No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Populismos, una defensa de lo indefendible de Chantal Delsol, El Populismo de Loris Zanatta, y la anti Ilustración como rebelión contra lo real.


Cada generación estudia el fenómeno de los populismos desde una perspectiva histórica y espacial diferente aunque hay rasgos comunes dónde todos sus estudiosos ponen el acento, pero sigue siendo determinante el cuándo y el dónde; y es que a alguno nos cuesta reseñar sobre populismo y no citar a José Álvarez Junco: bueno sí, por qué no, todavía no se ha superado a nivel nacional su El Emperador del Paralelo, el Lerroux capaz de mutar del izquierdismo incendiario en 1909 al republicanismo de orden de 1934, pero hay más respecto al populismo en general:
“… desde la ida al pueblo de la intelectualidad rusa hasta la dictadura social de Perón, pasando por el nacionalismo de Gandhi o Nasser o los vagos llamamientos al hombre de la calle que prodigan los políticos de las más diversas orientaciones (…) Carecen, en general, de organización estable, de base social homogénea, de ideario o visión del mundo claramente formulados, de programa o propuestas de reforma bien articuladas… Por el contrario, predominan en ellos discursos o consignas vagos y apasionados y en lugar de vínculos formales con instituciones lo que tienen sus seguidores es intensos lazos emocionales con un dirigente carismático.” La obra de Álvarez Junco al respecto del populismo es inapelable y no quería dejar de citarla porque los estudios sobre el tema no son en absoluto nuevos, los ha habido siempre, volviendo a él, anti-elitismo, anti-intelectualismo y anti-tecnicismo: “Más que un rasgo modernizador, este elemento clave parece un rasgo del mesianismo religioso o del paternalismo monárquico del Antiguo Régimen”. No se lo pierdan, El País 2014(http://elpais.com/elpais/2014/11/04/opinion/1415132749_364183.html).

