en España: Si bien durante la Edad Media las diversas comunidades religiosas (cristiana, judía y musulmana) adoptaron el modelo de dominación masculina que organiza la virilidad masculina en oposición al modelo femenino y homosexual (con más virulencia en las dos primeras pero con episodios de tolerancia en el caso musulmán), será al final de este periodo y ya bajo la mayor dominación cristiana cuando se instala un modelo mucho más represivo basado en los temas homófobos que se encuentran en el Antiguo y Nuevo Testamento, el Levítico, pasajes de san Pablo o san Agustín, y sobre todo en santo Tomás de Aquino y su concepción de pecado en toda práctica erótica fuera del matrimonio y situando a la homosexualidad en el mismo plano que la masturbación y la zoofilia. De hecho siglos antes ya en la Lex Visigothorum (S.VII) los visigodos penaban la homosexualidad con la castración, excomunión, destierro y penas físicas, lo cual viene a cuento porque cuando Alfonso X El Sabio seiscientos años después recoge en su Fuero Juzgo toda la legislación anterior al respecto y decreta para el pecado de sodomía la pena de muerte colgando al reo por los pies, aunque mucho más dura será la legislación bajo el reinado de los Reyes Católicos que establecía la hoguera y la confiscación de todos los bienes. Ya en el siglo XVI la represión de la sodomía pasa a ser competencia de la Inquisición que condenaba al culpable con latigazos, pena de galera y destierro. En caso de reiteración el reo acababa en la hoguera. Las penas de muerte dejaron de practicarse en estos casos a partir del siglo XVII y el Código Penal de 1822 abandono la penalización de la sodomía y las relaciones homosexuales entre adultos. Como en el resto de Europa la homosexualidad irá entrando progresivamente en la esfera psiquiátrica de la enfermedad mental. No obstante se mantenían delitos relacionados con “el pudor” y en caso del régimen franquista bastaba con recurrir al “escándalo público” para la detención de los homosexuales. Hasta 1970 no será derogada la famosa Ley de Vagos y Maleantes (creada en 1933 será adaptada por el régimen franquista con el fin de incluir a los homosexuales en 1954) para aplicar la de Peligrosidad y Rehabilitación Social y que serviría para seguir acosando y encarcelando entre otras penas a los “delincuentes”. Hasta 1979 no se consiguió sacar a la homosexualidad de la Ley (aunque la Constitución del año anterior ya recogía la igualdad de los españoles por motivo de nacimiento, sexo, raza u opinión) y hubo que esperar hasta 1999 para que se declarasen confidenciales los archivos policiales al respecto.
La adhesión española a la Unión Europea en 1986 ampliará derechos, se asiste a una cada vez mayor normalidad en la cuestión y ya en 2005 bajo el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero se legaliza el matrimonio homosexual equiparándolo por completo al heterosexual con la firme oposición de los conservadores Partido Popular y Unión Democrática de Cataluña entre otros incluido el recurso ante el Tribunal Constitucional.
También la Iglesia hará una campaña feroz contra la igualdad de homosexuales y heterosexuales muy en línea con su posición homófoba.
Entradas como esta son un ejemplo de las que se refieren a espacios territoriales, algunos como los países africanos siguen estremeciendo, pero para terminar comentar la que Pierre Zaoui dedica al psicoanálisis como muestra de como son tratadas en este diccionario algunas fuentes de discurso homófobo:
Según el Psicoanálisis la homosexualidad es una forma regresiva de la sexualidad (fijación infantil de una pulsión parcial e identificación edípica con la madre o el padre), que se engloba en las perversiones (concepto freudiano, no moral), y que no siendo una enfermedad es tratable por cuanto el sufrimiento del homosexual no está provocado por el rechazo social si no por la infelicidad que les genera su propia historia con Edipo. Al no existir los deseos homosexuales ya que no son más que sustitutos de otros deseos edípicos de naturaleza heterosexual, el deseo de la madre hasta la identificación le lleva a la sodomía y al seno como objeto parcial por medio de la felación. Finalmente Freud afirma que “los homosexuales pueden formar parte de los intereses generales de la humanidad pero a cambio de que combatan ellos mismos la tendencia a ejercer su sexualidad. Aun así Zaoui no tilda al psicoanálisis de homofobia de manera unívoca gracias a las transformaciones que ha sufrido a lo largo del tiempo y lo matiza centrándose en el discurso del psicoanalista francés Jacques Lacan, y así concluye que la disciplina ha cambiado la megalomanía filosófica por la fobia analítica dejando así al psicoanálisis en manos de las fobias reactivas, incluida la homofobia.
En suma, no es más que una pequeña incursión en un libro de enorme interés que además en esta cuidadísima edición de Akal no permite la más mínima objeción al no faltarle los índices general y analítico que lo convierten igualmente en una obra de lectura como en un gran instrumento de consulta.

La homofobia como toda forma de intolerancia a las libertades fundamentales de los individuos ha remitido de manera notable en el mundo occidental pero continúa apareciendo en muchos de los recovecos de nuestra sociedad en forma de lenguaje, marginación, rechazo o incomprensión. En muchos aspectos ser homosexual continúa siendo un estigma y de ahí que libros como este Diccionario Akal de la Homofobia merezcan ser reconocidos como instrumentos de progreso y mejoría en el reconocimiento de la libertad de elección de nuestros conciudadanos. Pero también sirven para conocer que en una gran parte del planeta la situación es mucho más grave y que se sigue condenando y persiguiendo a quienes ejercen su opción sexual libremente.

 

 

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