No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

martes, 17 de junio de 2014

Ucrania y Rusia: evolución y contexto del conflicto, de Jorge Navarro, Rusia frente a Ucrania, de Carlos Taibo, y el estado de la cuestión.

Nota previa aclaratoria:
El presente texto es un documento aportado a la conferencia con el mismo título que el autor de El Polemista, Jorge Navarro Cañada realizaba el mes pasado. La inclusión del libro de Carlos Taibo, Rusia frente a Ucrania  (Ed. Catarata), es obligada por el peso que en él tiene sin ser una reseña por la aportación de otros títulos y sobre todo por las opiniones e interpretaciones del autor que le dan sentido y que solo coinciden con las de Taibo parcialmente. No obstante, terminado el documento, se ofrece reseña, valoración del libro y opinión personal al respecto.

INTRODUCCIÓN

No es fácil contextualizar el momento que se vive hoy en Ucrania, que inevitablemente pasa por Rusia pero en el que intervienen otros actores de manera directa e indirecta.
Es por ello que aun siendo Ucrania el escenario a día de hoy de los enfrentamientos, lo que está en juego y moviliza el tablero internacional es la posición real de Rusia en el marco geoestratégico, y la enorme extensión de sus fronteras sigue siendo un factor determinante. No olvidemos que si Rusia mantiene tensiones en el oeste con Ucrania que podrían extenderse a la Unión Europea y Turquía, también las sufre con su sur asiático, algunas potencialmente muy peligrosas e incluso mantiene contenciosos territoriales en la región Asia-Pacífico, en la zona de las Kuriles del Sur se encuentran rutas marítimas de enorme importancia para su Flota del Pacífico.
En este contexto la sensación creciente desde la desaparición de la Unión Soviética de que Rusia se convertía en una potencia regional, no global y perdía influencia se iba a encontrar más pronto que tarde con estas contradicciones; y es que el PIB de Rusia (dos billones de dólares) en paridad de poder adquisitivo es una cuarta parte del PIB chino y una octava del estadounidense, el 15% de la UE. Rusia realiza el 2,5% de las exportaciones mundiales, frente al 17% de la Unión Europea.
Y, sin embargo, el ejército sobredimensionado y caduco heredado de la URSS que frenó drásticamente su presupuesto a partir de 1992 volvió a ascender a partir del año 2000 (año de la llegada al poder de Vladimir Putin) y en 2012 ascendía a 4,4% del PIB, este año estaba previsto que rozara el 5%. Ciertamente las cantidades gastadas son menores comparadas con otras potencias, EEUU en 2010 gastaba 607.000 millones de dólares mientras que Rusia no pasaba de 58.600 millones de dólares, por debajo de Francia, Reino Unido o incluso que Alemania, lo que demuestra que hasta la fecha el planteamiento ruso en ningún caso se dirigía a un escenario de conflicto más allá de lo que considera su zona inmediata de influencia; aun así su estatus de superpotencia militar continúa vigente, entre otras cuestiones, su industria armamentística ha logrado reponerse al parón de los años noventa para alcanzar niveles altos en la última década suministrando fundamentalmente a los mercados indio y chino.
Así que podemos concluir que Rusia con sus 145 millones de habitantes no es una potencia económica en ningún caso pero sí lo es militar, tampoco ocupa una posición geográfica central en el planeta por el que pasen los grandes flujos comerciales y humanos pero goza de fronteras determinantes en la estabilidad y el orden mundial.
Muy diferente es la posición de Ucrania; siendo en superficie el segundo Estado europeo (303.500km2)  por detrás de Rusia, conserva de un lado, el papel otorgado por muchos de territorio clave para la conservación de Rusia como potencia, y de otro el mito historiográfico; mientras la historiografía rusa considera el Rus de Kiev el origen de la propia Rusia y no es más que la primera de las disputas históricas entre quienes reivindican el legado histórico de Ucrania por otra parte complejísimo, si bien Polonia ejerció durante siglos una enorme influencia que incluye el catolicismo y la introducción de los valores del Renacimiento y después los del humanismo,  los últimos trescientos años han sido de clara dominación e influencia rusa y soviética, sin perder de vista que territorios más al Este como Járkov estaban integrados en el imperio zarista desde el siglo XVI mientras que Lviv, al Oeste, solo ha estado bajo dominación soviética desde el final de la II Guerra Mundial hasta la independencia de Ucrania en 1991. Lo que es seguro es que ni polacos, ni austro-húngaros, ni rusos o soviéticos han reconocido jamás en Ucrania ningún poder autónomo y tal y como entendemos hoy el país podemos afirmar sin miedo al error que la Ucrania actual no es la consecuencia del devenir histórico de una nación sino de circunstancias ajenas a ella. Se suma a ello que desde finales del siglo XIX a su aportación agrícola al imperio ruso se añade la productiva , a la URSS le aportaba el 55% de la producción de hierro, el 33% de carbón y el 18% de electricidad, lo que sumado a la incorporación artificial por parte de Stalin de Galitzia-Volinia de Polonia, la Bukovina y Besarabia  de Rumanía y la Rutenia de Checoslovaquia, y desde luego Crimea, cedida por Jrushov en 1954 como gesto de hermandad histórica entre Rusia y Ucrania. Es fácil darse cuenta del entramado y la complejidad étnica y territorial que muestra Ucrania (tierra de frontera significa en eslavo).


