No creo que sea completamente inútil para contribuir a la solución de los problemas políticos distanciarse de ellos algunos momentos, situándolos en una perspectiva histórica. En esta virtual lejanía parecen los hechos esclarecerse por sí mismos y adoptar espontáneamente la postura en que mejor se revela su profunda realidad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET

jueves, 8 de septiembre de 2016

La paradoja del poder alemán de Hans Kundnani, y, la semihegemonía en Europa.


Como dice José Ignacio Torreblanca en el prólogo de este La paradoja del poder alemán (Ed. Galaxia Gutenberg), hoy la cuestión no es cuanto quieren Francia y los demás países europeos atar a Alemania, sino cuanto quiere Berlín invertir en el mantenimiento de la eurozona en funcionamiento y hasta cuando querrá hacerlo.
Hans Kundnani afirma que Alemania está sufriendo una regresión y olvidando las lecciones que aprendió en la segunda mitad del siglo XX está “desandando su largo camino hacia Occidente”.
El análisis de la cuestión alemana desde su origen es necesario, Kundnani lo aborda magistralmente, aunque desgraciadamente La paradoja del poder alemán termina inevitablemente en 2015 y en el análisis final aunque recoge acontecimientos determinantes como la crisis de Ucrania y la anexión rusa de Crimea junto a la crisis de los refugiados en la que ahora Merkel tiene una posición contraria a la del año pasado, no llega hasta dos hechos que serán más determinantes si cabe: el Brexit y el rápido crecimiento del euroescepticismo y el populismo ultra de la Alternativa por Alemania (AfD).
La realidad es que la evolución de varios países europeos ha entrado en una fase de total incertidumbre que hace muy difícil prever la evolución de la política exterior de Alemania y su situación final en Europa y en el mundo, pero esto solo afecta al epílogo del libro, conocer desde el principio cómo hemos llegado hasta aquí es un mérito inapelable de este libro.

