No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Populismos, una defensa de lo indefendible de Chantal Delsol, El Populismo de Loris Zanatta, y la anti Ilustración como rebelión contra lo real.


Cada generación estudia el fenómeno de los populismos desde una perspectiva histórica y espacial diferente aunque hay rasgos comunes dónde todos sus estudiosos ponen el acento, pero sigue siendo determinante el cuándo y el dónde; y es que a alguno nos cuesta reseñar sobre populismo y no citar a José Álvarez Junco: bueno sí, por qué no, todavía no se ha superado a nivel nacional su El Emperador del Paralelo, el Lerroux capaz de mutar del izquierdismo incendiario en 1909 al republicanismo de orden de 1934, pero hay más respecto al populismo en general:
“… desde la ida al pueblo de la intelectualidad rusa hasta la dictadura social de Perón, pasando por el nacionalismo de Gandhi o Nasser o los vagos llamamientos al hombre de la calle que prodigan los políticos de las más diversas orientaciones (…) Carecen, en general, de organización estable, de base social homogénea, de ideario o visión del mundo claramente formulados, de programa o propuestas de reforma bien articuladas… Por el contrario, predominan en ellos discursos o consignas vagos y apasionados y en lugar de vínculos formales con instituciones lo que tienen sus seguidores es intensos lazos emocionales con un dirigente carismático.” La obra de Álvarez Junco al respecto del populismo es inapelable y no quería dejar de citarla porque los estudios sobre el tema no son en absoluto nuevos, los ha habido siempre, volviendo a él, anti-elitismo, anti-intelectualismo y anti-tecnicismo: “Más que un rasgo modernizador, este elemento clave parece un rasgo del mesianismo religioso o del paternalismo monárquico del Antiguo Régimen”. No se lo pierdan, El País 2014(http://elpais.com/elpais/2014/11/04/opinion/1415132749_364183.html).

De los dos libros que voy a tratar comenzaré por el más provocador, Populismo una defensa de lo indefendible de Chantal Delsol (Ed. Ariel), la directora del Instituto Hannah Arendt y toda una personalidad de las ciencias políticas francesas que escribe un texto que parte de una premisa tan “indefendible” como que el populismo actual es un fenómeno nuevo aunque apele a Aristóteles para defenderlo (política como reino de la opinión, no de la verdad), o afirme sin pudor “… salvo en algunos lugares privilegiados donde la defensa del arraigo ha sido reconocida e integrada en el debate: no hay populismo en Gran Bretaña o en España”; pero no se asusten, si la forma del libro es toda una provocación, “el populismo sería, pues, el apodo con el cual las democracias pervertidas disimularían virtuosamente su desprecio por el pluralismo” no lo es el fondo, me temo que a populistas como Marine Le Pen, Pablo Iglesias o al ya dimitido Nigel Farage les habrá encantado, otra cosa quizá hubiera sido si lo hubieran entendido.
Un ejemplo: “Todo análisis de la demagogia, antepasada de nuestro populismo, deja entrever la diferencia entre el principio de placer y el principio de realidad, el primero ligado al instante, el segundo a largo plazo. Lo propio del demagogo es complacer en el instante, pretendiendo que todo es fácil y que se puede obtener cualquier cosa, y disimulando las dificultades y los esfuerzos esenciales.” A través del concepto griego de ciudadanía y de la demagogia como perversión de la democracia, Chantal Delsol sitúa lo que después se convertirá en populismo en la división entre pueblo inculto y élite educada, y es que sostiene que el paso de la demagogia antigua al populismo moderno se afianza en el paso de la razón griega a la ideología en la época moderna; así, en otra muy discutible afirmación, el populismo moderno aparece con la democracia donde un jefe, mediante su complicidad con la masa, puede llevar a cabo de alguna manera un secuestro del poder legal. El uso del concepto es complejo, a veces la autora juega con él para afirmar sin necesidad de hacerlo en una trampa intelectual al lector que hace la lectura muy dinámica y divertida. Abusando una vez más de conceptos como los “defensores del pueblo”, estos inicialmente en la etapa moderna serían de izquierdas y posteriormente de derechas: la costumbre lingüística ha calificado a los primeros de populares y a los segundos de populistas.
También es muy discutible la afirmación de que casi nadie reclama para sí el populismo, este es un libro netamente europeo, lo cual es un hándicap para el lector más global; igualmente plantea dudas la aplicación de la neolengua a las élites frente a estos grupos que al no haber conceptualizado sus convicciones no estarían dotadas de estas según sus críticos, solo de emociones; volviendo al caso latino, desde el peronismo al mundo bolivariano o por una secuela del mismo como Podemos español, hay todo un abuso del metalenguaje político a la carta.
Chantal Delsol en este Populismos, una defensa de lo indefendible, vuelve a prejuzgar al idiotes clásico como aquel que busca la verdad universal en la esperanza y no en la teoría; en la modernidad, lo universal se ha transformado en un sistema de dogmas, así que el idiotes hoy, el populista, se caracteriza por las ideas precisas que transmite, y por un desacuerdo concerniente al estatus de la particularidad y de lo universal.
A partir de la Ilustración el logos como verdad definitiva y absoluta del hombre se transforma en la Verdad como emancipación frente a su contrario, el arraigo ligado a la tierra natal y sus costumbres, al pasado como fuente de porvenir, el hombre vinculado con un territorio y su cultura, ha conservado el ideal moral del héroe, consagrado por el sacrificio y la grandeza, que conoce al prójimo al que ama y detesta al otro. Su libertad está situada en el tiempo y el espacio social y tiene tendencia a temer, su papel no es bonito, no beneficia al prestigio del porvenir.
El populismo contemporáneo expresa una reacción contra el desarrollo de conceptualizaciones universalistas desde la Ilustración; esta, no inventó la emancipación, pero sí la ideología emancipadora, que no conoce ni patria, ni clan, ni antropología; solo conoce a humanos autodefinidos, iguales y dotados todos de los mismos derechos.
El idiotes, el populista, es anti Ilustración como rebelión de lo real, solo lo particular es real, los grandes relatos se apoyan en conceptos que no existen y cuanto más universales menos aún.
“Hoy el populismo expresa en la mayor parte de los casos, de forma errática y violenta, un conservadurismo que no consigue expresarse de manera coherente en los lugares oficiales (…) El rechazo de la globalización, naturalmente, contribuye a mantener el populismo, pero está lejos de representar su fuente principal  y, sin embargo, es el único que la opinión común puede considerar confesable, puesto que ataca al deshonrado capitalismo.”  
La democracia no pretende reconocer al pueblo tal cual es, sino como un pueblo elevado a la conciencia del bien público, el populista no es un ciudadano en el sentido de la Razón ilustrada y esta se siente amenazada por él que pierde la condición de ciudadano.
El nazismo como puro y duro populismo precipitó la idea del arraigo a unas tinieblas de las que no ha salido aun porque se habían apoyado en la nostalgia de las tradiciones y de las comunidades abolidas; y ello que ideológicamente bebía fundamentalmente de fuentes paganas, se apoyaba en el eugenismo y el darwinismo del siglo XIX, todas ellas ideas que nada tienen que ver con el conservadurismo; en Europa hoy se rechaza todo pensamiento capaz de oponerse al individualismo y la emancipación, se asocia con el arraigo, el particularismo, el autoritarismo…
“El populismo, bajo este aspecto (voluntad de acuerdo directo entre un pueblo y su jefe, por desconfianza de los mecanismos de representación) responde a la excesiva complejidad de la democracia racional legal(…) sin embargo el sentimiento (justo o no) de no estar representado, no se traduce necesariamente en un rechazo a la mediación política(…) los populistas consideran que el abanico de las visiones del mundo sometidas a debate y la alternancia no es lo bastante amplio, porque sus ideas no se admiten allí. Denuncian lo que llaman una democracia amañada, porque limita el pluralismo a una variedad de opiniones a sus ojos demasiado estrecha.”
Siendo como es una reacción contra el racionalismo consensuado, arraigado en las instituciones, el fenómeno populista reclama el carisma del jefe y su electorado pone todas sus esperanzas en él; una vez no reconocida la organización racional-legal solo queda el carisma, aunque ello también responde a la simpleza de una corriente de ideas que no es una doctrina y que suele ser una adición a reacciones a veces contradictorias que impide un pensamiento coherente y argumentado.
Lo que Chantal Delsol nada inocentemente llama “juicios de la elite”, los campos semánticos para calificar a los “medios populares” serían la brutalidad, la tontería, el ensimismamiento, la frustración, la renuncia al progreso… “en una sociedad que se considera a sí misma democrática y moral, el desprecio se ha elevado al rango de virtud”.
La comparación entre apertura y cerrazón, entre lo universal y lo particular, se expresa también en lo territorial, en las diferencias entre centro y confines, entre capital y provincias; también fuera del Estado soberano.
La educación del pueblo con el reproche a las élites de desconocer los límites y el sentido de la realidad, cierra este Populismos una defensa de lo indefendible de Chantal Delsol antes de la conclusión:
“… una democracia que inventa el concepto de populismo, o dicho de otra manera, que lucha mediante el escupitajo y el insulto contra opiniones contrarias, demuestra que falta a su voluntad democrática. Manifiesta que sus élites, a pesar de su discurso, no han aceptado la controversia, y restablecen la perpetua lucha de clases, exasperadas al no poder imponer sus verdades”.