UCRANIA: CONTEXTO, EVOLUCIÓN POLÍTICA Y SITUACIÓN ACTUAL.

En los últimos años de la Unión Soviética se generó un movimiento descentralizador que acabó con la independencia de Ucrania en 1991 refrendada por más del 90% de la población con una participación superior al 80% (54% en Crimea). Solo unos meses antes la mayoría de los ucranios habían aprobado igualmente en referéndum un tratado de la Unión que contemplaba la preservación de la URSS.
Desde el primer instante de la independencia se establecieron tensiones con Rusia por la herencia soviética, fundamentalmente por el control de las armas nucleares presentes en el país que se transfirieron en su totalidad a Rusia (con apoyo norteamericano) y la Flota del Mar Negro localizada en Crimea llegando a un acuerdo que consistía en que Rusia haría uso de dicha base naval y asumía los activos de la URSS a cambio de hacerse cargo de la deuda soviética. No obstante y entre medias, se produjeron momentos más o menos tensos como la declaración de ilegal por parte del parlamento ruso de la cesión de Crimea a Ucrania en 1954.
La primera etapa política del país la cubren los mandatos de Leonid Kravchuk (1991-1994) y Leonid Kuchma (1994-2004): el viejo aparato burocrático soviético se recicla para a través de la privatización y la creación del nuevo Estado, transformarse en un poder de oligarcas, fenómeno que se ha producido en otras ex repúblicas soviéticas incluida Rusia. Para el desarrollo de este nuevo sistema se primaron los intereses del Este del país sobre el conjunto dotándolo de sobrerrepresentación,  al mismo tiempo que se establecían alianzas con el vecino ruso para incomodidad de los partidarios de romper lazos con Rusia y el acercamiento a la Unión Europea. De lo que fue el viejo aparato político, salieron un partido comunista, otro socialista y un gobernante socialdemócrata, y en frente el Ruj, un partido que ya había defendido tiempo atrás la independencia ; en este periodo, especialmente bajo la presidencia de Kuchma son frecuentes junto a la corrupción generalizada y la penosa gestión política, los tics autoritarios. El deterioro de la figura política de Kuchma le obligará a cohabitar con Víktor Yúshenko, que aunque fue destituido tras una moción de censura y sufrir el acoso tanto físico como político, protagonizará a finales de 2004 la “Revolución Naranja”, pero Ucrania ya quedaba dividida entre “azules y naranjas”.
En noviembre de 2004 Vladimir Putin visitaba Ucrania para hacer campaña en favor del sucesor de Kuchma, Viktor Yanukóvich, que se enfrentaba a la alianza de Victor Yúshenko y la conocida como la “princesa del gas”,Yulia Timoshenko, representante del clan empresarial gasístico de Ucrania, del cual también era una de las mayores empresarias. Previamente, el candidato Yúshenko había recibido un tratamiento médico de urgencia para salvarle de lo que él denunció como un envenenamiento con dioxinas realizado por los servicios de inteligencia rusos al servicio de Yanukovich.  Finalmente las elecciones se celebraron, pero las denuncias de fraude y la negativa del gobierno ucranio a repetir la segunda vuelta de estas generó lo que se denominó “Revolución Naranja” y que consistió en la toma del centro de Kiev por cientos de miles de personas bloqueando durante 18 días los edificios administrativos, y aunque las regiones del Este del país amenazaron con imponer su autonomía la mediación internacional hizo posible la repetición de las elecciones en las que Vicktor Yúshenko fue elegido presidente.
En aquel momento Ucrania salvaba su crisis más grave desde su independencia y evitaba la guerra civil o la fractura del país, pero también hacía irreconciliables a los que luego se han definido con muy discutibles etiquetas como prorrusos (azules) y prooccidentales (naranjas).