De los dos libros que voy a tratar comenzaré por el más provocador, Populismo una defensa de lo indefendible de Chantal Delsol (Ed. Ariel), la directora del Instituto Hannah Arendt y toda una personalidad de las ciencias políticas francesas que escribe un texto que parte de una premisa tan “indefendible” como que el populismo actual es un fenómeno nuevo aunque apele a Aristóteles para defenderlo (política como reino de la opinión, no de la verdad), o afirme sin pudor “… salvo en algunos lugares privilegiados donde la defensa del arraigo ha sido reconocida e integrada en el debate: no hay populismo en Gran Bretaña o en España”; pero no se asusten, si la forma del libro es toda una provocación, “el populismo sería, pues, el apodo con el cual las democracias pervertidas disimularían virtuosamente su desprecio por el pluralismo” no lo es el fondo, me temo que a populistas como Marine Le Pen, Pablo Iglesias o al ya dimitido Nigel Farage les habrá encantado, otra cosa quizá hubiera sido si lo hubieran entendido.
Un ejemplo: “Todo análisis de la demagogia, antepasada de nuestro populismo, deja entrever la diferencia entre el principio de placer y el principio de realidad, el primero ligado al instante, el segundo a largo plazo. Lo propio del demagogo es complacer en el instante, pretendiendo que todo es fácil y que se puede obtener cualquier cosa, y disimulando las dificultades y los esfuerzos esenciales.” A través del concepto griego de ciudadanía y de la demagogia como perversión de la democracia, Chantal Delsol sitúa lo que después se convertirá en populismo en la división entre pueblo inculto y élite educada, y es que sostiene que el paso de la demagogia antigua al populismo moderno se afianza en el paso de la razón griega a la ideología en la época moderna; así, en otra muy discutible afirmación, el populismo moderno aparece con la democracia donde un jefe, mediante su complicidad con la masa, puede llevar a cabo de alguna manera un secuestro del poder legal. El uso del concepto es complejo, a veces la autora juega con él para afirmar sin necesidad de hacerlo en una trampa intelectual al lector que hace la lectura muy dinámica y divertida. Abusando una vez más de conceptos como los “defensores del pueblo”, estos inicialmente en la etapa moderna serían de izquierdas y posteriormente de derechas: la costumbre lingüística ha calificado a los primeros de populares y a los segundos de populistas.
También es muy discutible la afirmación de que casi nadie reclama para sí el populismo, este es un libro netamente europeo, lo cual es un hándicap para el lector más global; igualmente plantea dudas la aplicación de la neolengua a las élites frente a estos grupos que al no haber conceptualizado sus convicciones no estarían dotadas de estas según sus críticos, solo de emociones; volviendo al caso latino, desde el peronismo al mundo bolivariano o por una secuela del mismo como Podemos español, hay todo un abuso del metalenguaje político a la carta.
Chantal Delsol en este Populismos, una defensa de lo indefendible, vuelve a prejuzgar al idiotes clásico como aquel que busca la verdad universal en la esperanza y no en la teoría; en la modernidad, lo universal se ha transformado en un sistema de dogmas, así que el idiotes hoy, el populista, se caracteriza por las ideas precisas que transmite, y por un desacuerdo concerniente al estatus de la particularidad y de lo universal.
A partir de la Ilustración el logos como verdad definitiva y absoluta del hombre se transforma en la Verdad como emancipación frente a su contrario, el arraigo ligado a la tierra natal y sus costumbres, al pasado como fuente de porvenir, el hombre vinculado con un territorio y su cultura, ha conservado el ideal moral del héroe, consagrado por el sacrificio y la grandeza, que conoce al prójimo al que ama y detesta al otro. Su libertad está situada en el tiempo y el espacio social y tiene tendencia a temer, su papel no es bonito, no beneficia al prestigio del porvenir.
El populismo contemporáneo expresa una reacción contra el desarrollo de conceptualizaciones universalistas desde la Ilustración; esta, no inventó la emancipación, pero sí la ideología emancipadora, que no conoce ni patria, ni clan, ni antropología; solo conoce a humanos autodefinidos, iguales y dotados todos de los mismos derechos.
El idiotes, el populista, es anti Ilustración como rebelión de lo real, solo lo particular es real, los grandes relatos se apoyan en conceptos que no existen y cuanto más universales menos aún.
“Hoy el populismo expresa en la mayor parte de los casos, de forma errática y violenta, un conservadurismo que no consigue expresarse de manera coherente en los lugares oficiales (…) El rechazo de la globalización, naturalmente, contribuye a mantener el populismo, pero está lejos de representar su fuente principal  y, sin embargo, es el único que la opinión común puede considerar confesable, puesto que ataca al deshonrado capitalismo.”  
La democracia no pretende reconocer al pueblo tal cual es, sino como un pueblo elevado a la conciencia del bien público, el populista no es un ciudadano en el sentido de la Razón ilustrada y esta se siente amenazada por él que pierde la condición de ciudadano.
El nazismo como puro y duro populismo precipitó la idea del arraigo a unas tinieblas de las que no ha salido aun porque se habían apoyado en la nostalgia de las tradiciones y de las comunidades abolidas; y ello que ideológicamente bebía fundamentalmente de fuentes paganas, se apoyaba en el eugenismo y el darwinismo del siglo XIX, todas ellas ideas que nada tienen que ver con el conservadurismo; en Europa hoy se rechaza todo pensamiento capaz de oponerse al individualismo y la emancipación, se asocia con el arraigo, el particularismo, el autoritarismo…
“El populismo, bajo este aspecto (voluntad de acuerdo directo entre un pueblo y su jefe, por desconfianza de los mecanismos de representación) responde a la excesiva complejidad de la democracia racional legal(…) sin embargo el sentimiento (justo o no) de no estar representado, no se traduce necesariamente en un rechazo a la mediación política(…) los populistas consideran que el abanico de las visiones del mundo sometidas a debate y la alternancia no es lo bastante amplio, porque sus ideas no se admiten allí. Denuncian lo que llaman una democracia amañada, porque limita el pluralismo a una variedad de opiniones a sus ojos demasiado estrecha.”
Siendo como es una reacción contra el racionalismo consensuado, arraigado en las instituciones, el fenómeno populista reclama el carisma del jefe y su electorado pone todas sus esperanzas en él; una vez no reconocida la organización racional-legal solo queda el carisma, aunque ello también responde a la simpleza de una corriente de ideas que no es una doctrina y que suele ser una adición a reacciones a veces contradictorias que impide un pensamiento coherente y argumentado.
Lo que Chantal Delsol nada inocentemente llama “juicios de la elite”, los campos semánticos para calificar a los “medios populares” serían la brutalidad, la tontería, el ensimismamiento, la frustración, la renuncia al progreso… “en una sociedad que se considera a sí misma democrática y moral, el desprecio se ha elevado al rango de virtud”.
La comparación entre apertura y cerrazón, entre lo universal y lo particular, se expresa también en lo territorial, en las diferencias entre centro y confines, entre capital y provincias; también fuera del Estado soberano.
La educación del pueblo con el reproche a las élites de desconocer los límites y el sentido de la realidad, cierra este Populismos una defensa de lo indefendible de Chantal Delsol antes de la conclusión:
“… una democracia que inventa el concepto de populismo, o dicho de otra manera, que lucha mediante el escupitajo y el insulto contra opiniones contrarias, demuestra que falta a su voluntad democrática. Manifiesta que sus élites, a pesar de su discurso, no han aceptado la controversia, y restablecen la perpetua lucha de clases, exasperadas al no poder imponer sus verdades”.