La edición de la editorial Ariel, discreta, añade bibliografía.
Como ven estamos ante un libro de difícil contraste con la realidad política, de hecho la defensa en medios que ha hecho la autora intentando traducirlo a la realidad política en algunos casos roza el disparate para quien no haya leído previamente la obra, no solo con la no francesa, pero el viaje es delicioso y el mecanismo mental al que el lector es llevado resulta fascinante aunque cueste asumir como propio que la defensa de la democracia representativa que mayor cotas de libertad y convivencia del conjunto de la sociedades que la gozan han disfrutado en la historia, sea propio de élites y que el mundo se divida entre pueblo y casta; no es así, seguiremos creyendo en la ciudadanía y sus representantes, en la Razón ilustrada, y en la legitimidad democrática racional legal (Weber).

El populismo de Loris Zanatta (Ed. Katz), un análisis histórico del fenómeno realizado por un historiador italiano con la mirada en Argentina, es especialista en América Latina; ya les anuncio que con toda lógica no ha gustado a populista alguno y es un libro controvertido, muy directo aunque como es inevitable en un tema tan deforme y de tanta dificultad en su caracterización.
Echando mano de Isaiah Berlin, el populismo partiría de la idea del pueblo como comunidad previa e indivisible cuya esencia y armonía se debe recuperar y proteger de la degradación, llama a la movilización en defensa de la soberanía popular, es antipolítico y aparece en periodos de crisis:
“… en el núcleo del populismo encontramos un horizonte ideal que no solo rechaza el ethos de la democracia de tipo liberal, sino que lo convierte en la corriente antiliberal  más poderosa de la era democrática”.
Sufre tendencia a expresarse a través de liderazgos carismáticos que exacerban una visión maniquea del mundo y de las relaciones sociales representadas como el campo de batalla del bien y del mal, reducido a amigos o enemigos; este liderazgo y su identificación con un líder es esencial para plasmar la identidad común y unívoca y además tiene pretensiones de dimensión ética, “desde la cruzada falangista que transformaba en infieles a los enemigos políticos hasta Berlusconi que afirma haber entrado en política para derrotar al mal y combatir a los comunistas anti italianos, o la interminable serie de expresiones ofensivas que descarga  Cristina Kirchner y que descargó Hugo Chávez sobre sus enemigos.” No faltan otros ejemplos que van desde Mussolini a Beppe Grillo, Franco o el nacionalismo vasco y catalán o latinoamericanos como Perón.
Surgidos tras  la modernidad (1789) puesto que se basan en la soberanía popular, cuando el populismo se impone su ansia totalizadora hace propia la dialéctica pluralista a pesar de que previamente la ha suprimido en una clara contradicción por el contraste intrínseco entre el carácter plural de las sociedades modernas y la utopía comunitaria, lo que condena a institucionalizarse o colapsar.
“En su visión maniquea del mundo, los populismos insisten en una suerte de fundamentalismo moral que les permite levantar un muro entre la virtud del pueblo y los vicios de sus enemigos. Esto nos introduce en su naturaleza genéricamente religiosa, expresada más que nunca en la propensión del pueblo populista en la devoción por su líder (…) El orden natural que para los populistas significa la comunidad formada por el pueblo, en realidad, tiene mucho de orden divino, al cual, desde una perspectiva religiosa, debería corresponder al orden terrenal.” El fascismo en Italia, como el castrismo en Cuba, el franquismo en España como el régimen revolucionario de México no se limitaron a monopolizar el poder, se imponen como fuentes de ideología del Estado, de un catecismo ideológico de obligado cumplimiento; la ideología en los dos primeros casos o el dogma en los siguientes, cumplen esa función; obviamente el populismo actual mitiga ese fervor “religioso”, pero siguen buscando una legitimación de tipo religioso que encarne una comunidad indiferenciada.
La cuestión de la inmigración también se trata en clave populista en este El populismo de Loris Zanatta, desde la óptica de estos movimientos, el inmigrante puede resultar un peligro vital para la comunidad nacional, por ello es homogeneizado o asimilado por el país de acogida o neutralizado; este proceso delimitador de la comunidad nacional se manifestó cada vez más a finales del siglo XIX con la difusión de las ideas revolucionarias en plena discusión social, que acabó en un conflicto capital y trabajo: el revolucionario, el instigador, el sindicalista, el líder campesino, anarquistas, comunistas… se convierten en arquetipo de la comunidad orgánica.
En América Latina por el carácter artificial de las comunidades que sirvieron para la homogeneidad y que sirvieron a los populismos para excluir a los indígenas, quienes más derecho tenían a preservar su identidad: teorías eugenésicas, teoremas antropológicos, estereotipos racistas… pero también en Europa, especialmente en sus aventuras coloniales, durante mucho tiempo el indígena o el “moro” son identificados como el enemigo.
“… el populismo es un concepto que expresa la visión del mundo que se encuentra en la raíz de los totalitarismos”, lo que no hace a todo populismo en totalitario, pero es por naturaleza antiliberal y anti Ilustrado. Y cuando el populismo se convierte en régimen, ¿Quién es su enemigo?: el oligarca desde luego cuando son populismos “progresistas”, o bien el subversivo en los “reaccionarios”, pero sobre todo el opositor por ser el diferente; y es que ostentan el monopolio de la identidad.
Loris Zanatta reserva su espacio al “populismo latino”, contextualizado en una región de América donde las grietas sociales son notorias y más evidentes que en la europea, ya que derivan de los legados de la Conquista y del poblamiento de esas tierras a lo largo de los siglos: “América Latina se ha ganado la fama de continente populista por definición”; y es que ciertamente, allí el populismo nunca ha dejado de ser un sólido modelo rival a la democracia representativa, y ello entre otras razones se explica por el escaso arraigo de la visión liberal del mundo y las raíces profundas que el populismo disfruta desde la etapa colonial y que han ido fraguándose en la frustración causada en las democracias constitucionales; desde los años veinte y cincuenta del siglo XX, dados los efectos disgregadores sobre las sociedades locales de la modernización iniciadas en las últimas décadas del XIX y hoy todavía, tras intensa globalización, sigue siendo una realidad; en términos históricos refleja una transición particular y peculiar, en tantos aspectos incompleta, del orden antiguo al orden moderno, de la soberanía de Dios a la del pueblo. Una transición transformada por el populismo en un dogma de unanimidad política e ideológica.
Hace unos días en La Nación argentina Zanatta explicaba el declive actual: “Las razones abundan: mala gestión, arbitrariedad, corrupción, recesión. Pero hay algunas más profundas que otras y del todo nuevas. La primera es que los populismos de hoy son híbridos: tienen el mismo impulso totalitario de sus antepasados, pero no pueden, como hacían aquéllos, acabar con cualquier oponente. Los populismos de hoy viven, aunque incómodos, en la democracia, lo que los obliga a tolerar más pluralismo que el que quisieran, hasta tener que competir y correr el riesgo de la derrota. Y no sólo eso: mientras en el pasado el ciclo populista era a menudo interrumpido por la intervención de las fuerzas armadas, que potenciaban así el mito de los populistas como custodios de la soberanía del pueblo, ahora ese riesgo ya no existe. Por suerte. El populismo puede así completar su ciclo y exhibir sin más excusas los frutos de su gobierno, en general nada atractivos.” (http://www.lanacion.com.ar/1843963-se-desinflan-los-populismos-de-america-latina)
Como el autor que dedica su apartado al populismo de hoy, no veo grandes diferencias con lo ya visto, tampoco en España, los nacionalismos periféricos o delirios de la desafección como Podemos y demás secuelas de movimientos tan pobres en su sustrato ideológico como el 15M son pura retórica populista en su versión más prototípica y clasificable en ejercicios como este El populismo de Loris Zanatta que concluye:
“El populismo es un fenómeno universal, con un pie en un pasado comunitario que suele evocar a cada instante y el otro en la modernidad donde trasvasa de ese pasado, secularizándola, el aura sagrada, el imaginario monista del cual es heredero (…)esencia ideológica de fenómenos políticos e ideológicos que en el siglo XX han evocado la comunidad absoluta del pueblo para oponerse al avance del liberalismo político, del capitalismo y de la cultura individualista.”