Tras la unificación alemana en 1871 hasta 1945 el país ocupó ese espacio semihegemónico en Europa lo que provocó cierta inestabilidad en el sistema internacional, la cuestión alemana era una cuestión estructural y la política exterior germana también recibió una influencia del nacionalismo representada en una especie de “misión de Alemania” que podría llamarse ideología.
“Este nacionalismo romántico fue definiendo a Alemania como algo opuesto a Occidente. En la segunda mitad del siglo XIX los nacionalistas alemanes definieron la Kultur alemana como algo opuesto a la Zivilisation francesa o incluso occidental, en sentido amplio. Como dice Michael Hughes, ha habido un rechazo intelectual por parte de algunos nacionalistas alemanes de las ideas y modelos occidentalizantes, y una búsqueda de un estilo alemán tanto en pensamiento y política como en la organización social que no era solo diferente, sino superior, al estilo occidental.”
Y sobre todo el rechazo al liberalismo político tal y como se desarrollaba en otros Estado-nación occidentales como EEUU, Francia, Reino Unido… de forma que el sentido de excepcionalidad alemán se convirtió en el núcleo de su nacionalismo, todo ello en un clima de gran triunfalismo y de misión histórica, y aunque Alemania ya se definía como Reich, o imperio, para cumplirla necesitaba más territorio. Si bien algunos creían en la Mitteleuropa, un proyecto de integración continental bajo la hegemonía alemana, otros como el canciller Bernhard von Bülow (1900-1909), pensaban que debían ampliar su imperio a Asia y África como otras potencias europeas, no fue fácil entre 1880 y 1914 la convivencia entre las dos ideas del imperio, la Europapolitik y la Weltpolitik (Política mundial).
Tras la derrota en la I Guerra Mundial el objetivo de la diplomacia alemana en lo que luego se convirtió en la República de Weimar era ante todo recuperar la independencia y la soberanía, excluida de la Liga de Naciones y condenada al ostracismo y al resentimiento.
En 1933 tras la llegada de Hitler, el revisionismo alcanzó sus cotas más virulentas hasta convertirse en el mayor, más brutal y más ambicioso proyecto de reforma de Europa en la historia.
Así, entre 1871 y 1945, la política exterior alemana había estado definida por una compleja interacción entre factores estructurales y factores ideológicos.
La República Federal de Alemania nacida en 1949 hasta 1990 quedó ensombrecida por la Guerra Fría y el pasado nazi, representó una clara ruptura con la política exterior anterior y se dividió en dos tendencias: una idealista iniciada por Konrad Adenauer y la idea de Westbindung y una realista que comenzó con Willy Brandt y su Ostpolitik.
“Los principales argumentos de la política exterior de Alemania Occidental hasta la reunificación se centraron en la nación y su relación con Occidente. La seguridad y la rehabilitación –dos objetivos fundamentales- requerían una integración internacional y, sobre todo, establecer lazos con Occidente, lo que se llamó Westbindung. Pero el desarrollo de dichos lazos hizo más profunda la división de Alemania: existía una tensión entre la seguridad de Alemania Occidental y su relación con Alemania Oriental. Por ese motivo surgieron dos maneras de ver la política exterior de Alemania Occidental: una que buscaba fortalecer el Westbindung, incluso a costa de hacer aún más profunda la división alemana, y otra que ponía el énfasis en la unidad sobre todas las cosas, y por ende rechazaba la Westbindung si su coste iba ser aumentar la separación.”
Así, si en la etapa anterior el nacionalismo se identificó con la derecha, a partir de 1949 el centro izquierda será más nacionalista en política exterior que ponía su foco en la idea de paz y reunificación mientras que la derecha se basó en un idealismo en política exterior, todo ello en el contexto de la Guerra Fría, en ambos casos con éxito.
Tras la reunificación de 1990 se eliminan los condicionantes que habían configurado la etapa anterior y al aumentar la presión sobre Alemania para que contribuyera a resolver problemas globales, especialmente para que modificara su posición respecto al uso del poder militar, su política exterior evolucionó de manera compleja y en ocasiones inesperada. Esta evolución se construyó sobre la competencia entre la memoria colectiva de los alemanes como perpetradores y como víctimas con un factor determinante para Hans Kundnani, mientras la economía alemana se ha ido haciendo más dependiente de las exportaciones, en la década del 2000 la política exterior alemana se volvió más realista.
Con la inclusión de la RDA, la República Federal había añadido a su población 17 millones de habitantes, convirtiéndose de pronto en un país mayor que Francia o el Reino Unido, pero antes de que sucediera la reunificación generaba cierta inquietud en Europa.
“Durante la era Kohl el temor a la relajación de la Westbindung no se materializó. Alemania continuó siendo parte de Occidente. De hecho, junto al presidente Mitterrand, Kohl continuó presionando para seguir adelante con la integración europea, y tras la reunificación, se avino a dar el que seguramente fuera el paso más decisivo en la historia de la integración europea: la creación del euro.”