Básicamente y simplificando mucho, los naranjas serían partidarios de “desrrusificar” Ucrania, dejando el ucranio como lengua oficial (ya lo es), pero de uso único, por la presencia de vínculos estrechos con la Iglesia grecolatina, y el acercamiento mayor posible a la Unión Europea y a la OTAN.
Por su parte, los azules, defienden la igualdad de la lengua rusa a la ucrania, en materia religiosa sigue al Patriarcado ortodoxo de Moscú, hasta tiempo muy reciente también era partidarios del acercamiento a la Unión Europea pero en ningún caso a la OTAN.
Y entre medias lo que probablemente es una mayoría de ucranios partidarios de mantener equilibrios entre ambas opciones según convenga en momento y lugar, circunstancia que ha sido imposible por la dinámica política que ha adquirido el país. Aun así es justo indicar que Yanukóvich no ha llevado políticas tan rusófilas como podría interpretarse al calor de los acontecimientos actuales, especialmente negándose a incorporar Ucrania a la unión aduanera con Rusia y Bielorrusia, y manteniendo al país en la GUAM, la asociación frente a las injerencias rusas que agrupa a Azerbaiyán, Georgia, Moldavia y Ucrania.
Y es que en realidad y volviendo al gobierno emanado de la Revolución Naranja de Viktor Yúschenko (2005-2010), con Yulia Timoshenko como primera ministra en dos ocasiones (en 2005 unos meses y de finales de 2007 a 2010) y entre medias Yanukóvich que ocuparía el cargo entre 2006 y 2007, una de las grandes tragedias de la política ucrania que vale para su vecino ruso, es la gran influencia en la política y en la economía que imponen los oligarcas. Este fenómeno emanado del comercio tanto de materias primas, productos elaborados o energéticos, se basó en la especulación con los precios regulados por el Estado y su libertad de precio en el exterior, que con las privatizaciones de los años 90 adquirió proporciones descomunales.
En el caso ucranio dos oligarcas son determinantes, mientras Viktor Pinchuk se destaca en su acción en favor de los prooccidentales, Rinat Ajmétov lo hace por los azules. Aun así, y mientras escribo estas líneas y se producen combates entre las milicias de las recién proclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, este segundo se ha declarado partidario de la unión del país, y es que el poder de estos oligarcas es tal, que incluso en el caso de una definitiva división del país se asegurarían éste en ambas zonas.
No obstante conviene siempre tener en cuenta que la gran parte del poder industrial ucranio se concentra en las regiones orientales del país ahora sublevadas.
Viktor Yanukóvich volverá a la presidencia en 2010 tras ganar las elecciones, y aunque su política como se ha comentado anteriormente tiene elementos de acercamiento a la UE, las tensiones políticas internas no cederán en ningún momento.
En noviembre de 2013 estaba previsto que Ucrania, junto con Georgia y Moldavia firmaran el acuerdo de asociación ya pactado con la Unión Europea que incluía una zona de libre comercio; sin embargo, días antes de la firma Yanukóvich anunció la retirada ucrania del acuerdo coincidiendo con un clima político en el país muy enrarecido por la campaña nacional e internacional en favor de la liberalización de Yuliya Timoshenko  (un juzgado de Kiev en octubre de 2011 la condenó a siete años de prisión por abuso de poder; la Justicia ucrania la halló culpable de abuso de su poder como primera ministra por firmar en 2009 un contrato con el gigante gasístico ruso Gazprom calificado por las actuales autoridades, con el presidente Víctor Yanukóvich a la cabeza, como sumamente perjudicial para Ucrania y no tener más finalidad que sus propios intereses).