La edición de Katz aporta un útil glosario y una discreta bibliografía y dentro de su humildad cumple sobradamente con las expectativas del lector.
Con todas sus contradicciones y a veces desenfoques, Loris Zanatta ha entrado con El Populismo en la categoría de imprescindibles en su campo.



El populismo hoy sigue siendo un gravísimo problema para las democracias representativas y es muy difícil clasificarlo; en esta reseña estaba previsto otro libro pero a pesar de su edición recientísima resultaba tal pérdida de tiempo para el lector que he preferido ahorrárselo, la huerta bibliográfica al respecto aunque grande es muy irregular. Y es que la desafección pone en niveles de protagonismo a verdaderos delirios de la misma hasta el punto de convertir a dialécticas “pueblo-casta” en  tomar el cielo por asalto o al “España nos roba” como auténtico bodrio nacional de un tiempo donde el populismo está desgraciadamente en pleno auge, no solo en España, también en el resto de Europa de distinto signo y afortunadamente ya en declive en una América Latina que necesita liberarse de él para intentar alcanzar niveles democráticos de calidad por primera vez en su historia.







lunes, 16 de noviembre de 2015

París-Modiano. De la Ocupación a Mayo del 68 de Fernando Castillo, y, un historiador en el mundo de Patrick Modiano.