La edición de la editorial Ariel, discreta, añade bibliografía.
Como ven estamos ante un libro de difícil contraste con la realidad política, de hecho la defensa en medios que ha hecho la autora intentando traducirlo a la realidad política en algunos casos roza el disparate para quien no haya leído previamente la obra, no solo con la no francesa, pero el viaje es delicioso y el mecanismo mental al que el lector es llevado resulta fascinante aunque cueste asumir como propio que la defensa de la democracia representativa que mayor cotas de libertad y convivencia del conjunto de la sociedades que la gozan han disfrutado en la historia, sea propio de élites y que el mundo se divida entre pueblo y casta; no es así, seguiremos creyendo en la ciudadanía y sus representantes, en la Razón ilustrada, y en la legitimidad democrática racional legal (Weber).

El populismo de Loris Zanatta (Ed. Katz), un análisis histórico del fenómeno realizado por un historiador italiano con la mirada en Argentina, es especialista en América Latina; ya les anuncio que con toda lógica no ha gustado a populista alguno y es un libro controvertido, muy directo aunque como es inevitable en un tema tan deforme y de tanta dificultad en su caracterización.
Echando mano de Isaiah Berlin, el populismo partiría de la idea del pueblo como comunidad previa e indivisible cuya esencia y armonía se debe recuperar y proteger de la degradación, llama a la movilización en defensa de la soberanía popular, es antipolítico y aparece en periodos de crisis:
“… en el núcleo del populismo encontramos un horizonte ideal que no solo rechaza el ethos de la democracia de tipo liberal, sino que lo convierte en la corriente antiliberal  más poderosa de la era democrática”.
Sufre tendencia a expresarse a través de liderazgos carismáticos que exacerban una visión maniquea del mundo y de las relaciones sociales representadas como el campo de batalla del bien y del mal, reducido a amigos o enemigos; este liderazgo y su identificación con un líder es esencial para plasmar la identidad común y unívoca y además tiene pretensiones de dimensión ética, “desde la cruzada falangista que transformaba en infieles a los enemigos políticos hasta Berlusconi que afirma haber entrado en política para derrotar al mal y combatir a los comunistas anti italianos, o la interminable serie de expresiones ofensivas que descarga  Cristina Kirchner y que descargó Hugo Chávez sobre sus enemigos.” No faltan otros ejemplos que van desde Mussolini a Beppe Grillo, Franco o el nacionalismo vasco y catalán o latinoamericanos como Perón.
Surgidos tras  la modernidad (1789) puesto que se basan en la soberanía popular, cuando el populismo se impone su ansia totalizadora hace propia la dialéctica pluralista a pesar de que previamente la ha suprimido en una clara contradicción por el contraste intrínseco entre el carácter plural de las sociedades modernas y la utopía comunitaria, lo que condena a institucionalizarse o colapsar.
“En su visión maniquea del mundo, los populismos insisten en una suerte de fundamentalismo moral que les permite levantar un muro entre la virtud del pueblo y los vicios de sus enemigos. Esto nos introduce en su naturaleza genéricamente religiosa, expresada más que nunca en la propensión del pueblo populista en la devoción por su líder (…) El orden natural que para los populistas significa la comunidad formada por el pueblo, en realidad, tiene mucho de orden divino, al cual, desde una perspectiva religiosa, debería corresponder al orden terrenal.” El fascismo en Italia, como el castrismo en Cuba, el franquismo en España como el régimen revolucionario de México no se limitaron a monopolizar el poder, se imponen como fuentes de ideología del Estado, de un catecismo ideológico de obligado cumplimiento; la ideología en los dos primeros casos o el dogma en los siguientes, cumplen esa función; obviamente el populismo actual mitiga ese fervor “religioso”, pero siguen buscando una legitimación de tipo religioso que encarne una comunidad indiferenciada.
La cuestión de la inmigración también se trata en clave populista en este El populismo de Loris Zanatta, desde la óptica de estos movimientos, el inmigrante puede resultar un peligro vital para la comunidad nacional, por ello es homogeneizado o asimilado por el país de acogida o neutralizado; este proceso delimitador de la comunidad nacional se manifestó cada vez más a finales del siglo XIX con la difusión de las ideas revolucionarias en plena discusión social, que acabó en un conflicto capital y trabajo: el revolucionario, el instigador, el sindicalista, el líder campesino, anarquistas, comunistas… se convierten en arquetipo de la comunidad orgánica.
En América Latina por el carácter artificial de las comunidades que sirvieron para la homogeneidad y que sirvieron a los populismos para excluir a los indígenas, quienes más derecho tenían a preservar su identidad: teorías eugenésicas, teoremas antropológicos, estereotipos racistas… pero también en Europa, especialmente en sus aventuras coloniales, durante mucho tiempo el indígena o el “moro” son identificados como el enemigo.
“… el populismo es un concepto que expresa la visión del mundo que se encuentra en la raíz de los totalitarismos”, lo que no hace a todo populismo en totalitario, pero es por naturaleza antiliberal y anti Ilustrado. Y cuando el populismo se convierte en régimen, ¿Quién es su enemigo?: el oligarca desde luego cuando son populismos “progresistas”, o bien el subversivo en los “reaccionarios”, pero sobre todo el opositor por ser el diferente; y es que ostentan el monopolio de la identidad.
Loris Zanatta reserva su espacio al “populismo latino”, contextualizado en una región de América donde las grietas sociales son notorias y más evidentes que en la europea, ya que derivan de los legados de la Conquista y del poblamiento de esas tierras a lo largo de los siglos: “América Latina se ha ganado la fama de continente populista por definición”; y es que ciertamente, allí el populismo nunca ha dejado de ser un sólido modelo rival a la democracia representativa, y ello entre otras razones se explica por el escaso arraigo de la visión liberal del mundo y las raíces profundas que el populismo disfruta desde la etapa colonial y que han ido fraguándose en la frustración causada en las democracias constitucionales; desde los años veinte y cincuenta del siglo XX, dados los efectos disgregadores sobre las sociedades locales de la modernización iniciadas en las últimas décadas del XIX y hoy todavía, tras intensa globalización, sigue siendo una realidad; en términos históricos refleja una transición particular y peculiar, en tantos aspectos incompleta, del orden antiguo al orden moderno, de la soberanía de Dios a la del pueblo. Una transición transformada por el populismo en un dogma de unanimidad política e ideológica.
Hace unos días en La Nación argentina Zanatta explicaba el declive actual: “Las razones abundan: mala gestión, arbitrariedad, corrupción, recesión. Pero hay algunas más profundas que otras y del todo nuevas. La primera es que los populismos de hoy son híbridos: tienen el mismo impulso totalitario de sus antepasados, pero no pueden, como hacían aquéllos, acabar con cualquier oponente. Los populismos de hoy viven, aunque incómodos, en la democracia, lo que los obliga a tolerar más pluralismo que el que quisieran, hasta tener que competir y correr el riesgo de la derrota. Y no sólo eso: mientras en el pasado el ciclo populista era a menudo interrumpido por la intervención de las fuerzas armadas, que potenciaban así el mito de los populistas como custodios de la soberanía del pueblo, ahora ese riesgo ya no existe. Por suerte. El populismo puede así completar su ciclo y exhibir sin más excusas los frutos de su gobierno, en general nada atractivos.” (http://www.lanacion.com.ar/1843963-se-desinflan-los-populismos-de-america-latina)
Como el autor que dedica su apartado al populismo de hoy, no veo grandes diferencias con lo ya visto, tampoco en España, los nacionalismos periféricos o delirios de la desafección como Podemos y demás secuelas de movimientos tan pobres en su sustrato ideológico como el 15M son pura retórica populista en su versión más prototípica y clasificable en ejercicios como este El populismo de Loris Zanatta que concluye:
“El populismo es un fenómeno universal, con un pie en un pasado comunitario que suele evocar a cada instante y el otro en la modernidad donde trasvasa de ese pasado, secularizándola, el aura sagrada, el imaginario monista del cual es heredero (…)esencia ideológica de fenómenos políticos e ideológicos que en el siglo XX han evocado la comunidad absoluta del pueblo para oponerse al avance del liberalismo político, del capitalismo y de la cultura individualista.”