El acuerdo, a diferencia de lo que muchos medios occidentales han defendido, era cuando menos discutible, ya que entre otras condiciones se incluían algunas financieras como la obligatoria aceptación de créditos del Fondo Monetario Internacional y renunciar a otras vías de financiación como el sostenimiento por parte de Rusia de la deuda ucrania y la adaptación del precio del gas vecino a las necesidades del país. Además no se concretaban vías para la entrada del país en el club europeo. En un sentido y otro, las presiones de los oligarcas han sido, son y van a ser, determinantes.
A partir del anuncio de no firma del acuerdo con la UE comenzarán las protestas contra el gobierno de Yanukóvich, muchas de ellas destinadas a protestar por la pésima gestión de gobierno y la corrupción generalizada. A pesar de ello el movimiento fue tomando identidad hasta convertirse lo que se ha llamado Maidán por la plaza de Kiev en la que se concentraban. En dicho colectivo la variedad de grupos que lo formaban oscilaban entre los simplemente descontentos, con otros como grupos de presión financiados desde Occidente, y las más inquietantes organizaciones de extrema derecha; a pesar de lograr en un primer momento la dimisión del primer ministro Azarov en enero de 2014, y la derogación de leyes de corte autoritario, unido ello a la amnistía decretada hacia los detenidos anteriormente por las protestas, estas adquirieron tintes dramáticos a finales de febrero con cerca de un centenar de muertos entre manifestantes y Berkut (la policía antidisturbios ucrania). A pesar de llegarse a acuerdos entre gobierno y oposición donde hay serias dudas sobre la voluntad de cumplirlos, el 22 de febrero Yanukóvich abandona el país y se configura un gobierno de transición hasta las elecciones convocadas para el 25 de mayo encabezado por Aleksandr Turchínov (del partido de Timoshenko) y donde los grupos de ultra derecha tendrán representación.
A partir de este momento se produce una situación de ruptura total en el país: los partidarios de Yanukóvich, abrumadoramente mayoritarios en las regiones orientales consideran al nuevo gobierno como ilegítimo fruto de un golpe de Estado, y Rusia participa de esta posición respondiendo con la invasión y anexión (en proceso) de Crimea, región de 26.000 km2 , de cerca de dos millones de habitantes, capital Simferópol, sede de la flota rusa del Mar Negro, y según algunos analistas aguas territoriales de un enorme potencial en gas y petróleo, pérdida para Ucrania que podría complicar gravemente las posibilidades futuras energéticas de una Ucrania totalmente desligada de Rusia.
Como es sabido, Crimea está poblada mayoritariamente por rusos (59%) tras los movimientos migratorios forzados por Stalin en la II Guerra Mundial y que afectaron especialmente a la población tártara que a finales del 2013 sumaban el 12%, los ucranios formaban el 24%, aunque la lengua del 80% de la población es el ruso y la influencia del país vecino es más que significativa. Igualmente conviene recordar que en 1991 todavía en época soviética, la población de Crimea se pronunció en referéndum por su anexión a Rusia en caso de independencia de Ucrania, condición que no se llevó a cabo por el Tratado de Minsk de ese mismo año por el que Rusia reconocía la integridad territorial de Ucrania. Aun así la distancia política entre Crimea y el resto de Ucrania no ha hecho más que ampliarse a medida que las tensiones políticas separaban a prorrusos y prooccidentales.
En el pasado mes de marzo, una ficción de referéndum daba “legitimidad” a la independencia de Crimea y de facto el inicio de su incorporación a Rusia.
A estas horas otros territorios del Este de Ucrania viven procesos similares pero la posición rusa todavía es ambigua.