Si Patrick Modiano recrea una y otra vez la atmósfera en la que viven sus personajes en un ejercicio de autoficción como recurso narrativo, en una continua mirada al pasado, en un viaje de la historia a la literatura, Fernando Castillo hace una especie de juego inverso en el cual el historiador visita los rincones, los momentos y las circunstancias del universo Modiano: el resultado, si ya en Noche y niebla en el París ocupado fue fascinante, (en su día en El Polemista http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/10/noche-y-niebla-en-el-paris-ocupado-de.html ), no lo es menos en este París-Modiano. En ambos casos me permito adelantar, la Colección Siglo XX de la Editorial Fórcola, son el marco ideal para ello.
En junio de 1940 las tropas alemanas entraban en París por segunda vez en setenta años y comienza la Ocupación, una consecuencia de la défaite, la derrota sin paliativos de las fuerzas francesas; allí estaban exiliados españoles como Gregorio Marañón, otros muchos ya habían salido a diferentes destinos; en la calle domina la confusión y el miedo, las estaciones de trenes se llenan de gente desesperada intentando huir, principalmente a Bruselas, sin saberlo, muchos se estaban convirtiendo en refugiados. “Nada tan contagioso como la huida”, dirá André Maurois mientras las riadas de fugitivos inundan carreteras y andenes. Y este el estado de ánimo:
“Los efectos de la caída de París se pueden comparar a los de un terremoto político y social, una convulsión que recordaba los días que siguieron a Sedán y a la Comuna o incluso a los de la lejana Revolución de 1789. Lo sucedido desató entre muchos franceses la grande peur de la época, el miedo al vacío de poder, a los motines, al bolchevismo, a una revolución como la que había tenido lugar en España en 1936. Pero también era la confirmación de que la responsabilidad de lo sucedido la tenía el régimen anterior, la muy repudiada III República, el sistema de partidos y políticos corruptos, cuya defunción se apresuraron a certificar todos aquellos que habían contribuido. Era tanto la consecuencia del desencanto del que participaban los intelectuales  como del rechazo al liberalismo, del antisemitismo y del anticomunismo. Incluso había quien veía en la derrota la confirmación de la fuerza de las nuevas ideas  que representaban Alemania y el nacionalsocialismo…”
Charles de Gaulle descartaba acuerdo alguno con los alemanes mientras un grupo de parlamentarios encabezados por Pierre Laval deciden apoyar a Petain que era encargado por Albert Lebrun , Presidente de la República, de presidir gobierno y pedir un  armisticio por medio del embajador español José Felix de Lequerica. El mariscal Petain responsabilizaba en su discurso a la democracia, a los partidos políticos y a los judíos, es decir, a los políticos como responsables de la derrota; y de, como dice Fernando Castillo, la realidad de la Ocupación mucho más compleja que la ficción del Estado Nacional de Vichy.
El ambiente de Biarritz en las mismas fechas, de sus cafés y restaurantes abarrotados que despreciaba Chaves Nogales por no saber si la alegría pertenecía a ociosos de vacaciones o refugiados que huían del invasor.
A estas alturas, el lector de este París-Modiano ya habrá podido localizar escenarios y personajes de la obra de Patrick Modiano, pero insisto, sobre todo se estará sumergiendo en la atmósfera que estos respiraban, de ahí que esta reseña la priorice sobre la infinitud de personajes históricos, literarios, cinematográficos, políticos, artísticos así como de lugares, ciudades, espacios… donde se desarrolla la acción, que no es otra que la propia historia traída a un excelente ensayo como este desde la literatura.
También Albert Modiano, el padre del Premio Nobel, aparece de vuelta pocos meses después, una vez despejadas vías de ferrocarril y carreteras a un París en el que aunque un judío como él debía estar preocupado, “ahora el ambiente del nuevo milieu parisino, en el que tenía algunas amistades, hervía con las primeras iniciativas de los servicios de compra creados por los alemanes  y las nuevas necesidades surgidas de la guerra y el mercado negro que acompañaban el racionamiento y la escasez.”  Un tipo como Albert acostumbrado a vivir del apaño a pesar de la dificultad general, podía también tener una buena oportunidad, un cambio de suerte en forma de gran negocio: colaboración económica, a menudo simplemente mafiosa: los gánsters de la Ocupación, los gestapaches, su nombre indica la catadura y la noche y niebla de aquel París.
Aquella vida del padre en el sórdido París ocupado, será decisiva en la obra posterior del hijo escritor, primero narrada desde el lado de la colaboración, de los verdugos, de los traficantes, luego desde la perspectiva de las víctimas; pero siempre como un asunto interno de Francia provocando sus primeras obras en plena marea posterior a Mayo de 1968 el escándalo entre la acomodada sociedad francesa construida por De Gaulle a partir del mito de la Francia Libre y de la Resistencia; a principios de los setenta diversos trabajos como los de Robert O. Paxton o Pascal Ory evidenciaron que la Francia de Vichy de Pétain, había sido un gobierno títere del Reich apoyado con entusiasmo por los franceses deseosos de librarse de la odiada república del Frente Popular, y que había participado desde actividades de guerra en favor de los alemanes a la persecución de los judíos.
“Para muchos franceses el problema que aquejaba a Francia no era ni el Gobierno ni la República, sino el liberalismo, el régimen surgido de la Revolución de 1789. De ahí al fascismo había menos de un paso, sobre todo si tenemos en cuenta el impulso que proporcionaba el autoritarismo y el antisemitismo que, a partir del affaire Dreyfus, que dominó y dividió a la sociedad francesa dese finales del siglo XIX, se había incrementado durante los años de entreguerras a causa de la llegada de numerosos judíos procedentes de Europa central y del Este, que huían de los periódicos progromos del Este y de las nuevas y más sistemáticas persecuciones fascistas.”
No debo dejar de insistir que en París-Modiano, Fernando Castillo continúa localizando lugares, personas, cultura… y demás aspectos vitales de la obra de Patrick Modiano, pero esta reseña quiere poner el énfasis en los aspectos históricos porque sería injusto no anteponer el papel de historiador al de lector.
El fenómeno de la colaboración  adquiere una nueva dimensión tras la invasión  de la Unión Soviética por Alemania en el verano de 1941: ello inauguraba una aplaudida cruzada anticomunista, nuevos contingentes de franceses se alistan en la LVF para combatir en Rusia, pero también había quien colaboraba institucionalmente y oportunamente convencido del Nuevo Orden o simplemente ignorando la situación, haciendo como si la guerra no existiera y cotidianamente mirando hacia otro lado: “ el más señalado fue Picasso, quien recibía en su estudio de la rue de Grands-Augustins a Jünger y a quien se terciase, regalándoles postales de sus cuadros, imaginamos que sin firmar.” Otros como George Braque y Marie Laurencin, Henri Matisse, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Olivier Messiaen o Paul Léautaud también decidieron dejar su actividad al margen de la guerra. Obviamente los hubo quienes fueron al exilio como Breton, Saint-Exupéry, Maurois… y otros que participaron de la Resistencia.
El desembarco aliado en el norte de África de noviembre de 1942 hizo que Alemania decidiera acabar con la ficción del Gobierno de Vichy ocupándola también, mientras en París se permitía cierta libertad arbitraria siempre sometida al control policial, todo en la idea de Goebbels de convertir a Francia en el parque temático del placer y la cultura del Nuevo Orden.
Volviendo a 1940, la actriz Luisa Colpeyn, la madre de Patrick Modiano vivía en la Bélgica que había pasado de la neutralidad a la segunda ocupación alemana en veinticinco años. El rey Leopoldo III había decidido rendirse a los alemanes sin informar a los aliados quedándose en Bélgica tras dieciocho días de lucha; su gobierno encabezado por Hubert Pierlot se exiliaba primero en Francia y después en Gran Bretaña decidido a seguir la lucha; “la mayoría de la población, excepto una parte discreta que optó por una entusiasta colaboración con el ocupante, imitó al rey y siguió su vida cotidiana como si nada hubiera pasado.” Luisa Colpeyn abandonaba el Amberes antisemita y centro del fascismo flamenco dirección a Bruselas; trabajaría en diversas giras al servicio del ocupante. Mientras 1942 marcaría un recrudecimiento de la persecución de los judíos y comenzaba la “solución final”, al judío parisino Albert Modiano no le iba mal, no tardarían en conocerse.