La edición de Katz aporta un útil glosario y una discreta bibliografía y dentro de su humildad cumple sobradamente con las expectativas del lector.
Con todas sus contradicciones y a veces desenfoques, Loris Zanatta ha entrado con El Populismo en la categoría de imprescindibles en su campo.



El populismo hoy sigue siendo un gravísimo problema para las democracias representativas y es muy difícil clasificarlo; en esta reseña estaba previsto otro libro pero a pesar de su edición recientísima resultaba tal pérdida de tiempo para el lector que he preferido ahorrárselo, la huerta bibliográfica al respecto aunque grande es muy irregular. Y es que la desafección pone en niveles de protagonismo a verdaderos delirios de la misma hasta el punto de convertir a dialécticas “pueblo-casta” en  tomar el cielo por asalto o al “España nos roba” como auténtico bodrio nacional de un tiempo donde el populismo está desgraciadamente en pleno auge, no solo en España, también en el resto de Europa de distinto signo y afortunadamente ya en declive en una América Latina que necesita liberarse de él para intentar alcanzar niveles democráticos de calidad por primera vez en su historia.







1 comentario:

  1. Populismo. El veto de los pueblos de Jorge Verstrynge, y, otra defensa del populismo en EL POLEMISTA: http://elpolemista.blogspot.com.es/2017/02/populismo-el-veto-de-los-pueblos-de.html

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