RUSIA: CONTEXTO, EVOLUCIÓN POLÍTICA Y SITUACIÓN ACTUAL.


 Mucho más breve en esta exposición seré con Rusia, ya que su desarrollo político ha sido mucho más lineal desde la desaparición de la URSS en 1991.
Gobernada en primera instancia por Boris Yeltsin (ya había liderado la Federación Rusa dentro de la Unión Soviética desde 1990), Vladimir Putin desde el año 2000 a 2008 pasando después a ocupar el cargo de primer ministro mientras le sustituía Dmitri Medvédev hasta el 2012 cuando Putin se volvía a intercambiar el puesto con el anterior.
Son etapas, las de Yeltsin y Putin muy diferentes, en ello influye las personalidades de ambos y las distintas concepciones que los rusos tenían de sí mismos; si Yeltsin era un hombre débil y enfermo muy fácilmente manejable desde el exterior aunque con fuerte tendencia al autoritarismo, no olvidemos la disolución militar del Parlamento en 1993, Vladimir Putin debe su abrumadora popularidad a los momentos en los que utiliza la fuerza frente al exterior y saca músculo nacionalista; tras la anexión de Crimea por la fuerza su cota de apoyo superaba el 80%, cifras que solo había logrado tras la victoria frente a Georgia en el contexto de la guerra civil georgiana con Osetia y Abjasia como primer ministro en 2008, y anteriormente tras el aplastamiento de Chechenia en el año 1999 donde su papel le sirvió para ganar las elecciones meses después sin necesitar segunda vuelta sobre Ziuganov, el candidato comunista; los liberales no obtuvieron más que un 5% y evidenciaron que en Rusia comenzaba una nueva etapa donde el nacionalismo iba a ser el motor político fundamental. Por si quedaba alguna duda, Putin iniciaba su mandato con el lanzamiento de tres misiles intercontinentales de prueba como verdadera declaración de intenciones: Rusia no renunciaba a su papel de superpotencia. Tomar en cuenta que Putin en todas sus citas electorales siempre ha obtenido excelentes resultados que han oscilado desde el 52% del voto en las primeras de 2000 al 71% cuatro años después y el 63 en 2012. Medvéded también superó el 70% en 2008.
Chechenia merece una mención especial:
Tras su declaración de independencia en 1991, meses antes de la desaparición de la URSS, los chechenos disfrutaron de esta hasta 1994, momento en que se produjo la fracasada intervención militar rusa que terminó en 1996; el efecto psicológico de humillación para los rusos ha cumplido un papel fundamental en su evolución política que solo se alivió parcialmente tras la victoria de 1999. Tampoco conviene olvidar la situación que vive Chechenia de extrema opresión, algunos analistas no dudan en denominarlo como un genocidio.
No obstante para entender la deriva nacionalista hay que situarse en 1993 cuando el partido ultra de Vladimir Zhirinovski fue el más votado en las elecciones generales dejando claro cuál iba a ser el derrotero político que iban a seguir los rusos.
Citando a Carlos Taibo, aclaremos, él lo hace magistralmente en el recientísimo Rusia frente a Ucrania  (Ed. Catarata):
“… el término nacionalismo ruso es, por excesivamente genérico, en exceso ambiguo, de tal forma que las opciones correspondientes precisan de adjetivos clarificadores. Y es que hay nacionalistas rusos que son eslavófilos, estatalistas, partidarios de lógicas imperiales, ortodoxos y prosoviéticos, como los hay que responden a un perfil occidentalista, antiestatalista, antiimperio, laico y hostil a lo que supuso la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con todas las combinaciones que deseemos agregar a estos y de otros elementos.”
Tomemos pues en cuenta para contextualizar que además de todo ello hablamos de democracias muy débiles donde priman conceptos como la “gobernabilidad” por encima de las esencias democráticas, de ahí el valor que adquieren los gestos autoritarios y demostrativos de fuerza, estados de opinión pública donde la Oposición se percibe como una amenaza para el orden establecido muchas veces movida desde el exterior “malintencionado”, no como un elemento de equilibrio democrático. En el caso de Rusia además, y ello coincide con Ucrania, el poder de los oligarcas enriquecidos en los años noventa es determinante.
Respecto a la política interna, las cuestiones territoriales han sido determinantes en la Rusia de Putin con un proyecto recentralizador y un cambio de régimen de reparto de recursos fiscales donde el centro federal ha salido muy beneficiado.
Problemática aparte es la economía rusa, que más allá de su tamaño e importancia profundamente descompensado con su importancia estratégica y que ha visto caídas cercanas al 50% en las últimas décadas, vive controlada por un capitalismo donde oligarcas sin el más mínimo control legal, conviven con el que sigue siendo el mayor agente en la economía rusa: el Estado. El resultado de ello es un capitalismo sin ninguna regulación y ajeno a toda legalidad que ha provocado enormes bolsas de pobreza y desigualdad en Rusia. Aun así el contexto internacional ha beneficiado a Rusia a pesar de que aquello que le ha dado peso es su mayor debilidad: depende en sumo grado del precio mundial de sus recursos energéticos, y resulta evidente que sus clases dirigentes ni han visto soluciones a ello ni se han mostrado preocupadas por encontrarlas, máxime cuando los años de bonanza energética no se han aprovechado para diversificar recursos.
Y en fin, según Transparency International en su lista de países menos transparentes (más corruptos), en 2013 Rusia ocupaba el puesto 133 de los 174 evaluados y estimaba en el 30% del volumen de negocio ruso el que se llevaban las prácticas corruptas; así es fácil entender el volumen y el peso de las mafias rusas.
Sin profundizar en ello, no dejar de mencionar el brutal deterioro medioambiental de Rusia con niveles inaceptables de contaminación industrial o su retroceso demográfico, desde el año 2000 a 2010, el número de habitantes había descendido un 2,65%, hoy goza de 145 millones, pero el Fondo para la Población de las Naciones Unidas estima que de los 108 millones de habitantes que tendría Rusia en 2050, cerca de un 30% serán ancianos.

CONSECUENCIAS GEOESTRATÉGICAS  A NIVEL MUNDIAL Y EN EUROPA.