“Decididamente en el mundo del París ocupado en el que se podía aplicar sin muchos problemas el decreto Nacht und Nebel, quien no pertenecía al mundo de la colaboración mafiosa prefería evitar su proximidad. Y es que, tras la ostentación y el lujo exagerado de las joyas, de los sombreros borsalino y los trajes cruzados de colores chillones, de la siniestra imagen de las gabardinas Gestapo dispersas por la avenue Foch; en los pisos y locales que tenían las bandas de gestapaches en la rue Lauriston, de la Pompe o des Saussaies; en la siniestra casa en la que, entre placitas y jardines oscuros, el doctor Petiot tenía su particular fosa de Katyn, como un ramoniano chalet de las rosas pasado de Ciudad Lineal al Trocadero, convertido en crematorio. Era el mismo estremecimiento que se sentía en cualquier bulevar oscuro al llegar el toque de queda o al pasar un traction avant con unos cuantos tipos de sombrero.” La cita es larga pero ilustra a la perfección aquello que les decía del ejercicio inverso que Fernando Castillo hace a Modiano al convertir la historia en imágenes sin perder ni un mínimo de su rigor.
Por cierto, en el horno del doctor Petiot se incineraban judíos, fugitivos, mafiosos… y enterrados en su pozo de cal, este París-Modiano. De la Ocupación a Mayo del 68 está plagado de estas historias; los lazos entre mafias, policía auxiliar, Gestapo… para la represión, el saqueo, el mercado negro y sus personajes dan para muchas páginas.
De enero de 1943 al 25 de agosto de 1944, coincidentes con el fin de la hegemonía alemana, serían los meses más duros para la Francia de la Ocupación; se trata de la rendición de Alemania ante el Ejército Rojo en Stalingrado que cambió radicalmente el curso de la guerra y a lo largo de 1943 la “guerra total” que proclamara Joseph Goebbels se iba a traducir a la extensión de los combates a casi todos los rincones de Europa. Al mismo tiempo, la actividad de la Resistencia en las ciudades y del Maquis en el campo, al igual que la represión de los ocupantes y sus colaboradores se iba incrementando a medida que evidenciaba que la victoria alemana era cada vez más difícil e improbable.
“A finales de 1943, la radicalización de los colaboracionistas y su giro hacia el fascismo y Alemania eran un hecho, pero también lo era la pérdida de militantes de los partidos collabos. Muchos de aquellos que habían creído en la victoria de Alemania, con los primeros reveses, empezaron entonces a dudar del resultado de la guerra, apartándose de anteriores entusiasmos, aunque también manteniendo hasta el final su compromiso político.”
Meses antes el responsable de los asuntos económicos de la Francia ocupada, Hermann Goering cierra las oficinas de compra que servían para abastecer las necesidades del Reich con el fin de acabar con el caos, la corrupción y los delitos relacionados con la economía, muchos de esos problemas generados por el saqueo continuado de la propia Alemania. Al mismo tiempo la represión aumentaba e incluso para los mafiosos la colaboración presentaba cada vez más problemas y también en ese ámbito la distancia será cada vez mayor.
Albert Modiano con el nombre de Henri Lagroua se instala con Luisa Colpeyn, “a veces, en la noche, el silencio era tan intenso y tan espeso que inquietaba, pues parecía que eran los únicos habitantes de una ciudad abandonada. Otras veces les llegaba el ruido lejano de un motor, el rumor de las hojas, el aire entre las ramas, la respiración, los suspiros, el aliento de un París irreconocible. Era una pareja extraña, una extranjera y un medio judío con papeles falsos, sin apenas lazos en una ciudad también extraña, a la vez oscura y deslumbrante, en la que vivir resultaba peligroso cuando se cruzaba de un extremo a otro, cuando se iba del lado del vencedor al de los vencidos. Del de los verdugos al de las víctimas.”  Otro de los personajes siniestros de este París-Modiano, el gánster Eddy Pagnon (cercano a Henri Lafont, aunque fusilado después en la depuración), lograría librar milagrosamente a Albert Modiano de Asuntos Judíos y una segura deportación al campo de Drancy. La pareja abandonaría París a Chinon, cerca de Tours en plena Turena donde recibirían la noticia de la liberación de París en agosto de 1944: vuelta a París.
“Ahora, con la Liberación, Albert se enfrentaba al extraño y doble destino de la víctima que había logrado sobrevivir y del que había participado en la colaboración junto a los verdugos, quienes a su vez le habían salvado de otros verdugos. Una circunstancia que le iba atormentar y que iba a determinar también la vida de Patrick Modiano, cuya obra no se entendería sin esta realidad.”
Y por fin, el 26 de agosto de 1944, los parisinos se echan a la calle a celebrar su liberación; todavía suenan algunos disparos aislados en la calle, pero los soldados americanos son recibidos con flores, besos, bailes, canta Maurice Chevalier bleu, blanc, rouge “para ocultar pasadas debilidades” y La Marsellesa suena por todas partes.
“Ahora las víctimas eran los verdugos y los perseguidores  eran aquellos que habían sido perseguidos. Eran unos ángeles vengadores con brazaletes tricolores que en ocasiones adoptaban comportamientos cercanos a los de los gestapistas al aplicar la llamada épuration sauvage, más cruel y sangrienta que la institucional…” Los responsables, los miembros del FTP, Francs-Tireus et Partisans, el grupo de la Resistencia que agrupaba a los comunistas y que obedecía más al mandato del partido que al del Comité Parisino de Liberación. La violencia contra el colaborador, muchas veces acusados ligeramente, fue especialmente cruel con las mujeres que habían ejercido una colaboración horizontal, especialmente con las más deseadas y admiradas, actrices como Mireille Balin que habían tenido relaciones con los alemanes, lo que irritaba a los que violaban, agredían y rapaban mujeres en la depuración era que en ellas tenían tanto un símbolo como una propiedad, y las famosas habían colaborado por partida doble, por quienes eran y por lo que representaban, así que el castigo debía ser proporcional; en total y en conjunto, más de veinte mil infelices rapadas en el mejor de los casos.
Las páginas dedicadas a la Depuración en este París-Modiano. De la Ocupación a Mayo del 68 son de un enorme interés, esta no cederá hasta el final de la guerra cuando ya se habrá desarmado a los grupos resistentes, se habrá suprimido la depuración incontrolada y la amenaza de la quinta columna había desaparecido.
Los años de postguerra lo son de privaciones personales y escasez generalizada, el dinero al igual que en la guerra tiene mucho más valor que en periodos de estabilidad y genera grandes beneficios, y satisfacciones, el mercado negro sigue siendo un gran negocio y el delito continua disfrutando de un gran protagonismo; en la Francia de postguerra los americanos van a sustituir a los alemanes en la demanda de bienes y servicios y en su condición de fuentes de ingresos, estos, a diferencia de la economía planificada del Bureau Otto y sin el objetivo de saquear el país, fomentan la iniciativa privada fieles a su fe en el capitalismo, además eso sí, de entregarse al mercado negro por cuenta propia en forma de comercio ilegal de gasolina, neumáticos, jabón, ropa, tabaco, armas, conservas, alcohol… el mundo oscuro de 1945 lo iban a formar la amalgama de soldados americanos –desertores y oportunistas- con un nuevo milieu francés en el que estaban los gánsteres de la Ocupación, los supervivientes del hampa de preguerra y los nuevos mafiosos de la postguerra.
“Durante los primeros años cincuenta, mientras Luisa se dedicaba a sus actividades artísticas y sus hijos estaban en Jouy-en-Josas o en Biarritz, Albert Modiano viajaba mucho, incluso fuera de Europa, por razones de negocios. Parece que sus destinos principales eran Canadá, Colombia y Guayana, unos lugares difíciles, casi de frontera, pero también de riquezas y oportunidades.” En Biarritz, Patrick Modiano pasó dos años de su infancia “extraña, diferente y solitaria”. Luisa y Albert no tardarían en separarse.
En el siglo XX cada generación ha tenido su guerra de referencia, para un nacido en Francia en 1945 como Patrick Modiano es la Ocupación, siempre construida a través de los recuerdos y los testimonios, sin embargo los jóvenes franceses que estaban en la veintena en 1960 el conflicto determinante del que fueron testigos y protagonistas fue la guerra de Argelia. A pesar de ello, la generación de París-Match (habían nacido a la par que la popularidad de la publicación) que no había conocido la Ocupación y que no tenía ni con el general De Gaulle ni con la guerra la cercanía de sus padres como tampoco aceptaban su autoridad carismática basada en la épica del resistencialismo, y que conocían una modernidad con sus cambios sociales y culturales que afectaban al conjunto de Occidente, se planteaba la voluntad de cambio y de influir en los asuntos públicos. La guerra de Argelia además les había radicalizado.
Patrick Modiano llega a la mayoría de edad en 1966, poco después llegarían sus primeras obras.
El relato del affaire Ben Barka, una de las figuras más destacadas del antiimperialismo mundial y verdadera esperanza de la izquierda marroquí asesinado en París por un entramado de la inteligencia de Marruecos con participación de las cloacas del Estado francés, cierran este magnífico París-Modiano. De la Ocupación a Mayo del 68 de Fernando Castillo que es todo un viaje por la Francia de Modiano, la imaginada, la literaria, y sobre todo la histórica, un libro realmente especial.

