No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

viernes, 17 de mayo de 2013

Hay vida después de la crisis de José Carlos Díez, y, la alternativa keynesiana.


De un economista tan mediático de gran capacidad pedagógica y divulgativa como José Carlos Díez era lógico esperar un libro como Hay vida después de la crisis (Ed. Plaza y Janés). Se trata de un verdadero acercamiento lleno de sencillez, incluso me atrevería a decir calidez, nada habitual en los ensayos económicos.
Fueron causas globales y no locales como los bajos tipos de interés, el boom crediticio internacional, los excesos en el ahorro de países como China, Japón o Alemania y la demanda de activos con máxima calidad crediticia lo que generó el fenómeno de las “burbujas” que tan caro estamos pagando países como España. En ese contexto, la hipotecas subprime fueron la gota que colmó el vaso, y naciones tan dependientes de la financiación externa como la nuestra iban a asistir al cierre de los mercados crediticios. El contexto en el que toda esta situación de desenvuelve es el de la desregulación que habían iniciado Reegan y Thatcher en su día y que había continuado hasta 2007 provocando que el mercado financiero creciera muy por encima de las necesidades de la economía real creando así una cadena de relaciones financieras muy vulnerable al contagio como se pudo comprobar en 2008 con Lehman Brothers. Con una novedad respecto a crisis anteriores, y es que esta vez la deuda estaba en manos de millones de pequeños inversores con información completa y movilidad de capitales permanente, lo que explica la rapidez del contagio y la extrema restricción del crédito posterior.
Tampoco quienes debían haber previsto el desastre, las reflexiones de José Carlos Díez sobre el papel de las agencias de rating reclamando agencias locales que sin impedir el trabajo de Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch, es de sumo interés:
“En la actualidad, las agencias de rating siguen emitiendo informes que los inversores reciben por suscripción, pero como además cobran a los deudores por emitir bonos, se genera un gran conflicto de intereses.” Díez, se pregunta cómo es posible que Reino Unido, con un nivel de deuda pública y unas perspectivas fiscales muy preocupantes, y en suma, con los mismos problemas que sufría España en 2010 cuando vio degradada su calificación, pueda mantener las más altas valoraciones por parte de estas agencias. La respuesta, se encuentra en la diferencia de ingresos de estas en Reino Unido y en España.
Las páginas de este Hay vida después de la crisis son un verdadero ejercicio pedagógico del funcionamiento financiero, pero también hace un repaso histórico, especialmente del Crash del 29 en todo un ejemplo de reivindicación de la figura de John M. Keynes y de los planes de estímulo fiscal de Roosevelt en 1933 y las similares de Obama en 2009. Se trata de políticas expansivas frente al proteccionismo y la guerra de divisas, Díez atribuye a las decisiones del G-20 en 2008 el éxito de haber evitado una segunda Gran Depresión. ¿De verdad lo han evitado? Como él dice, dos años después:
“Estados Unidos ha crecido el doble que Europa, su inflación ha aumentado también el doble, aunque a tasas moderadas, y su tasa de paro ha disminuido por debajo del 8%. Mientras tanto, Europa ha vuelto a entrar en recesión y su tasa de paro ha superado en 2012 un nuevo máximo histórico (…) Por lo tanto, la crisis del euro no es la causa de los problemas de Europa, como nos inculcan diariamente desde Alemania. Es simplemente el resultado de los errores de política económica cometidos por los líderes europeos y los que abanderaron el austericidio.”
Y es que este economista lo tiene claro, el neoliberalismo imperante en Europa  (que incluye al BCE y por supuesto a Merkel y su gobierno), no ha entendido aun que estamos en una deflación de deuda y que el riesgo es la deflación y la deuda.
Los países emergentes son también objeto de análisis, pero ojo, existen dudas razonables sobre la solvencia del sistema bancario chino. Una tasa de ahorro alta de las familias chinas y unos tipos de interés muy bajos garantizan el crecimiento, pero más tarde o temprano el desarrollo del sistema financiero pondrá a disposición fondos de inversión que competirán con los depósitos bancarios.
India, muy endeudada, en los próximos años tendrá que reducir su crecimiento, y Brasil, con una economía sobrecalentada ya sufre diversas burbujas como la bursátil o la inmobiliaria. Es el mismo caso de Polonia, que a pesar de librarse de la recesión en 2008 ha estado acumulando desequilibrios.
Así que a corto plazo hay graves riesgos, pero para el autor, y esta es toda una declaración de intenciones, “la preocupación a medio y largo plazo no es si el mundo puede crecer. A este economista observador le preocupa más como vamos a crecer, cual será nuestra relación con el planeta Tierra, qué uso haremos de los recursos naturales, cómo cuidaremos la calidad del aire que respiramos y del agua que bebemos. El mercado resuelve bien la escasez de bienes privados, pero en el caso de los bienes públicos será necesaria la intervención del estado.”