No es fácil aventurar un escenario geopolítico, pero sin duda algo está cambiando y los equilibrios mundiales de las últimas décadas no van a continuar  en la presente.
Rusia deja claro que no será, si puede, una potencia regional y quiere volver a tener un papel mundial, para lo cual hay actores orientales que pueden cambiar la perspectiva geoestratégica además de plantear nuevos escenarios.
Sin embargo, y de cara a Europa, la creación de una nueva frontera “caliente” en la zona de influencia rusa y las derivaciones sobre otros países variará de manera irreversible las relaciones internacionales en Europa y en el resto del mundo.
Conflictos latentes resueltos por la vía totalitaria de Stalin vuelven  a palpitar, viejas reivindicaciones étnicas y territoriales reaparecen, fenómenos inquietantes que generan personajes aún más preocupantes regresan a una Europa que quizá ha calculado mal las consecuencias de revolver en la zona que Rusia consideraba de irrenunciable influencia, y si la estrategia de Putin surte efecto, la Unión Europea no agitará más; y sin embargo, el juego geoestratégico está en plena ebullición y los intereses claramente diferenciados, hay una nueva frontera, y la UE un nuevo oponente que al mismo tiempo juega un papel determinante en su status e intereses: Rusia. En medio, de momento Ucrania, pero una vez movidas las fronteras esto no será más que el principio.


Si lo anterior está escrito hace escasas semanas, estas líneas las escribo cuando la situación en Ucrania lejos de mejorar se ha enconado y ya hoy podemos hablar abiertamente de una guerra; y en este contexto, el conflicto "gasístico" entre Rusia y Ucrania se recrudece dando paso a una nueva "guerra del gas" entre ambos con la consiguiente escalada de tensión que conlleva y que coincide con el conflicto bélico que acontece a estas horas en Irak y que por su repercusión en los precios del gas de un lado, y del petróleo de otro, no teniendo nada que ver el uno con el otro pueden encontrar circunstancias de "oportunidad" determinantes que dan medida de la repercusión en el mercado energético que puede alcanzar.

Respecto a Rusia frente a Ucrania de Carlos Taibo, se trata de un libro de emergencia destinado a ser superado por los acontecimientos; y sin embargo la claridad, la capacidad de síntesis y el conocimiento del contexto con el que lo ha escrito su autor lo convierten en una lectura tan rápida y sencilla para cualquier público interesado como necesaria, que además carece de pretensión ninguna de ser definitivo. A ello ayuda la edición de Catarata, que a pesar de su sencillez no escatima la bibliografía necesaria y un breve anexo de mapas.
En justicia al libro me permito sintetizar sus conclusiones:
1- Rusia no es una potencia meramente regional.
2- Atesorando una riqueza ingente, Rusia está ubicada en latitudes demasiado septentrionales como para permitir el despliegue de una economía diversificada.
3- Rusia, aunque se cuenta habitualmente entre los "emergentes" BRIC (Brasil, India, China y en ocasiones Sudáfrica), no lo es; ni el peso en su economía de las exportaciones, ni su gasto y potencia militar, ni su crisis demográfica apuntan en esa dirección.
4- La figura de Vladimir Putin está absolutamente mitificada y todo su proyecto es dependiente del precio de las materias primas.
5- Los acontecimientos de Ucrania anuncian una lógica imperial rusa nada grata para el resto de pueblos afectados.
6- Hay una teatralización evidente en los diversos actores internacionales pero a nadie le interesa un hundimiento del actual estatus económico mundial.
7- No estamos ante una nueva Guerra Fría, no se enfrentan dos cosmovisiones y sistemas diferentes y aunque el capitalismo occidental y el ruso muestren modulaciones distintas, hay intereses y proyectos comunes.
8- El relieve geoestratégico de Ucrania es limitado se pongan como se pongan los teóricos del euroasianismo.
9- Rusia se siente víctima de una operación de acoso destinada a impedir que resurja en el oriente europeo como una gran potencia, y ello, tanto con razón o sin ella, va a tener un efecto real en la Europa Oriental.
10- "Ninguno de los contendientes que hemos identificado, ni los grandes ni los pequeños, parece mostrar conciencia alguna en lo que se refiere a las secuelas de la corrosión terminal del capitalismo a la que asistimos, a la imprevisión con la que éste obsequia a una crisis ecológica que es ya una realidad y a la proximidad del colapso(...)Ojalá no haya quedado atrás también la posibilidad de aplicar los frenos de emergencia de un tren que nos conduce, a marchas forzadas, hacia el abismo."

Lo dicho, un libro de emergencia, pero incluso desde la distancia ideológica de necesaria lectura.

jueves, 5 de junio de 2014

No vamos a tragar de Gustavo Duch, El fracking ¡vaya timo! de Manuel Peinado, y, alternativas frente al desastre.