Y miren que colofón: “Esta primera edición de París-Modiano, de Fernando Castillo, se terminó de escribir y entregó en la editorial para su edición y publicación el 12 de septiembre de 2015 en el aniversario del nacimiento del actor y cantante francés Maurice Chevalier (1888-1972)”.

He intentado evitar en lo posible las referencias literarias concretas a la obra de Patrick Modiano -que por otra parte son abundantes en el libro- porque más allá de convertirse en un seguro referente para todo lector del Premio Nobel, este París-Modiano tiene también un indiscutible valor como estudio histórico del París Ocupado, a lo cual ayuda la excelente bibliografía y el necesario índice onomástico confirmando que se trata de un libro que supera con mucho el ámbito del autor aludido; ya sucedió con Noche y niebla en el París ocupado en su día en El Polemista http://elpolemista.blogspot.com.es/2012/10/noche-y-niebla-en-el-paris-ocupado-de.html 


Escribo esta reseña coincidiendo con la consternación y el dolor que hace muy pocos días dejaba la violencia brutal y criminal del terrorismo islamista en París en lo que probablemente sean sus momentos más tristes desde los días de la Ocupación; aunque este París-Modiano en El Polemista coincide casualmente con ello sirva también para expresar el apoyo, la solidaridad, el respeto y la más profunda admiración por Francia, París, y las víctimas de tan terrible atentado.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Contra el poder. Conflictos y movimientos sociales en la historia de España de Juan Sisinio Pérez Garzón, y conflicto social frente a conflicto político.