Y es que a José Carlos Díez también le inquieta la distribución de la renta que ha perdido peso sistemáticamente en favor de los beneficios empresariales desde que la revolución conservadora de los años ochenta se pusiera en marcha. Con un espíritu muy hegeliano, Díez confunde historia y progreso asegurando que esta tendencia se revertirá, aunque no tiene muy claro si será de forma ordenada o caótica. Para lo primero, su propuesta es clara, “mediante los impuestos y el gasto público, reforzando y concentrando el Estado de bienestar para evitar que la pobreza extrema se institucionalice” y con ella la democracia deje paso a un sistema acabado en “ismo”. Por si caben dudas, “otro riesgo claro son los movimientos populistas comunistas como los que sacudieron América latina después de la crisis de la deuda de los años ochenta y que en algunos países se mantienen hasta nuestros días. Es prioritario anticiparse a este tipo de dinámicas caóticas. Y la clase dirigente nunca debe olvidar que serán culpables de lo que pudieron evitar.”
Cuatro capítulos para analizar la crisis del euro. Como el resto del libro, el desarrollo es tan paulatino y explicativo que resulta difícil sintetizar sin extenderse demasiado. Pero comienza por dar un dato fundamental: las entidades y los fondos de inversión pasaron de tener un 20% de sus carteras en activos de otros países del área a un 45% en menos de una década, señal de que los inversores creían en la sostenibilidad del euro. Y esta llegada masiva de capitales generó una fuerte convergencia de tipos de interés entre la deuda pública de estas naciones. Y si bien había cierta lógica en ello, el exceso llevó a la burbuja. En la deuda privada fue aún más intenso el proceso.
No obstante no deja de ser paradójico que en 2001 se encontraba en la misma tesitura de crisis de deuda en la que se encuentra ahora España aunque sin déficit por cuenta corriente y deuda externa. Al igual que los japoneses en los años ochenta, los alemanes vieron como sus empresas y familias estaban sobreendeudadas con boom de la construcción incluido. Se reaccionó aumentando la tasa de ahorro con el fin de reducir la deuda , lo que provocó el hundimiento del consumo privado. Sus empresas, buscaron el consumo exterior a través de la exportación, la recaudación fiscal se hundió y Alemania incumplió el Pacto de Estabilidad además de asistir al aumento significativo de su deuda en 2005. Y fue precisamente por las exportaciones por lo que interesadamente los alemanes se volcaran con sus socios hasta que les dejó de interesar. Ahora son estos los endeudados. José Carlos Díez no pone en duda la necesidad de los países deudores de corregir sus desequilibrios, pero plantea abiertamente que toda solución de la crisis del euro pasa por una drástica reducción alemana de su tasa de ahorro. También analiza los penosos y fracasados rescates de Irlanda, Grecia, Portugal y la situación ambigua de España e Italia a los que considera demasiado grandes para caer, lo que significa que el euro es insostenible sin resolver sus situaciones.
Este Hay vida después de la crisis está tan recientemente llevado a imprenta que alcanza a juzgar como absurdas y carentes de todo fundamento económico las medidas adoptadas en el rescate chipriota, más concretamente las “quitas” a depositantes y el “corralito” impuesto.
“En una unión monetaria, la salida de flujos de capital es equivalente a una política monetaria contractiva, mientras que la entrada es expansiva. Por eso los países sometidos a tensión financiera entraron de nuevo en una profunda recesión en 2011, mientras que Alemania, el principal receptor de flujos, ha seguido creciendo.
Europa no fue el origen de la Gran Recesión, pero su pésima gestión de la crisis (la maldición europea) la ha situado hoy en día como el mayor riesgo para la estabilidad financiera y el crecimiento mundial.”
Si bien José Carlos Díez plantea propuestas, no son nada aventureras, ya que su posición está en solucionar la crisis del euro, no en salir de él ni en plantes a la islandesa.
Empecemos por restructurar la deuda que no puede pagarse (también la bancaria), no se trata de una crisis estacional sino de una crisis de balance y deflación de la deuda. El conjunto de medidas en casos como el griego debe suponer una quita en valor presente de los bonos de más del 50% para posteriormente emitir nuevos bonos con garantía implícita del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Para el conjunto planes de estímulo fiscal, corrección de desequilibrios locales a través de medidas de estímulo permitiendo subidas de los precios y salarios en los países con deflación en torno al 2%, recapitalización del sistema bancario europeo tendente a la unión en lo bancario, fiscal y político.