Las crisis alimentarias no son algo coyuntural: “desde la instauración de la globalización capitalista y el consecuente desmantelamiento de las políticas agrarias y alimentarias, el empobrecimiento es de carácter estructural. La alimentación dejó de ser un derecho humano para convertirse en un negocio, y en consecuencia el hambre, las intoxicaciones y los encarecimientos explotan sin control por doquier.”
Así de claro es Gustavo Duch desde la misma introducción de este No vamos a tragar (Ed. Libros del Lince). Y es que estamos ante un libro que incide en la línea de anteriores como Lo que hay que tragar ya reseñado en El Polemista http://elpolemista.blogspot.com.es/2011/06/comer-animales-de-j-safran-los.html o Alimentos bajo sospecha http://elpolemista.blogspot.com/2011/12/alimentos-bajo-sospecha-de-gustavo-duch.html también aquí comentados.
Y permítanme que cite del primero:
“La pobreza en el mundo es una pobreza que reside en el campo, precisamente a causa de modelos como éste, donde se agota la tierra con exigencias atroces y se imposibilita a los campesinos y las campesinas el acceso y control de los recursos productivos, vivir de su trabajo agrícola y crear un tejido rural rico y vivo”.
Y es que Gustavo Duch sostiene que el hambre es un problema político, una crisis generada a través de políticas destinadas a la producción exportadora de los países que la sufren y la destrucción de sus mercados y producciones interiores donde el campesinado genera cultivos comerciales para multinacionales que posteriormente venderán a esos mismos mercados generando la más absoluta pérdida de soberanía alimentaria. A ello contribuye la apropiación de tierras con fines agroindustriales y el control de zonas agrícolas en diferentes regiones del mundo, en muchos casos motivadas por la entrada de grupos privados de capital o fondos económicos con fines especulativos. Este acaparamiento, entre otras consecuencias, fuerza a miles de campesinos al desplazamiento y a la pérdida de su sustento: la tierra.
Y es que la falta de rentabilidad económica de sectores donde habitualmente se ejerce la especulación como la deuda pública o el sector inmobiliario ha empujado a los fondos de inversión al mercado de futuros alimentos que son junto al aumento de granos para los agrocombustibles motivos que explican el actual aumento de precios de materias primas para desgracia de los países que dependen de las exportaciones a causa de su pérdida de soberanía alimenticia y beneficio de las empresas de inversión y especulación.
De esta forma, la falta de alimentos no es el problema, y Duch atribuye el argumento de la necesidad de aumentar la producción a la justificación de semillas transgénicas o de ganadería intensiva.
“El hambre es un problema político, y lo mismo podemos decir de las otras crisis alimentarias. Es necesario dejar de apostar por un modelo agrario basado en el libre comercio y la exportación para hacerlo por otro que garantice la soberanía alimentaria de las poblaciones.”
El lector a través de las páginas de este No vamos a tragar. Soberanía Alimentaria: una alternativa frente a la agroindustria va a encontrarse con un innumerable catálogo de atrocidades alimentarias, y no solo relacionadas con la explotación del tercer mundo aunque manda la obesidad de las multinacionales de la alimentación, pero también interesará a quien esté preocupado por su seguridad alimentaria.
Y la defensa de la cultura campesina en la que el autor ve el futuro, también en nuestro entorno, este libro tiene mucho de manifiesto además de su contenido explicativo e informativo.
Y no esperen un capítulo dedicado a los transgénicos, Duch hace un muy discutible canto de victoria sobre ellos:
“Un fracaso en toda regla del que ya casi no habrá que hablar. La plaga transgénica –sus inversiones, sus tejemanejes y sus emporios que se iban a comer el mundo- , dos décadas después, cubre tan solo un 3% de la tierra agrícola mundial, circunscrita en cuatro o cinco países.
Por tanto, un 97% de la tierra agrícola del planeta continúa estando libre de transgénicos.
Sentimos decirlo, pero transgénicamente no hay nada que hacer.”

En fin, estamos ante un libro más que recomendable sea cual sea la visión del asunto del lector, hay una denuncia necesaria que independientemente de que se comparta o no el mensaje radical y de ruptura de Gustavo Duch hay que escuchar y reflexionar sobre él.

Por cierto, es en clave muy diferente y de un carácter mucho menos ideológico y más antropológico y local, pero no puedo después de haber hablado de “cultura campesina” dejar de citar de manera expresa La conservación cultural de la naturaleza de Jaime Izquierdo Vallina que también tiene reseña en El Polemista y que hará las delicias de todo aquel interesado en el tema: http://elpolemista.blogspot.com.es/2013/04/la-conservacion-cultural-de-la.html. No obstante, los temas medioambientales y de alimentación se han tratado abundantemente en este blog y son varios los libros reseñados al respecto.