También aparecieron en los noventa debates sobre el uso militar, sobre todo tras el conflicto de los Balcanes. Surgió entonces una tensión entre la reticencia de Alemania a utilizar la fuerza militar y su compromiso con el multilateralismo, especialmente el Atlanticismo. Esta tensión, que definiría los debates sobre política exterior en la Alemania de los noventa, salió a la superficie por primera vez durante la Guerra del Golfo en 1991 (en la que ofrecieron un apoyo militar significativo a EEUU), a la que la opinión pública alemana se oponía de plano. Hasta entonces Alemania cumplía sus obligaciones en la OTAN pagando la factura pero mantenía su prohibición constitucional de actuar fuera de su “zona”, pero EEUU presionó para que los alemanes asumieran un papel más activo. Vendrían algunas pequeñas intervenciones como Camboya en 1992 o Somalia en 1993, y tras la intervención de la OTAN en la antigua Yugoslavia en 1994 el Tribunal Constitucional alemán determinó que Alemania podría participar en cualquier operación fuera de su zona si esta estaba sancionada por Naciones Unidas y siempre que aprobara el Bundestag.
La unificación también tuvo un efecto económico determinante y la industria alemana tuvo su propia transformación.  El fin de la Guerra Fría provocó la aparición, en las fronteras de Alemania, de una serie de economías con bajos costes y trabajadores especializados. Entre 2005 y 2010 las empresas alemanas comenzaron a reubicar sus centros de producción, que trasladaron a países como la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia, países que habían entrado en la Unión Europea en 2004.
Alemania se sometía a diversas reformas estructurales bajo el mandato de Schröder mientras disfrutaba de una economía global boyante. Estados Unidos rebajó los tipos de interés a niveles históricos para estimular la economía tras el estallido de la burbuja de las empresas .com y las economías emergentes seguían creciendo a gran velocidad, lo que significaba que la demanda de productos alemanes seguía alta (…) Sin embargo, y aunque esto supuso un acicate para los exportadores alemanes, el boom de los créditos creó problemas que, a la larga, llevarían a una situación de conflicto.”
Lo que sucedió desde la creación del euro, fue que aumentaron los desequilibrios entre las economías de la eurozona, sobre todo entre países con superávit comercial como Alemania y países con déficit comercial como Grecia.
También el hecho de que la economía alemana dependiera más de la demanda de fuera de Europa propició que su política exterior fuera cada vez más realista, prueba de ello es la relación con Rusia, Schröder llegó a calificar a Vladimir Putin como un “demócrata impecable” en otra paradoja alemana. Al mismo tiempo se estrecharon mucho las relaciones con China. En 2005 Ángela Merkel sustituye a Schröder al frente de una coalición entre democristianos y socialdemócratas, y aunque nunca ha llegado a llevarse tan bien con Putin como su antecesor, siguió adelante con el proyecto Nord Stream, se opuso a incluir como miembro de la OTAN a Ucrania y Georgia y mantuvo con Rusia su “alianza de modernización”. Con China a pesar de algún roce en materia de derechos humanos se siguió con el realismo como política exterior impulsada por las exportaciones.
Desde el comienzo de la crisis del Euro en 2010 la evolución se explica por las transformaciones registradas en la identidad nacional  y en la economía alemana  que se produjeron desde la reunificación y el estallido de la crisis, esta colocó a Alemania en una posición extraordinaria de poder que aprovechó para imponer sus preferencias al resto de Europa y que ha contribuido de manera importante a su inestabilidad, curiosamente siendo un agente asertivo en Europa pero no fuera de ella, paradójicamente no mantiene las aspiraciones fuera de países como Francia o el Reino Unido.
La debacle griega de 2010 colocó a Alemania como principal país acreedor y podía imponer sus condiciones a los países deudores a cambio de un acuerdo para avalar su deuda y reducir así los intereses que habían de pagar. Alemania culpó a los países deficitarios de la crisis, en ningún caso vio en el comportamiento irresponsable de sus bancos prestando sin condiciones  una causa de lo sucedido y gran parte de su análisis lo hacen desde el victimismo y la política de Merkel se ha centrado en no pagar a los países responsables en términos fiscales, en prevenir la ruptura del euro y en mantener la estabilidad de los precios evitando inflación.
Dado que al comienzo de la crisis financiera en 2008 China y Alemania se habían encontrado juntas como las dos principales exportadoras del mundo se produjo una alineación poscrisis entre ambas ejerciendo una presión deflacionaria y resistiéndose a rectificar los desequilibrios económicos.
En Europa, Alemania buscaba universalizar su historia y rehacer Europa a su imagen y semejanza, ha exportado reglas pero no normas, de ahí que sus condiciones a los países deficitarios hayan sido vistas como imposiciones y como parte de un nuevo imperialismo económico, pero lo cierto es que a diferencia de China y su neomercantilismo y crecimiento militar, la paradoja alemana combina asertividad económica y abstinencia militar.

Como comentaba al principio de esta reseña La paradoja del poder alemán de Hans Kundnani es un análisis excepcional sobre el lugar que Alemania ha ocupado y ha intentado ocupar a lo largo de su historia, está llamado a ser un referente en la cuestión, ayuda desde luego la excelente edición española de Galaxia Gutemberg, el libro aporta un valioso apartado de Notas y el imprescindible índice onomástico en estos casos.


En EL POLEMISTA son numerosas las reseñas sobre temas directamente relacionados con Alemania, su historia y su política, están todos en el índice completo del blog hasta la fecha: http://elpolemista.blogspot.com.es/2016/08/indice-completo-hasta-septiembre-de-2016.html