Ya desde su prólogo Contra el poder (Ed. Comares) es toda una declaración de intenciones y contextualiza el concepto de conflicto social. Por poner un ejemplo entre varios:
“… cabe subrayar también la idea de Gramsci sobre el conflicto social que de ningún modo lo reduce al antagonismo entre la clase dominante y la dominada sino que plantea cómo en toda sociedad se producen otros movimientos de protesta y oposición al orden social establecido, con una pluralidad de expresiones  que requiere desentrañar estrategias de poder, los distintos puntos de focalización de dominio y los impulsos para cambiar un presente que no gusta, en una dirección siempre abierta porque la contingencia forma parte del resultado de la pugna.”
Contra el poder comienza su andadura conflictiva en la revolución agrícola en la que la domesticación de plantas y animales acabó con la cooperación entre humanos que había sido la forma en la que se había producido la colonización del planeta por parte de los humanos. Así, la revolución agrícola formará el excedente económico y la aparición de formas de poder que desembocará en lo que llamamos Estado; y surgieron las desigualdades y los consiguientes factores para el conflicto entre humanos.
“Los periodos de embarazo y lactancia no permitían igual dedicación de las mujeres a las tareas agrícolas. También el comercio a larga distancia y la guerra eran de más difícil realización  para las mujeres por los mismos motivos, porque la reproducción pasó a situarse en el objetivo prioritario de la comunidad, para ensanchar su base demográfica, su fuerza de trabajo y sus posibilidades de expansión. De este modo, las mujeres fueron separadas del control de las cosechas, del comercio y de la guerra (aunque hubo casos de participación en guerras). Perdieron, por tanto, el anterior estatus de igualdad en la toma de decisiones. Se vieron situadas en una posición de dependencia del varón que, al decidir  sobre los recursos económicos, también pasó a decidir  sobre las personas a las que alimentaba y defendía.”
En el periodo que va desde el primer milenio a.C. hasta el siglo XVIII de nuestra era, los conflictos y protestas sociales tendrán al campesinado como absoluto protagonista por ser fundamentalmente sociedades agrarias.
El paso de la caza y la simple recogida a la agricultura y la ganadería se produjo en la Península ibérica entre el VI y el IV milenio a.C. Y fue en los inicios del último milenio a.C. cuando los pueblos comerciantes del Mediterráneo oriental se establecieron en la Península, fenicios, griegos, cartagineses y romanos a finales del siglo III a.C. Aquí dominaron siete siglos antes de asentarse los visigodos.
Roma lamentó (y se justificó) bajo el permanente estado de guerra entre las tribus peninsulares y destacó su papel pacificador, y ello aunque obviamente Roma no necesitaba pacificar para controlar la minería, agricultura, pesca… peninsulares, los romanos significaban esclavismo y otras formas económicas y sociales que implicaban la desintegración de equilibrios de poder establecidos entre los distintos pueblos peninsulares.
Igualmente el fenómeno del bandolerismo fue constante debido a que la nueva estructura social en la que habían surgido minorías que acumulaban tierras y controlaban recursos generaban una desigualdad social causante de la organización de partidas y ejércitos de a veces miles de hombres como los acaudillados por Viriato, Kaisaros, Púnico o Kaukeno.
Más organizados, los bagaudas (283 d.C), campesinos en semiesclavitud junto con colonos asfixiados y todo desheredado en busca de sustento, donde los agricultores eran la infantería y los pastores la caballería, y que cuando Maximiano en el 286 los controló comprobó que no podía aniquilarlos sin acabar con la mano de obra de aquellos terratenientes a los que pretendía defender.
Es en estos siglos donde la Iglesia se hace religión oficial del Imperio y los obispos ocupan la cúspide de la jerarquía social, parte esencial de la administración pública y representantes de la fe oficial: puro orden dominante.
Por ello a partir de entonces, los movimientos sociales se revestirán además de ingredientes religiosos y toda resistencia a las autoridades religiosas será además herejía. Ello perdurará durante muchos siglos.
Imposible no citar al obispo rebelde y decapitado por ello Prisciliano en la segunda mitad del siglo IV, formó comunidades de igualdad de sexo, igualitarismo y de radical oposición a las doctrinas oficiales en un claro dualismo maniqueo. El cristianismo  oficial y jerárquico de Nicea (año 325) contra un cristianismo espiritual.
Aunque no ha faltado la inevitable interpretación nacionalista gallega en nuestro tiempo el movimiento se extendió por toda la Península y que se mantuviera nada menos que tres siglos es realmente sorprendente, como el que paradójicamente sirviera de expansión del cristianismo entre el paganismo. ¿Y si no fuera descabellada la tesis de que la tumba de Santiago en realidad fuera la de Prisciliano?
La Alta Edad Media (siglos V al XI) estará marcada por las luchas por la supremacía entre los imperios bizantino, islámico y carolingio, en la plenitud de la Edad Media (XI al XIII) se suma el Papado como protagonista y en la Baja Edad Media (XIV y XV) entrarán en juego los reinos cristianos  cuyas estructuras anunciaban la formación de los Estados modernos. Ahora bien, en las tres etapas si hubo un actor determinante con un extraordinario poder económico, político y de casi monopolio cultural, ese fue la Iglesia católica.
Contextualizado así el marco en el que evoluciona la Península Ibérica se generan conflictos sociales similares a los que se suceden en otras sociedades europeas y mediterráneas: el campesinado, la columna vertebral de todas las sociedades europeas desde el Neolítico hasta el siglo XIX no habrá cambiado esencialmente como clase social pero habrá asistido a grandes modificaciones en las estructuras políticas, en las relaciones sociales y en el modo de ver como es desposeído del excedente agrario.
En la Península el paso en el siglo V de suevos, vándalos, alanos y sobre todo visigodos no cambiará esencialmente las estructuras sociales; en el proceso de la feudalización social hispano-visigoda participaron los obispos y se afianzaron como casta aristocrática política y económica, lo que se consolidó tras abandonar Recaredo el arrianismo para abrazar el catolicismo.
La llegada de los musulmanes liderados por árabes en el siglo VIII impuso la islamización y la arabización en casi toda la Península e introdujeron un nuevo tipo de conflicto social que podemos llamar identitario: mozárabes, revueltas muladíes y los movimientos anti hebraicos. Todos ellos comparten un sentido de colectividad que no se explica solamente desde aspectos socioeconómicos, entran en ellos los étnicos y religiosos.
Además el señorío formado por aristócratas, laicos o eclesiásticos que en ejercicio de su dominación militar ejercen la dominación económica sobre tierras y campesinos  hasta los siglos XI-XIII no transmitirán sus privilegios por la vía de la sangre, que es cuando pasan a ser un estamento nobiliario. Es en este periodo cuando los malos usos feudales comenzarán a ser considerados como abusivos y se recrudecerán los conflictos, especialmente en el siglo XIV en el que la reducción de la población produjo una mayor voracidad de las clases dominantes para mantener la fuerza de trabajo y explotarla, y ello, en un fenómeno común a toda Europa generó conflictividad, muchas veces se apoyó en ideas igualitarias interpretadas del cristianismo.
“En efecto, los aristócratas que hoy conocemos en los libros de historia titulados como grandes de Castilla fueron auténticos bandoleros de la Baja Edad Media. Esas grandes familias practicaron lo que el historiador Tomás y Valiente ha definido como bandolerismo aristocrático-feudal para diferenciarlo del bandolerismo social de cuadrillas que se echaban al monte para sobrevivir o para huir de la opresión señorial…”
Excelente el trato que reciben los muy diversos conflictos en este Contra el poder. Conflictos y movimientos sociales en la historia de España de Juan Sisinio Pérez Garzón algunos como los Irmandiños o los Payeses de Remensa, pero en general no habrá ninguno relevante que no encuentre su necesaria explicación.
“La expresión violenta del malestar social enfocado contra los judíos fue un fenómeno que ocurrió en toda la cristiandad. Comenzó en la Europa central y lo desencadenó la grave crisis desarrollada tras la peste de 1348 que numerosos predicadores atribuyeron a un castigo divino por permitir la existencia de un pueblo que había matado al hijo de Dios y que además robaba a los cristianos con la práctica de la usura.” Aunque fueron muchos, en la Península Ibérica el estallido antijudío más dramático se produjo en Sevilla en 1391 y se extendió por diferentes ciudades andaluzas y castellanas perdiéndose así las aljamas, según testigos de la época, de Sevilla, Córdoba, Burgos, Toledo, Logroño, Barcelona, Valencia… y las que quedaron empobrecidas y dañadas.
El Papa facultó en 1478 a los Reyes Católicos a implantar el Tribunal de la Inquisición en Castilla, Torquemada en 1483 ya había montado 23 tribunales, en 1500 ya los tenían en Aragón hasta llegar a Cerdeña y Sicilia y el 31 de marzo de 1492 se decreta la expulsión contra todos aquellos que no se hicieran cristianos en el plazo de cuatro meses.
Llegaba el siglo XVI y Navarra anexionada y Granada conquistada se sumaban a las coronas de Aragón y Castilla; y llegamos a América donde exportamos el modelo de coerción feudal existente en la Península.
“… desde el siglo XVI se constata la aparición de actores sociales que promovieron estructuras de movilización desde marcos identitarios de rechazo a las formas de dominio de ese Estado imperial construido sobre dos continentes. El propio Estado, personificado en los intereses de la Corona, desarrolló un proceso de fortalecimiento con un protagonismo inédito hasta entonces. De este modo, junto a las divisiones de clase social, aparecen los sentimientos de pertenencia como expresión de valores cuya defensa movilizaba a las gentes contra las políticas de la corona. Esto ocurrió tanto en la Península como en tierras americanas.”
Este es el contexto en el que podemos explicar a Comuneros o Agermanados, la Guerra dels Segadors o también las luchas nunca reconocidas de los esclavos africanos  y desde luego las movilizaciones indígenas contra la colonización de América.
Estos movimientos sociales de la Edad Moderna entre el siglo XVI y XVIII no son todavía conflictos pre-políticos, fueron acciones colectivas que aprovecharon las oportunidades políticas en cada caso incluido alianzas de clase y aunque fracasaran, resultaron motores de cambio.
“En los movimientos sociales no solo se constata la desigualdad social o de clase como factor desencadenante  de los mismos, también existen otras desigualdades  como la religiosa, cultural y étnica, que también se solapan con factores sociales. En concreto, en la Monarquía hispánica del siglo XVI la situación de los musulmanes hispanos, obligados a convertirse al cristianismo, fue un conflicto permanente hasta su trágica expulsión en 1609. Además, en este conflicto se vieron involucradas todas las clases sociales. A eso se unió la dimensión internacional pues tanto el papa como el Sultán otomano se convirtieron en actores  y factores explicativos de unas u otras medidas de la Monarquía hispánica.”
La segunda parte de este Contra el poder. Conflictos y movimientos sociales en la historia de España de Juan Sisinio Pérez Garzón se centra en las movilizaciones sociales en la era del capitalismo que van de 1808 a 1978.
“Las revoluciones liberales de los Estados Unidos de América y Francia lanzaron a la palestra de la historia la triada conceptual de libertad, igualdad y fraternidad. Estas tres ideas, y sus contrarias, han marcado las aspiraciones de los movimientos sociales en sus distintas fases y modulaciones desde entonces hasta el presente. Han actuado como catalizadores de los conflictos y luchas sociales, políticas y culturales de individuos, pueblos, clases sociales, mujeres, etnias… en una onda expansiva que se ha desarrollado por todo el planeta y definen lo que se conoce como modernidad o proceso de modernización de las respectivas clases sociales.” Y así se abrió la puerta a nuevos agentes sociales, primero como amplio y ambiguo concepto de pueblo y luego en protagonistas concretos como las clases sociales, las naciones, las mujeres… y todos los actores que se han lanzado a la “conquista de la libertad”. 1789, la revolución francesa, inicia la Edad Contemporánea; y aquellas revoluciones en los años siguientes se solapaban con la revolución industrial, porque revolucionario era el proceso de interconexión entre tecnologías, máquinas y el uso de nuevas fuentes de energía, para que la conjunción de revoluciones liberales y la revolución industrial convirtieran al capitalismo en el nuevo modo de organización de la economía; claro, con ello también venía el pacto y la derrota social, el conflicto y la desigualdad que en España tendrá dos claras etapas:
La primera transcurre desde 1808 a 1890, cuando las movilizaciones colectivas construyeron la ciudadanía española como concepto político cimentado en la libertad civil. Se trata de una etapa coincidente con el mismo proceso en el resto de Europa, aparecen los derechos de los individuos y de las patrias, de la consiguiente organización de Estados representativos y sobre todo, del surgimiento de nuevas desigualdades. Pueblo y nación se convierten en nuevos argumentos para la cultura política, la burguesía se convierte en la clase dominante y las movilizaciones de las clases populares serán determinantes en los cambios que acontecerán.
Entre 1808 y 1890 cambiará radicalmente la sociedad, se producirá la revolución liberal y emergerán nuevos poderes burgueses; se destruirán jerarquías sociales y aparecerán nuevas identidades sociales. ¡Y el Estado! A partir de entonces el Estado se convierte en el referente de toda movilización y, por tanto los impactos de las acciones colectivas solapan lo social con lo político, lo cultural con lo ideológico y lo religioso aunque este habrá perdido su papel de referente predominante en favor del Estado.
La revolución antifeudal entre 1808 y 1839 enmarcada entre la nueva dialéctica de derechos y deberes anudados en torno a la defensa de la patria marcada por la nueva lealtad frente a las anteriores de rey y religión; contra el poder, de Ilustrados a Liberales y contra revolucionarios carlistas hasta la impugnación social del liberalismo de 1839 a 1890. Y es que hubo efectos secundarios:
“Tales políticas desposeyeron a los campesinos de sus derechos consuetudinarios y, en general, les arrebataron los derechos sobre los bienes comunales, tan decisivos para la subsistencia familiar. Por otra parte, las nuevas relaciones de propiedad se transformaron en talismán indestructible para el Estado de los liberales…”
Si las movilizaciones por la propiedad de la tierra fueron específicas del mundo agrario, entre las clases populares urbanas surgieron otras formas de acción colectiva; sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX mientras las clases medias urbanas propias de la sociedad liberal capitalista despegan surgirá un proletariado de fábrica y servicios formado por empleados, dependientes, artesanos… y el 90% de las mujeres de estas clases populares empleadas en el servicio doméstico (criadas, costureras, amas de cría…). Son nuevos métodos de explotación  y crecientes las desigualdades.
El contexto europeo es explosivo, el impacto de la Internacional llegó por los sucesos de la Comuna de París (1871) y en España movimientos socialistas o próximos coincidieron con corrientes como el federalismo republicano y dieron paso a episodios con elementos comunes como el movimiento cantonal de 1873.
“El republicanismo se puede interpretar, por tanto, como una movilización desde abajo que no solo defendía a las clases populares de la exclusión que les aplicaba el nuevo Estado, sino que movilizaba a los ciudadanos en acciones planteadas desde su rango de iguales, y que desplegaba nuevas reglas para las prácticas sociales (...)Gracias al empeño de proponer la educación como una solución para la cuestión social, el republicanismo movilizó a las clases medias en la defensa de la instrucción pública para el progreso social”. Juan Sisinio Pérez Garzón no disimula su reivindicación del republicanismo en su legado ético frente al comportamiento inmoral de las oligarquías en este periodo. Manido y simplista recurso a la “superioridad moral” de la izquierda añado yo, el republicanismo no siempre actuó guiado por la ética y por ausencia de esta también se pueden entender posiciones maniqueas impuestas a conciencia.
La segunda etapa, de 1890 a 1978 la sitúa Pérez Garzón: “En 1890 se implantó definitivamente el sufragio universal masculino con lo que eso supuso para el despliegue de un nuevo proceso democratizador de la ciudadanía política y social, por un lado, y, por otro, despegó el sindicalismo obrero, ya autorizado tras la ley de asociaciones de 1887. Frente a la ciudadanía liberal, basada en las libertades políticas pero con un voto censitario, surgió una nueva ciudadanía que aspiró a transformar democráticamente las relaciones sociales y de poder, pues no solo se ampliaba el derecho al voto sino que las clases trabajadoras irrumpieron desde los sindicatos con nuevas alternativas que hicieron de los derechos sociales la bandera para organizar la sociedad”.
Son de esta etapa las herencias vigentes de formas cooperativas, sindicales y políticas, como la formalización del poder de los medios de comunicación y la expansión de la cultura de masas como de la expresión de lo lúdico o el bienestar social. Obviamente en el periodo procesos brutales como la Guerra Civil (1936-1939) y la consiguiente dictadura hasta 1976 debe entenderse en clave de excepcionalidad propia de una fatal dictadura.
Tras la primera revolución industrial centrada en lo textil, a finales del XIX aparece la electricidad, el motor eléctrico, la industria química y el resto de tecnologías en un proceso expansivo en Occidente: vivimos tiempos de cientifismo como ideología del progreso en pleno desarrollo del capitalismo, y es que en el siglo XX la democracia capitalista dota al Estado de protagonismo absoluto como agente social y la ciudadanía se lanza a la conquista de derechos políticos y sociales.
“En el caso español los protagonistas de semejante devenir, en lo referido a las movilizaciones sociales, pueden resumirse en tres agentes: los obreros sindicalistas, las clases medias con sus afanes regeneracionistas o sus identidades nacionalistas y, sin duda, las mujeres que, al fin, se constituyeron como sujetos activos con voz propia”.
Hasta la ruptura de la II República el ritmo de la modernización social y económica según el autor fue creciente y el trágico bache se superará de nuevo a partir de la década de 1960 donde la emigración de los trabajadores, las inversiones extranjeras y las divisas del turismo cambiaron España; se produjo una desruralización inédita, el gasto público como intervención del Estado en la economía se disparó y el Estado liberal de 1890 se había transformado en el Estado social y democrático de derecho de la Constitución de 1978.
“La expansión del catalanismo fue creciente hasta 1923, pero también con su bifurcación entre el conservador de bases burguesas liderado por Prat de la Riba y luego que defendía la nación con su lengua y sus instituciones, federada con el resto de España, y el catalanismo de izquierda reformista representado primero por Rovira i Virgili y luego por el partido Esquerra Republicana que también concebían Cataluña como nación con derecho de autodeterminación, pero con mayor hincapié en las reformas sociales. En todo caso, desde 1907 el catalanismo fue un auténtico movimiento de masas que incluso provocó la reacción anticatalanista de la mano del partido republicano liberal, liderado por Lerroux, que arrastró a los obreros que no encontraban encaje en el sindicalismo anarquista.” Pérez Garzón no profundiza en la feroz lucha del sindicalismo obrero, y no solo ideológica, que este mantuvo con el nacionalismo siempre de carácter profundamente burgués.
En la pesadilla de la dictadura franquista se despertaron además de la lucha del movimiento obrero otras muchas, que van desde los movimientos vecinales auspiciados por el desarrollo urbano, nuevos movimientos sociales en forma de partidos políticos prohibidos, asociaciones de estudiantes desplegando la revolución cultural, u organizaciones de curas contrarios al Régimen, muchas veces colaborando e interactuando unos con otros.
La tercera etapa, todavía a delimitar, comienza en 1978 con la primera aprobación de una constitución por referéndum y la proclamación de un Estado democrático y de derecho, la entrada de España en la Unión Europea (1986), y se define por una sociedad postindustrial especialmente desde la década de los noventa que desborda el fordismo en favor del trabajo deslocalizado y flexible de la revolución tecnológica, informática y de las telecomunicaciones que democratizan el saber científico y cultural sin distinción social.
El cambio a una sociedad postindustrial como parte del capitalismo global generó incertidumbres y demandas que perfilaron una nueva lógica en los movimientos sociales en los años ochenta; manifestaciones y huelgas, pero ahora legales, seguirán siendo métodos habituales de sindicatos avalados por la Constitución y el feminismo se institucionalizaría.
Objetores de conciencia, ecologistas, pacifistas, antinucleares…, movimientos algunos ya vertebrados desde los setenta, se incorporan a las nuevas formas de protesta, y más adelante la condición de ciudadanos consumidores ha supuesto nuevas exigencias cívicas, en ese punto actúan defensores del comercio justo, antidesahucios… y en la defensa medioambiental aparecen junto con la dimensión de protesta social la argumentación científica, y en materia sexual, los movimientos de minorías sexuales con notable éxito han logrado transformar las libertades de costumbres y relaciones personales.
El marco democrático, la movilización trasnacional, el replanteamiento de las identidades a referencias universales que aporta la globalización y las nuevas prácticas de comunicación en forma de medios convencionales en los ochenta y la explosión de nuevas técnicas telemáticas de los noventa en las que el individuo se ha convertido en productor y difusor de sus contenidos contextualizan el periodo.
El cambio radical en la estratificación social ha alterado la composición profesional de las clases medias aunque su tamaño no difiera en porcentajes de la etapa del desarrollo industrial, pero el aumento de profesionales y cualificación ha sido un factor determinante en el desarrollo de los movimientos sociales; ahora bien, la clase de trabajadores no cualificados se mantiene constante desde mediados de los años noventa.
La desindustrialización y su consiguiente cambio de estructura de clases ha suavizado las diferencias sociales.
No se pasan por alto en Contra Poder, conflictos y movimientos sociales en la historia de España diversos colectivos que van desde asociaciones de víctimas de terrorismo a organizaciones de lucha contra el racismo entre otras, sin dejar pasar fenómenos actuales como la materialización política del 15M en Podemos en lo que muy arriesgadamente, y aquí el oficio de historiador puede ser un lastre para el análisis de la actualidad por falta de la lógica falta de perspectiva temporal:
 “… la supresión del antagonismo derecha-izquierda del que viven los partidos clásicos expresa la realidad sociológica de una sociedad capitalista postindustrial en la que se percibe sobre todo el desfase de expectativas entre la minoría de arriba y la mayoría de abajo. Un fenómeno nuevo es que las nuevas clases medias, con la crisis económica, han empezado a incluirse ellas mismas entre los de abajo.”
Tengo muy serias dudas de que un movimiento como Podemos logre aparecer en futuros análisis históricos como algo relevante, su simpleza de partida élite-pueblo, su pretensión de negar la condición de ciudadano en favor de la colectiva, su rechazo de la democracia representativa en favor de formas asamblearias, su obvio hiperliderazgo tantas veces grotesco y su absoluta incapacidad de desarrollo ideológico, unido a su dudosa procedencia más allá del ruido mediático le hace salir mal parado del análisis gramsciano con el que he querido iniciar esta reseña.
También el intento de proceso independentista catalán que cuando escribo estas líneas ha entrado en su fase más teatral y delirante con la pura y dura superación de la legalidad por parte del nacionalismo catalán y el parcial y soterrado apoyo de los antes citados Podemos, tienen su espacio en este libro que cierra corroborando que “aun con fuertes sentimientos de indignación, existe un amplio consenso sobre la necesidad no solo de conservar los contenidos y valores logrados con el actual Estado democrático  y social de derecho, sino sobre todo la urgencia de salir de la crisis afianzándonos para reforzar esos derechos y los mecanismos de justicia de un Estado de bienestar avanzado”. Que así sea.

Juan Sisinio Pérez Garzón ha logrado estructurar la historia de los movimientos sociales en España magistralmente, obviamente en las 333 páginas del libro el análisis que puede hacerse no puede entrar al detalle pero el objeto del libro era realizar una historia de España desde abajo y lo ha cumplido con creces.

La edición de Comares notable, aporta bibliografía no así índice onomástico, y aunque ello se deba al intento de evitar realizar una clásica historia de nombres y fechas, se hubiera agradecido igualmente.


En El Polemista reseñas relacionadas directamente con temas en esta tratados superan el centenar como puede verse en su índice: http://elpolemista.blogspot.com.es/2015/08/indice-de-el-polemista-hasta-septiembre.html