No es el primer libro de la colección ¡Vaya timo! de la editorial Laetoli que llega  a este blog, y probablemente no será el último, y es que no hay superchería, superstición o simplemente timo como su nombre indica que esté a salvo de ser desmontada en ella, lo que por otra parte en una editorial que entre otras publicaciones cuenta con una impresionante selección de autores de la Ilustración radical (de alguno encontrarán reseña en El Polemista) no puede sorprender a nadie.

El fracking ¡vaya timo! de Manuel Peinado además de ser un completo desmenuzado de todos los elementos que rodean esta práctica energética advierte de un elemento esencial: además de ser un peligro medioambiental, de seguridad y salud pública, tiene todas las características de la burbuja financiera creada por las hipotecas subprime o su derivada hispana del ladrillo. Lo que es lo mismo, una artimaña financiera además de una nueva tecnología de perforación horizontal con multifractura hidráulica que permite el acceso a yacimientos hasta ahora inaccesibles de gas natural.
El autor se posiciona desde un primer momento: las reservas de petróleo de las que disponemos son limitadas y es necesario reconducir la economía hacia necesidades  esenciales cambiando en dirección a la sociedad post-carbono sujeta a la menor disponibilidad que pueden aportar las energías renovables. En este contexto no sobran las reflexiones desde el puro sentido común:
“… las compañías de petróleo y gas están en el negocio para extraer hidrocarburos al precio más barato y con la mayor eficiencia posible para que luego los consumidores paguemos el precio más alto que puedan conseguir. Si pueden ahorrarse dinero para incrementar sus márgenes de beneficio negándose a utilizar (o evitándolos) los controles ambientales adecuados, eso será precisamente lo que harán si no se les obliga, con independencia de que la zona en cuestión tenga que asumir los costes ambientales o los efectos negativos para otros sectores productivos.”
Y es que vivimos en el declive de los combustibles fósiles y es obvia la tensión y el conflicto geoestratégico que genera su abuso, para lo que Manuel Peinado advierte: no es la ecología ni la economía, ¡es la física estúpido!:
“Si un zorro necesita más energía para cazar una liebre que la que obtiene comiéndola, será lo suficientemente astuto como para buscar otra cosa para comer.” Vamos, que mantener la producción de petróleo y gas actual por medios convencionales requiere capitales no rentables a largo plazo por el coste de obtenerlo y hacerlo por métodos no convencionales como el fracking de gas y petróleo o mediante la producción de arenas asfálticas, biocombustibles, pizarras bituminosas… significa impactos ambientales crecientes.
Sí, a pesar del carácter riguroso y también técnico de este libro el lector no se aburrirá, no es el sentido de este blog abrumar con cifras y datos, pero les aseguro que El fracking ¡vaya timo! ha sabido encontrar el equilibrio en este sentido, la edición ayuda mucho a ello.
Magníficamente explicado cuales son los hidrocarburos convencionales y cuales no, la conclusión es contundente: el fracking, la nueva “revolución energética”, es poco rentable y ambientalmente muy agresiva.
Y saco esta frase de la introducción:
“la desgraciada experiencia de las hipotecas subprime apunta a que la revolución energética  no es un maná caído del cielo, como proclaman los panegíricos de la industria petrolífera, sino una más de las maniobras que surgen de Wall Street para manipular el mercado financiero, caiga quien caiga y aunque ello conduzca a la Gran Recesión en la que estamos sumidos. Es algo que también deberían tener muy en cuenta quienes defienden la rentabilidad del fracking en nuestro país, que, como ocurre en toda Europa, no es otra cosa que la llegada a este lado del Atlántico de una práctica contaminante, ambientalmente destructiva y comercialmente desastrosa pero que, eso sí, llena los bolsillos de los especuladores habituales.”

No es fácil hacer reseña de un libro con tantos elementos técnicos, pero el público español puede estar seguro de que ya tiene a su disposición una obra capaz de desvelarle todas las cuestiones que necesita saber sobre el fracking, que como he comentado antes se ve arropada por una edición que no escatima gráficos, fotografías… incluido el enlace para la descarga de más aspectos tecnológicos y ambientales de este fenómeno que llega en plena locura de la política energética, no solo en España donde circunstancias políticas y quizá de intereses inconfesables hacen simple y llanamente impresentables, sino de un mundo que parece ir directo al manicomio energético con las consecuencias que ello van a suponer, al mundo en el que vivimos y a sus habitantes.

Dos excelentes libros que superan con mucho el espacio ideológico en el que podrían encasillarse.