Este economista se plantea un escenario de ruptura del euro y advierte a los alemanes de que en contra de lo se transmite a su opinión pública, el mayor acreedor sería el más perjudicado: “Los ahorros depositados en fondos de pensiones perderían buena parte de su valor y los bancos y las aseguradoras necesitarían más capital público para evitar su quiebra y garantizar los depósitos de las familias alemanas. El Bundesbank no tendría recursos propios suficientes para cubrir una quita significativa en los 700.000 millones de posición acreedora con los países que entrarían en riesgo de impago. El Estado germano tendría que inyectar capital en su banco central, pero al estar en depresión, le resultaría imposible, por lo que pediría al Bundesbank que le comprara deuda pública para conseguirlo. Y de esta manera volverían a desenterrar el fantasma de la hiperinflación que se produjo en Alemania en la década de 1920.”
El caso concreto español ocupa casi la mitad del libro y comienza con la frase de José María Aznar que simboliza la etapa de la euforia y los excesos: “España va bien”.
El problema de nuestra economía ha sido que la demanda interna ha crecido muy por encima de nuestra capacidad de producir bienes y servicios. Eso nos convirtió en una economía muy dependiente de las importaciones y a acumular déficit y deuda. Hoy en día, la elevada prima de riesgo ha aumentado los costes de financiación y ha dificultado la refinanciación de nuestra deuda.
La burbuja inmobiliaria es para Díez la principal variable que nos empujó al caos, así que plantea claramente que poner orden en ello es premisa de toda salida de la crisis, y advierte que la idea del “banco malo” que acabe gestionando más de 100.000 viviendas puede acabar bajando tanto el precio de estas (deflación de activos) que acabe generando que la deuda sea más insostenible todavía. Propone, frente a la actuación que está llevando a cabo el gobierno español, la creación de un “banco bueno” que saque a alquiler todas esas viviendas.
“Si se acepta la dación en pago con carácter retroactivo y de manera generalizada, la calidad crediticia de esos activos sufriría un grave deterioro. Las cédulas hipotecarias suman la escalofriante cifra de 425.000 millones de euros emitidos, más del 40% de nuestro PIB. La dación reduciría su valor como garantía para el BCE, provocando más restricción de crédito, más destrucción de pymes, más destrucción de empleo, más depresión y más desahucios.” El autor propone un acuerdo a tres bandas, deudor, banco y gobierno con el fin de establecer cuotas de pago posible con préstamos a treinta o cuarenta años y la condonación de la deuda pendiente que supere la cifra total. El caso, sostiene este Hay vida después de la crisis es que para estabilizar la deuda de las familias se queden en las casas.
La resolución de la crisis bancaria es la decisión más determinante de la política económica de España, y dado que el Estado no podrá vender todas las entidades nacionalizadas, en este caso la propuesta consiste en la creación de un banco público que las concentrara y se centrara en el crédito que los bancos no cubren, el de jóvenes y pymes.
" ... España sigue siendo uno de los países con menor gasto público sobre PIB o por habitante. Por tanto, la obsesión dentro y fuera de España con nuestro despilfarro y exceso de burocracia no está justificada económicamente. Las razones para justificarla hay que buscarlas en la filosofía moral, en la política y en la mitología"
Y la política fiscal, claro, José Carlos Díez es tan crítico con el gobierno español como con el europeo y advierte, que si un tercio de la eurozona acomete ajustes fiscales, los otros dos tercios deben optar por el estímulo para compensar y conseguir que la política fiscal sea neutral. La reforma fiscal debe centrarse en las tres figuras impositivas principales: IRPF, IVA y sociedades. Y aquí si da la razón al gobierno en la progresiva subida del IRPF pero no en la del IVA y propone un tipo mínimo en sociedades entre el 15% y el 20%. Pero la clave estaría en la lucha contra el fraude, España con tipos impositivos  similares a los de Italia, recauda 13 puntos del PIB menos.
El final del libro es una llamada a centrarse y priorizar en la emergencia social, pero también ofrece la esperanza y el optimismo sin perder en absoluto la visión realista de la dificilísima coyuntura en la que nos encontramos.

En esta ocasión El Polemista se ha extendido más de lo habitual, pero sinceramente creo que un libro como Hay vida después de la crisis es la mejor forma de aproximarse a una visión tan alternativa como sensata -por anteponer la realidad a la ideología- a la situación en la que nos encontramos tanto España como Europa. Es un libro muy sencillo que probablemente no aportará demasiado al público especializado, pero tampoco está escrito para ellos. Quizá en esa sencillez está su virtud y también el defecto por cuanto una visión tan general y macroeconómica de la realidad en algunos casos puede resultar insuficiente.
La edición de Plaza y Janés carece de anexos e índices que considero imprescindibles en este tipo de libro, quizá motivado por la emergencia de edición que requieren textos condenados a quedarse superados por los acontecimientos tan rápido. La suerte es que a José Carlos Díez es muy fácil encontrarlo en los diferentes medios de comunicación.
¡Lean este libro!


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